Por Félix Cortés Camarillo
Entre las crisis inmediatas que la humanidad tiene inevitablemente enfrente, destacan la del agua y la de las pensiones: ambas harán crisis en este año electoral. A propósito de esa circunstancia política, el problema migratorio puede desbordar las márgenes de la política para pasar al tema del conflicto militar abierto, puesto que –si no pasa algo providencial– el señor Donald Trump regresará a la Casa Blanca y agregarse a los dolores de cabeza del mundo.
Como si le hiciera falta.
Pero en las cotidianas mentiras del presidente López, el tema de las pensiones de retiro por vejez tomó preponderancia. La mera idea de que un ser humano pueda llegar a la vejez y reclamarle al gobierno que le siga pagando íntegramente el salario que recibía el último día de su trabajo, es fascinante para todo ser humano. El problema es que es imposible.
No hay en el mundo economía que soporte el reto de cumplir ese sueño imposible por varias razones. La primera de ellas es la inversión de la pirámide demográfica en el mundo, merced a los adelantos de la ciencia médica principalmente. Hasta el siglo pasado, en sus inicios, eran más los niños y jóvenes en la base de la pirámide que se iba agudizando mientras los viejos eran cada vez menos. Ahora es al revés: los nacimientos son cada vez más escasos, los jóvenes trabajando –y que con sus impuestos mantienen al Estado– son menos, mientras los viejos que reclamamos apoyo, somos más.
Los países escandinavos, cuyo fisco retiene a veces más del 70 por ciento de la paga de sus causantes, en sus planes de pensión regresa más o menos el mismo porcentaje del salario último devengado. Los países escandinavos no son del calibre de los 130 millones de habitantes.
Desde luego que lo sabe. Pero, astuto como es, se da cuenta de que la tierra prometida de la generosa pensión tiene triunfo asegurado: si fracasa, eso será fruto de la conspiración derechista que sueña con recobrar sus privilegios perdidos. Si avanza, que no es posible, es un triunfo para la candidatura de la señora Sheinbaum, desde el momento en que este próximo cinco de febrero el presidente anuncie sus planes macabros y macabrones. Se trata simplemente, de una estratagema de propaganda electoral.
Por ahí se esconde la reforma al Poder Judicial, para subordinarlo a Palacio Nacional, entre otras cosas, la desaparición del INE como ente decente e independiente y otras linduras. Pero, por lo pronto, se trata de las pensiones.
Y todavía hay quien le crea.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Alguien debiera decirle a Samuelito el consorte que las leyes en este país, que obviamente no es el suyo, determinan que los funcionarios públicos como él es, aunque no funcione, no pueden de ninguna manera participar en actos relacionados con los procesos electorales. Como, por ejemplo destapar su Carta Blanca para la presidencia, en nombre de la pandilla que Dante creía dominar.
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