Por Carlos Chavarría
No es la primera vez que un presidente se mete en confrontaciones con un expresidente, ahí está la historia para demostrarlo (recordar las tres cartas de todo presidente a quien lo sucederá). Plutarco Elías Calles contra Obregón, y el primero con Lázaro Cárdenas. Díaz Ordaz y Echeverría aún se recuerda (…cómo iba yo a saber si Luisito siempre estaba ahí..), y este último con López Portillo protagonizaron aquel famoso encabezado de prensa “¿…tú también Luis?”. Finalmente Salinas y Zedillo protagonizaron el más reciente con el “error de Diciembre” que tanto costo al país.
Zedillo fue el último presidente que disfrutó de las mieles del presidencialismo casi monárquico que implantó el viejo PRI como “solución perfecta” para acabar con las disputas por el poder dentro de la “Familia Revolucionaria”.
Zedillo reformó y acotó en algunas cosas el poder presidencial pero se quedó corto.
Para que funcione el estilo de hacer “grilla” de AMLO requiere siempre un contrincante que le siga el juego, ahora le tocó el turno a Ernesto Zedillo, al que le hizo cuatro preguntas: ¿por qué dañó a los trabajadores con su reforma de pensiones? ¿Por qué desapareció los trenes de pasajeros? ¿Por qué absorbió deudas de particulares con el Fobaproa? ¿Por qué no aumentó el salario de los trabajadores? Zedillo eludió el debate porque aunque ganase perdería como cualquier otro expresidente, pues sería derrotado en un pleito callejero, tal como en el futuro AMLO perderá también, porque así es el poder político, (¡…viva el rey, muera el rey!) desgastante y más se acentúa la debilidad ya sin el manto mágico de la presidencia.
Al igual que hizo Salinas, que se vacunó publicando su libro La década perdida para no explicar la bomba de tiempo de sus Tesobonos que a la postre desencadenaron la crisis de aquel «Error de Diciembre», AMLO dejará sus propias bombas y la que gane tendrá que buscar en el pasado la causa.
Bien sabe AMLO que las cuatro preguntas que formuló tienen su respuesta en las crisis económicas que azotaron a México debido a la economía ficción que siempre se vivirá bajo el populismo autoritario de los excesos presidenciales, cuando lo justo y correcto lo define tal como el “Señor Presidente pontifique”, igual como ahora que se pretende hacia el futuro con MORENA. “¡Al diablo con las instituciones!”.
Si no se reforma a fondo el poder presidencial y las maneras de controlarlo en democracia, será imposible profundizar ningún modelo económico basado en la libertad, y en México no se podrán alcanzar las tasas de crecimiento que se requieren para mejorar la distribución del ingreso, mejorar la eficiencia del gasto público y acabar con la corrupción con hechos y no solo con palabras.
Un gobierno que quiere apropiarse y pervertir cualquier principio económico prudencial e intervenir en todo sin cumplir con sus tareas básicas por fuerza lo deformará todo, cuando su función principal es corregir las desviaciones que la propia libertad de mercado ocasiona. En la cúspide del poder presidencial, durante el mandato de Luis Echeverria el sector paraestatal llego a tener 15,000 empresas de los giros más diversos y todas eran cuevas de ladrones y resumideros de fondos públicos cuyo principal origen era la deuda pública contratada bajo la palanca petrolera que a su vez era un barril sin fondo para cumplir con todos los caprichos presidenciales. [https://iapem.edomex.gob.mx/editorial/revistas/2010LPMRE.pdf].
En tanto seamos sujetos de la voluntad de una sola persona continuaremos metidos en un destino pendular caprichoso sujeto a la vanidad y codicia desmedidas de unos pocos que se aferran a la arrogancia de considerarse como poseedores de la verdad absoluta, cuando la única salida es continuar en la implantación de una sociedad abierta que empieza con el principio del reconocimiento de los errores cometidos, para poder mejorar el desempeño de la nación entera mirando hacia el futuro más estable y previsible.
