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Por José Jaime Ruiz

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Las predicciones de los politólogos de ocasión son más erráticas que las de los arúspices o los profetas del Antiguo Testamento. El cambio climático censuró las cabañuelas: ya no sabemos, según la cultura popular, si enero y febrero, desviejadero, o si febrero está loco y marzo otro poco o, si en el mes más cruel, abril, nació el amor; ahora tampoco podemos predecir si los aguaceros de mayo vendrán para que ella sea infiel o si en la hora de junio del poeta  Carlos Pellicer –tan celebrado por el presidente Andrés Manuel López Obrador–, terminarán las campañas negras.

Los términos meteorológicos de los primeros doce días del año difícilmente son correctos, provengan de una razón o sinrazón cultural mapuche (“si el primer día de enero es lluvioso, enero será lluvioso; si el segundo día de enero es soleado, febrero será soleado; si el tercer día de enero es ventoso y nublado, marzo será ventoso y nublado, y así sucesivamente con el resto del calendario anual”) o que las cabañuelas surgieron en la península ibérica por la fiesta judía de los Tabernáculos para rememorar los años que pasaron vagando por el desierto del Sinaí.

El mes de enero, desde Roma, está consagrado al dios Jano. El dios de la doble cara, creen algunos estudiosos, es la única divinidad que para la mitología romana no proviene del Panteón griego y sus sucursales: “Uno de los más antiguos dioses de Roma, representado como una figura masculina bicéfala con dos rostros barbados que se oponen. Para los primitivos latinos es el dios del cielo luminoso y el origen de todo… Es el portero celeste (en latín, jaiuui significa «puerta») y abre el cielo a la luz.
Su leyenda está ligada a la de los orígenes de Roma”, se refiere en el Diccionario Espasa. Mitología griega y romana, dirigida por René Martín.

Robert Graves en Los mitos griegos, sin embargo, precisa: “Jano no tiene que ver nada con los temas tratados hasta aquí. Creemos que Colonna lo incluye como equivalente de Sileno que cierra los cortejos báquicos. En este contexto tiene un significado temporal, como personificación de Enero, mes bifronte que mira al año que termina y al que comienza, enlazando con lo simbolizado por la clepsidra de Vertumno, a cuyo carro sigue.

“El asesinato mutuo de los hermanos gemelos recuerda la eterna rivalidad por el amor de la Diosa Blanca entre el rey sagrado y su heredero, quienes eran muertos alternativamente el uno por el otro. El hecho de que se les llamara «hijos de la era» y escaparan a la destrucción por el rayo de Zeus, los relaciona con el culto del cereal más bien que al culto del roble. Su castigo en el Tártaro, como el de Teseo y Pirítoo, parece haberse deducido de un antiguo símbolo del calendario que mostraba a las cabezas de los gemelos dándose la espalda, uno a cada lado de la columna, como están en la Silla del Olvido. La columna, en la que se posa la Diosa de la Muerte-en-Vida, marca el apogeo del verano, cuando termina el reinado del rey sagrado y comienza el del sucesor. En Italia este mismo símbolo se convirtió en el Jano de dos cabezas; pero el Año Nuevo italiano comenzaba en enero y no en el orto helíaco del bicéfalo Sirio”.

En el pronóstico del clímax electoral, aquí, en nuestra terrestre política, sólo podemos profetizar que en el nacimiento helíaco de Sirio, canícula mediante, Claudia Sheinbaum será presidenta electa y Mariana Rodríguez alcaldesa de Monterrey. Para Morena y Movimiento Ciudadano, inmejorable augurio; para el PRIAN, cuando el futuro los alcance, el peor.

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// José Jaime Ruiz

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Autor: stafflostubos
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