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Por José Francisco Villarreal

Una de las secuelas de la epidemia, no de CoVid sino de esquizofrenia política, es el hartazgo de los ciudadanos. Además de un odio desmesurado contra el régimen actual, se ha sembrado sistemáticamente la confusión y la mentira. Si bien don Andrés ha deslizado en sus mañaneras algún dato poco fiable, la oposición lo ha rebasado con creces en materia de infodemia e infamia. De oquis, porque la oposición se mantiene dispersa en su precampaña por la presidencia, parece más interesada en ganar las elecciones secuestrando tribunales, y con las mismas armas: infodemia e infamia. Ya hasta extraño a aquel simpático trío de senadoras, émulas de Medusa, Esteno y Euríale, robando cámara en la Cámara a base de fachas, gritos, trances histéricos e improperios, que iban de lo ridículo a lo repelente. Aunque alguna (rara) vez tuvieron razón en su protesta, el performance arruinaba inevitablemente al argumento. Dispersadas ahora por su vocación política, intereses o ambiciones, podrán mantenerse aguerridas, pero la verdad, ya no es lo mismo. No cabe duda que el escenario legislativo impone.

No hace mucho tuve la pálida esperanza de que el frente opositor, la militancia real no sus funestos capataces, recapacitara, se replegara y atrincherara en sus institutos estatales. Que con el silabario de sus estatutos en ristre impusieran principios, estrategias y eventualmente candidaturas, al menos locales. En vista de que Morena gobierna 22 estados, el PAN cinco, el PRI dos, y el PRD ninguno, supuse que el mensaje era claro. Porque a pesar de que los trastupijes de ministros y magistrados son muchos, hay elecciones que no se pueden trampear sin causar de paso una crisis social muy grave… Aunque a estas alturas creo que al Cártel de la Toga (Partido del Poder Judicial) ya no le importa cubrir las apariencias; nunca habían sido tan descarados como en los últimos meses, y pueden ser peores. A los ciudadanos no les queda más remedio que imponerse por medio de votos masivos, que sean imposibles de revocar. Contra esto, si es evidente lo difícil que será para la oposición remontar en elecciones federales, en las estatales podría ser diferente. Siempre ayuda la familiaridad de los votantes respecto a los candidatos domésticos. Ayuda mucho que los conozcan, Xóchitl no me dejará mentir.

Coherencia y cohesión no estorban. No está de más para los partidos ponerse un poco “retro” y actualizarse a los tiempos de acuerdo a sus principios originales como institutos políticos. Ponerse en alerta, ya que la alianza cardiaca actual amenaza con volverse irreversible para la percepción pública, es decir, fatal. Alguien me dijo que el mortal virus del PRI, “Alito” Moreno, había comentado la posibilidad de cambiarle el nombre al partido. No sé si sea verdad, pero el PRI no necesita un cambio de nombre sino de liderazgos internos y externos, una fumigación a fondo de cacicazgos, para empezar. Y si no es mucho pedir, un divorcio por incompatibilidad respecto a influencias externas de las que Claudio X. González apenas es una triste e incompetente fachada. Ambas cosas funcionarían también para el PAN, excepto que aunque  no sea posible romper su relación con fuerzas económicas y religiosas, muy bien podrían replantearse con mayor ecuanimidad social. El PRD sería mejor que se pusiera en paz con Dios, se confesara y pidiera ya la extremaunción, que ya parece secuela de The Walking Dead.

Mientras estamos en ruta a las elecciones del 2024, ya no es conveniente hacer cambios en los liderazgos nacionales de cualquier partido, porque añadiría grado de dificultad a la coordinación y confundiría todavía más las estrategias. Pero a nivel local lo menos que se puede hacer es no reproducir los errores que cometieron y siguen cometiendo Marko, Alito y el otro señor. Ya hubo estados gobernados por la oposición que expresaron su disgusto con mantener la alianza PRI-PAN-PRD. Hasta a la mismísima Xóchitl se le han “chispoteado” ninguneos hacia el líder nacional del PRI. Sí hay que admitir que de los tres líderes partidistas, “Alito” es el más pragmático y con una ética muy “singular”; yo no le confiaría ni la feria de la leche, porque seguro acabaría sin la feria, sin la leche, y obligado a comprarle la leche a él. Después de la chapucera debacle de Beatriz Paredes, sospecho que aunque el PRI arrastraba ya un desprestigio nacional, hubiera podido recuperarse con liderazgos menos cuestionables que el de “Alito”, y alianzas menos absurdas que la pactada con el PAN y el PRD. A estas alturas, ¡ya para qué!

Poco hay qué hacer por la alianza opositora a nivel nacional. Ha sido tan evidente su falta de capacidad para integrar un frente sólido, que ya hasta cambiaron de nombre. Como el frente “amplio” demostró ser muy estrecho, decidieron llamarle ahora “Fuerza y Corazón por México”. No es el título de una telenovela, es una coalición de partidos, la franquicia de Claudio X. González. El nombre nos define a todos, nos da identidad, pero no basta con apellidarse “Obeso” para serlo ni “Delgado” para no necesitar una dieta urgente. La “amplitud” no cuajó porque no la hubo. Ahora habrá que demostrar que hay fuerza y corazón, pero sin olvidar que ambas cosas carecen de significado electoral si no las anclan antes en la sociedad que pretenden representar. Y eso, me temo, no lo han hecho. Quedan entonces como título de melodrama, sin referencia clara, sin identidad política ni social… Si hasta los nombres de cantinas suelen tener referencias a veces rebuscadas pero lógicas al final.

Si yo mantenía la esperanza en el orgullo de la militancia local, se me esfumó cuando me entero que se registra la alianza partidista “Fuerza y Corazón por Nuevo León”, con los mismos partidos que el frente cardiaco nacional y con el mismo objetivo de controlar la legislatura (el Poder Judicial estatal ya lo controlan). Yo no les creo, ni la sociedad civil les exigió unirse ni son contrapesos lo que buscan; no hay equilibrio si una facción controla dos de los poderes estatales. Así juren que harán campañas mesuradas, sin fomentar odio, la verdad dudo mucho que se desvíen de la estrategia nacional. Avanza fuerte y rápido la guerra sucia, inmunda. Nuevo León podría cocerse aparte de la batalla nacional, pero ni eso impide que la franquicia local evite contaminarse del mismo descrédito. Sólo espero, por el bien de los variopintos corazoncitos locales, que no se placeen demasiado ni con sus líderes nacionales ni con su candidata a la presidencia. Serían argumentos en su contra y serían muy bien aprovechados por morenos y naranjas. Ojalá que aprendieran a ser pragmáticos como “Alito” y retobones como los morenos. Sin embargo mucho me temo que no es la fuerza sino el corazón lo que los delata. “Corazón de pollo”, les diría mi agüelo.

Fuente:

// José Francisco Villarreal

Vía / Autor:

// Staff

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Autor: lostubos
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