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Tenis ‘fosfo’, huipiles y cola de caballo: el vestuario en la escena política de las elecciones de 2024

Del bastón de mando al poder del huipil, pasando por la herencia de los tenis fosfo fosfo. La indumentaria, los objetos simbólicos y el arreglo personal de los políticos los definen y significan, y añaden una dosis de divertimento a las campañas.

En el otoño del año pasado, una silueta negra apareció en bardas por todo México. Era el perfil genérico de una persona angulosa con frente amplia, nariz recta y mentón afilado. Una mujer misteriosa que podría ser cualquiera, excepto por un detalle que la hacía distinguible de todas: un peinado de cola de caballo o ‘ponytail’; publica MILENIO.

La elección de imagen de Claudia Sheinbaum en la precampaña presidencial, acompañada de la frase #EsClaudia, parece todo menos una casualidad. La nominada presidencial de Morena eligió uno de los peinados más famosos de Barbie en el año en que su película arrasó en taquillas y consolidó a la muñeca como un ícono del empoderamiento femenino.

Claudia Sheinbaum en Morelos. Foto: esús Quintanar | MILENIO

El “ponytail hair style” es también la opción de la presentadora Oprah Winfrey, considerada una de las mujeres más poderosas del mundo; es el peinado de la tenista Serena Williams para sus partidos más relevantes, el de la influencer Kim Kardashian cuando anuncia negocios millonarios y el de Lara Croft, la heroína de videojuegos más famosa del planeta.

No siempre fue así: la morenista tenía el cabello chino y corto en su juventud; después lo usó largo y suelto antes de convertirse en personaje político nacional. El cambio a la cola de caballo parece estar ligado a lo que dijo la periodista Helen Whitaker en diciembre de 2018 cuando fue cuestionada por aquel arreglo personal: “mi cabello quiere decir ‘estoy ocupada, estoy trabajando y necesito el cabello fuera de mi cara’”.

La anécdota está incluida en el libro “La cola de caballo: ícono, movimiento y la mujer moderna” (2023) del sociólogo Trygve B. Broch, quien argumenta que el estudio de los peinados y arreglos de las mujeres es un camino profundo para entender cómo ha cambiado la apariencia del poder.

Una imagen en su libro lo explica sin palabras: todas las jugadoras con cabello largo de la Selección Femenil de Futbol de Estados Unidos, bicampeonas del mundo en 2015 y 2019, usan una cola de caballo. En el siglo XXI es un acicalado ganador.

La ex jefa de Gobierno lo combina con mascadas coloridas, vestidos sobrios en tonos claros con tejidos florales a mano, chamarras de color guinda y una pulsera de la Mano de Fátima que no se quita y sirve para bloquear el mal de ojo. Y, por supuesto, su propio modelo de tenis: los “sheinis” —tipo Converse en rojo con su nombre— que son la evolución de los “sheinvans”, su versión de Vans guinda con su inconfundible silueta con cola de caballo.

Xóchitl y el huipil

Otro arreglo triunfador es el traje pantalón, el conjunto de dos piezas que en los años setenta liberó a las mujeres de la obligatoriedad de la falda. La ex canciller alemana Angela Maerker lo convirtió en su estampa junto con la ex candidata presidencial estadunidense Hillary Clinton, quien llegó a definirse en Twitter como “paintsuit aficionado”. 

Ahora es el outfit típico de mujeres empoderadas en el continente como la senadora Elizabeth Warren o la líder del Partido Verde canadiense Elizabeth May.

“El traje pantalón femenino se ha convertido en una prenda clave para las políticas. Les permite desenvolverse en un mundo dominado por hombres, proyectando profesionalismo y exigiendo respeto, a la vez que se distinguen claramente de ellos en vestimenta”, escribió Rebecca Halliday, profesora de la Escuela de Moda de la Universidad Ryerson en Toronto.
Aquella prenda fue también la opción de Xóchitl Gálvez hace algunos años, cuando se preparaba para dar el salto a las ligas nacionales. Un recorrido por sus viejos spots en su canal de YouTube muestra a la senadora con licencia usando traje pantalón en su fallida campaña por la gubernatura de Hidalgo (2010) y luego en su exitosa carrera por la jefatura delegacional de Miguel Hidalgo (2015) en Ciudad de México. Su imagen empataba con el discurso de una empresaria tecnológica metida en la política.

