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Por Félix Cortés Camarillo

En la cuestión de civismo, que yo recuerde los mexicanos nunca habíamos estado ante una disyuntiva tan radical como la que en este año –felixidades a todos- para el futuro mediato y a largo plazo de nuestro país. 

Desde la democracia teledirigida que inventó Adolfo López Mateos, “la izquierda dentro de la Constitución”, los mexicanos votantes nos enconchamos en un ostracismo ciertamente cínico. ¿Para qué ir a votar si ya todos sabemos quién va ganar? El bipartidismo norteamericano trasplantado a nuestro país nos ponía ante un PRI con virtud de aplanadora y un PAN sólido de principios y objetivos pero ineficiente en lo operativo.

No se debe olvidar a la pandilla de forajidos que, a cambio de prebendas y privilegios se prestaron a la triquiñuela más despreciable, la de vender su identidad. Así sirvieron de comparsas para la democracia mexican style, el PPS de Lombardo Toledano, el Partido Auténtico de la Revolución Democrática del general Juan G. Barragán y otras gavillas similares, rémoras del poder cuyo mejor ejemplo son hoy por hoy el Partido del Trabajo y el Verde Ecologista.

Todos ellos juntos nos han conducido a la apatía beligerante que ha sido la más efectiva herramienta de destrucción de una democracia que ha pasado cuatro décadas tratando de consolidarse. El voto ausente de los mexicanos sigue siendo una presencia aplastante de nuestras libertades, pero especialmente de nuestros derechos. Ha sido una expresión del hartazgo de los mexicanos hacia sus políticos. Esa es la explicación más sólida del arribo de un demagogo oportunista, ejemplar típico de los políticos del PRI, a la Presidencia de la República con la bandera de echar al PRI corrupto para sustituirlo por un nuevo partido igual de corrupto y marrullero: Andrés Manuel López Obrador.

Dentro de seis meses casi exactos, los mexicanos tenemos que ir a las urnas para documentar las elecciones más importantes de nuestra historia moderna. 

Vamos a elegir a la primera mujer presidente de este país, aunque para todos está claro que los seres humanos no deben evaluados por lo que tienen entre los dos muslos sino por lo que se genera entre sus dos orejas.

Independientemente de esa anecdótica circunstancia, tenemos que decidir entre la continuidad de un proyecto de nación inane, dictatorial, absolutista y con una inclinación que nos va a costar muchos años revertir, a hacer de las fuerzas armadas un elemento alterno del poder, siempre tentado por la idea de sustituir a los ineficientes civiles por unos soldados que, amén de la lealtad, pundonor, valentía e integridad que se les dan por hechos, han demostrado durante la cuarta simulación que son muy buenos para un planchado que para un zurcido. Construyen y administran desde aeropuertos, trenes regionales y una línea aérea comercial. Más importante que todo ello es el mensaje que sin quererlo, deja Lopitos a los mexicanos: son más capaces que los de Morena para manejar un país.

De esta suerte se plantea a mi parecer la última oportunidad de hacer de México un país moderno y democrático por el camino del voto: nos sometemos humildemente a una nueva variable, porque nunca se reproducen tal cuales, de la demagogia lopezobradorista o nos rebelamos en su contra.

Si no lo hacemos, no salgan después con que no se los advertí.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Urge que la señora Xóchitl de todos mis respetos se divorcie de los zánganos que le chupan miel y producen daño: el PRI, el PAN y el PRD. Las elecciones presidenciales las va a decidir los que hoy no han definido su voto; los demás ya somos muy predecibles. Esos indecisos, en cuanto la señora Gálvez se aparte de los Alitos and Company, harán que la vendedora de gelatinas gane las elecciones. Me cae.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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