Por Francisco Tijerina Elguezabal
Que una idea sea grande, no significa necesariamente que sea buena. // Yomero
Tocados por “la mano de Dios”, los candidatos casi siempre tienen el grave defecto de no escuchar a nadie o sólo a quienes les siguen la corriente; sólo ellos saben de elecciones y estrategias, de medios y mensajes.
Y así, en la euforia de la campaña, se dejan llevar por meras ocurrencias, sin detenerse a pensar en los efectos reales de su proceder y de cuál será, más que en la percepción, el reflejo en las urnas de sus acciones.
Recuerdo hace muchos años a Lombardo Guajardo, entonces aspirante a la alcaldía de Apodaca, montándose en un toro de rodeo para agenciarse votos. ¿Locura? El hombre llegó al cargo y en ese momento tenía una enorme aprobación entre la población.
La pretendida “justificación” de decir que se trató de una “supervisión” es una absoluta tontería, porque no hay necesidad alguna de exponerse y exponer a los demás cuando esa labor la puedes realizar mil veces mejor con un dron.
Hay momentos en los que las ideas empiezan a hacerse grandes, pero no a mejorar y entonces se convierten en ideotas que al final son un boomerang que se vuelve en tu contra.
¡Ah que muchachos tan ocurrientes!