Pero esos años quedaron atrás. Hoy, Xóchitl Gálvez ha hecho del huipil su ícono para impulsar la narrativa de una mujer de origen indígena que llegó a ser ingeniera y luego política. Su arreglo es fácilmente reconocible: blusas coloridas en forma de túnica y que son acompañadas por collares y aretes pesados.

Sus huipiles cambian de color, según la ocasión: si se reúne con liderazgos priistas, es rojo; si es con panistas, azul; si es con perredistas, amarillo. Y si es un mitin apartidista, elige blanco o rosa, el tono elegido por la sociedad civil opositora al presidente y que se organizó contra la supuesta desaparición del Instituto Nacional Electoral (INE).

​Sus collares largos y voluminosos son también parte de su marca personal: usa piedras como jade, zircón y ámbar que combina accesorios poco usuales como tacitas, cantaritos y hasta chiles, como la imita la actriz mexicana Fernanda Ostos.

Pero en las últimas semanas, expertos en imagen pública han advertido un sutil, pero notorio cambio en la vestimenta de la opositora en sus spots: su regreso paulatino al traje pantalón de tonos oscuros con una versión que no abandone del todo el uso del huipil. El objetivo es hacerla ver más presidenciable y que remonte en las encuestas sin renunciar a la insistencia de que pertenece a un pueblo originario.

Si llega a la silla presidencial se uniría a un selecto grupo de mujeres mexicanas que llegaron al poder con huipiles en el armario, como Ivonne Ortega, ex gobernadora de Yucatán. O la primera persona en guardar una banda presidencial en el mismo armario que una playera del Cruz Azul, la prenda que hizo destacar a Xóchitl Gálvez como funcionaria en el gobierno del ex presidente Vicente Fox.

Tenis entre tacones

Y si el presidente Andrés Manuel López Obrador le cedió a Claudia Sheinbaum el bastón de mando, y la senadora priista Beatriz Paredes le transfirió a Xóchitl Gálvez el huipil que quiere ser presidencial, el frustrado candidato presidencial de Movimiento Ciudadano Samuel García le entregó a Jorge Álvarez Máynez los tenis “fosfo fosfo” como la prenda que hará distinguible al emecista como el tercer invitado a la competencia.

Imagen: Especial | MILENIO

A los 38 años, Álvarez Máynez busca que su presencia en la boleta electoral se asocie con zapatos deportivos del color de su partido por todo lo que significa: la idea de que hará una campaña electoral ágil, energética, callejera y joven, contrastada con las de sus rivales de 61 y 60 años.

Lo intentará con un modelo Nike cuyo costo oscila entre los 2 y 3 mil pesos, más de un tercio de lo que gana cada mes, en promedio, el votante al que quiere convencer, es decir, un joven mexicano de 20 a 29 años, según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2022.

Esa estrategia la conoce bien Kamala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos y recién nombrada como la tercera mujer más poderosa del mundo por la revista Forbes: durante su campaña en pos de la Casa Blanca en 2021 junto al septuagenario Joe Biden, Harris aparecía en eventos con tenis para ofrecer un toque dinámico y joven a quienes veían con preocupación la edad de su compañero de fórmula. Funcionó tan bien que remontó en las encuestas y juntos derrotaron a Mike Pence de 61 años, considerado de la “vieja política”.

“Los tenis son el equivalente sartorial de estar dispuesto a arremangarse la camisa”, escribió Elizabeth Semmelhack, jefa de curaduría del Bata Museum Shoe, dedicado al calzado en el mundo. “Sugieren que el político que los usa es una persona de acción”.

