Por Félix Cortés Camarillo
Después de cinco años de escuchar la repetición constante de una docena de dogmas de fe que el presidente López esparce cada mañana desde su púlpito del poder mayor, ya no puede haber sorpresas. Todas sus expresiones se ajustan a los cánones repetidos e inamovibles: al diablo con sus instituciones, nosotros no somos como los de antes, no me vengan con el cuento de que la ley es la ley, no me le cambian ni una coma, etc., etc., etc. Tampoco son muchos los mandamientos de la ley de este dios tan local.
Todos ellos son, sin embargo, preocupantes. Resumen un credo dogmático casado con la idea de revertir de raíz la institución política que rige a los mexicanos y que nos ha costado mucho tiempo y negociaciones pacientes y hábiles para alcanzar lo que es un mínimo remedo de la democracia moderna occidental. Lopitos lo que quiere es regresar no solamente al monopartidismo del PRI sino al absolutismo de la URSS, de una sola voz, una sola voluntad y una disciplina férrea.
No quiere decir otra cosa su confesión de que no le tiene confianza a las autoridades electorales de nuestro país que sacó ayer; justamente cuando entramos al período electoral más importante de los últimos decenios. Desde los tiempos del juicio de Jorge Dimitrov, el comunista búlgaro, por haber incendiado el Reichstag de Berlín para encumbrar a los fanáticos de Hitler, la maniobra dejó escuela. Andrés Manuel conoce la historia y sabe reproducirla. Como si dudase –y debe dudarlo- de su triunfo en las elecciones de 2024, desde hoy está descalificando a las autoridades que han de juzgar los resultados de la votación, caso que le sean adversos.
No, no hay sorpresa alguna. Salvo que en junio del 2024 nos dejemos sorprender por el mago maravilla y su sombrero lleno de rucos. Violentos, incluso.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): No tenía yo vuelo alguno que tomar ni viajera alguna que recibir ayer en Monterrey, pero de todos modos me lancé por la carretera de cuota de la ciudad al aeropuerto Mariano Escobedo. Mi única intención era ratificarme que es cierta mi convicción de que el mentiroso de Samuel García lo único que quiere es imitar al mentiroso del presidente López. Toda proporción guardada, desde luego.
Lopitos acaba de inaugurar un tercio del Tren Maya de todos sus amores; cucho, tuerto, ineficaz, caro y de malos servicios, pero llegó de Chiapas a Cancún. Eso le basta al presidente para decir que ya inauguró su faraónica obra emblemática.
Sammy inauguró la remodelación de la carretera de cuota -57 varos por carro, a razón de cinco por kilómetro- que va de Guadalupe al aeropuerto y que estaba dada al catre. La versión oficial que los periódicos difundieron fue que se ampliaron a tres por sentido los carriles de circulación. Que hay un camellón ornado de árboles por todo el trayecto y que esa carretera no es como la de antes.
Falso de toda falsedad, como decía mi abuela. Solamente un kilómetro está terminado en esos términos, aunque el concepto de árbol que yo aprendí en mi escuela difiera de los pinches desnutridos arbustos que se están cayendo en los primeros metros, que fue lo que mostró el gobernador. Pasado ese primero kilómetro, ayer estaban cuadrillas terminando de pavimentar, desbrozar el camellón central y dar paso a los que habíamos pagado religiosamente la cuota. Ay, las artes escénicas que tanto añoro…
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