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Por Félix Cortés Camarillo

Anoche terminó una etapa del ridículo proceso que se llama electoral en nuestro país, que le hace relevante porque en las votaciones que se nos vienen encima se habrá de dilucidar en junio próximo el futuro de nuestro país. Presenciar los tres cierres de “precampaña” fue un ejercicio horrible de onanismo. 

«No hubo sorpresa alguna cuando te hall»é», dice el hermoso bolero «Presentimiento» del campechano Emilio Pacheco Ojeda. Los que escriben, hoy dicen que es un dejá vu, una experiencia ya superada, a costa de la repetición instantánea, que no la inventó la televisión.

En la sucesión de potente mando en los países que se dicen democráticos, las elecciones conducen a un inevitable dilema: ¿cambio o continuidad? El candidato oficial, del partido en el poder, está obligado a ratificar programas y logros de su padrino y tiene la obligación de prometer continuar con los avances que presume se han alcanzado, aunque luego –si triunfa– contradiga todo lo dicho. Estamos, diría Octavio Paz, frente a un volado: águila o sol. Pico o mona. Seguir con lo mismo o cambiar a otra versión de lo mismo

Ya lo hemos visto.

La oposición la tiene más fácil y de eso Lopitos sabe mucho: es más sencillo estar chingando al que ni resuelve ni manda , que saber mandar y resolver. De eso también saber el presimiente López. Escribí presimiente.

Los cierres de campaña de ayer también ya los habíamos visto. Claudia Scheinbaum, la candidata del  PRI de ahora –que se llama Morena– se dedicó a enumerar las enormes virtudes del señor presidente, para prometer eternizarlas. Bueno, unos dos meses. El acto magno se asentó en el monumento que nació en el aborto de la idea de Porfirio Díaz de tener una versión mexicana del Capitolio gringo. Ahí la doctora Scheinbaum se dedicó a elogiar a su jefe y a prometer seguir en su sendero luminoso. Ella sabe que miente.

El Monumento a la Revolución en la ciudad de México se usa para un barrido y para un trapeado. Así fue, con magna presencia de acarreados en camiones de transporte que yo quisiera saber quién los paga.

En la otra esquina, como decíamos en el box antiguo, Xóchtil Gálvez hizo un cierre de campaña modesto en asistencias y boato, escaso de autobuses. Y su discurso fue descalificar al presidente y a su delfín designado. Como cuando Andrés Manuel López Obrador era oposición chiquita y el PAN era la única oposición real.

Ah, se me olvidaba que hay un tercer pretendiente a este pastel y que cerró su precampaña en su primer y único acto, en la explanada cultural de Monterrey en compañía de sus padrinos. Un palero sustituo para Claudia.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Para cerrar precampañas, debo decir que hay ciudadanos de cierta edad que exigimos unas buenas erecciones.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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