Y cuando tenga que ir a la terracería, Álvarez Máynez podrá optar por las “botas fosfo fosfo”, una ligera variación para imprimir un sello propio a su arreglo: botines de imitación de piel naranja que envían el mensaje de que el candidato sabe que tendrá que moverse por terrenos hoscos para ir de cacería.

Botas, chales y Carolina Herrera

Para los políticos, pocas cosas son tan importantes como dejar una marca indeleble en la mente del electorado a través de lo que usan. De sus camisas, faldas, zapatos y peinados depende que sus carreras perduren por varias temporadas o se jubilen en los anaqueles del “out” para siempre.

El ex presidente Vicente Fox quedó en la memoria de los mexicanos con sus botas rancheras, sombreros amplios e informales y cinturones piteados en tiempos en que los presidentes priistas elegían la sobriedad con trajes oscuros y corbatas sin personalidad. También se marcó en el imaginario nacional el traje militar extragrande que usó su sucesor Felipe Calderón para mostrar un mensaje de mano dura cuando declaró la “guerra contra el narco” que militarizó al país en 2006.

El ex mandatario Enrique Peña Nieto hizo lo suyo con su copete engominado que se volvió el símbolo que en 2012 adoptó una legión de jóvenes votantes autollamados “ectivistas”. Y Andrés Manuel López Obrador eligió el camino contrario y encumbró un mechón despeinado —un “gallito”— como parte de su imagen hasta en caricaturas políticas.

Imagen: Especial | MILENIO

Ese “gallito” presidencial se incorporó a los “amlitos”, los peluches del tabasqueño que se venden en sus mítines y afuera de la conferencias mañaneras y que han inspirado la creación de “delfinitas”, “noroñitas”, “clauditas”, “marcelitos” y “monris”, que en tiendas electrónicas de rarezas políticas se venden junto a las máscaras de látex de Carlos Salinas y su inconfundible cabeza calva.

La primera candidata presidencial independiente en México, Margarita Zavala, adoptó los rebozos como la extensión de una imagen maternal y preocupada por la violencia. Y su antecesora en las filas conservadoras, Josefina Vázquez Mota, optó por los trajes Adolfo Domínguez y Salvatore Ferragamo que buscaban la aprobación de un electorado preocupado por la precarización del país, si ganaba la izquierda.

Otros políticos han llenado sus roperos con prendas que revelan sus pasajes más controversiales: los chalecos de pene de burro del político tijuanense Jorge Hank, las ostentosas bolsas Carolina Herrera de la ex sindicalista Elba Esther Gordillo, los 400 pares de zapatos del ex gobernador tabasqueño Andrés Granier, el disfraz de la película Matrix de la ex aspirante a jefa de Gobierno Purificación Carpinteyro y, recientemente, los lujosos trajes de diseñador con pronunciados escotes de la alcaldesa Sandra Cuevas.

La colección de relojes de alta gama Patek Philippe del ex secretario Adán Augusto; las chamarras Hérmes del petrolero sindicalista Carlos Romero Deschamps; los vestidos Valentino y Oscar de la Renta de la ex primera dama Angélica Rivera; las mascadas Louis Vuitton de la ministra en retiro Olga Sánchez Cordero; los chalecos acolchados Chester & Peck del ex aspirante presidencial Ricardo Anaya y hasta las guayaberas del presidente López Obrador que manda a hacer a la Camisería Bolívar del Centro Histórico.

Ahora es el turno de los tres aspirantes presidenciales de conocerlos también por su guardarropa: Claudia Sheinbaum con un peinado que propone una cabeza gerencial para la Presidencia del país, Xóchitl Gálvez con el huipil que cubre el pecho que ofrece poner por la coalición Fuerza y Corazón, y Jorge Álvarez Máynez que promete tenis en unos pies jóvenes que deberán recorrer una campaña con todos los pronósticos en contra.

Ninguna elección en su outfit es casualidad.

Imagen: Especial | MILENIO

Imagen portada: Jesús Quintanar | MILENIO

Fuente:

// Con información de Milenio

Vía / Autor:

// Staff

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Autor: lostubos
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