Por Carlos Chavarría
Decía el Mago Septién: “¡…mal empieza la semana para el que ahorcan en lunes!”, desde los primeros instantes de este año tan importante, el oficialismo confirma su intención de profundizar la concentración del poder a como de lugar, sabedores de que aunque el presidente insista en sus mismas diatribas y el mismo discurso minimizador de los problemas, y magnificador de supuesto logros incomprobables, todo pende de la división el país que él promovió en buenos y malos, pero nada esta escrito en piedra, a pesar de sus encuestas a modo.
Más tardo en ponerse la toga la nueva ministra de la SCJN Lenia Batres que en empezar a cumplir los encargos de su verdadero jefe de meter el discurso “del pueblo” en el pleno y en todos los espacios que se lo permitan. Poco importará la hermenéutica y el derecho en sí, ya se verá que aprovechará todos los momentos para confirmar desde adentro la tesis del presidente de que la corte suprema no sirve para nada.
Si queremos continuar como sociedad abierta (Henry Bergson) y evitar los descalabros que en este momento están ocurriendo en muchos países del mundo, donde la política sigue el juego de sus actores para ganar y retener el poder, sin importar cumplir con los fines superiores de una gobernanza que se dedique a lograr que ocurran cosas buenas, continuará el estancamiento si no es que la franca degradación en todos los órdenes de la vida de las comunidades.
En Israel Benjamín Netanyahu quiso acabar con el poder judicial y al ser sorprendido metió a su país en una guerra, que ya ganó, pero que no conviene parar. En EEUU un estado, Colorado, dictaminó que Trump no debe aparecer en la boleta electoral de este año de aquel país.
Venezuela tendrá elecciones también en este año y Maduro ya tendió la trampa para asegurarse de no dejar el poder.
Putin ya se registró para reelegirse en medio de otra guerra que a nadie conviene parar. Pedro Sánchez de España se aseguró de que la derecha no pudiera armar gobierno para continuar con el gobierno pseudo socialista “regala-todo”.
El mundo continua en la crisis post pandemia, colgado de alfileres, y así continuará mientras no se cultive la confianza como dictado principal. Los gobiernos tratan de mantener el poder simulando a través de la emisión primaria y el endeudamiento, una recuperación que no existe. Insistir en la confrontación de las fuerzas políticas en todos los niveles es temerario en un mundo que requiere crecer para poder funcionar.[https://www.imf.org/en/Blogs/Articles/2023/09/13/global-debt-is-returning-to-its-rising-trend#:~:text=Forces%20in%20debt%20trends&text=Global%20public%20debt%20tripled%20since,span%20between%201960%20and%202022].
Cuales es el fondo de todo, la lejanía entre la ética y la política, que solo conduce al desastre, que lo primero que lastima es la confianza y sin esta nadie apostará por algún escenario prometedor.
La ética no es una estampita de recomendaciones para los bien portados. La humanidad ha invertido siglos en encontrar una serie de normas morales necesarias para la coexistencia y la convivencia. El principal receptor de la ética es la política que por excelencia debe ocuparse de la resolución de conflictos y la suavización de las diferencias para encontrar las mejores vías para el progreso de todos los seres humanos.
Si alguien ve alguna moralidad mínima en el actuar de los gobiernos y sus opositores, deberá explicarlo, porque concentrar el poder, tratar de dictarlo todo, debatir solo lo que el gobierno desea, no ofrecer certeza jurídica, manipular la información, elegir decisiones basado en intenciones no reveladas, polarizar a las naciones, dirigir por medio del miedo, como que no parece muy inspirado en la ética.
“Mis tres años en política fueron muy instructivos acerca de la manera en la cual el apetito por el poder político puede destruir la mente humana, destruir principios y valores, y transformar a la gente en pequeños monstruos”. Mario Vargas Llosa.