Por Félix Cortés Camarillo
Hace muchos años, en la feria anual de tecnología que hace en Las Vegas la NBA, National Association of Broadcasters, descubrí las posibilidades que abría a la cobertura de noticias el uso de los drones, esos pequeños helicópteros controlados de manera remota que podían darnos imágenes aéreas y detalles en tierra difíciles de obtener de otra manera de lo que estuviere pasando; me empeñé en llevar la innovación al canal de noticias del diario Excélsior. Hoy, tengo noticia de que varias televisoras están haciendo uso de esa prodigiosa herramienta. Y me da mucho gusto.
Hoy también, y de manera cotidiana, me cuentan que los drones son un efectivo instrumento bélico ampliamente usado por el ejército ruso en su invasión de Ucrania y el israelí en el exterminio de palestinos en Gaza. A mí no se me ocurrió –tampoco tenía porqué– imaginar que los pequeños bichos aéreos podrían cargar no sólo cámaras de fiel captura de la realidad: pueden, y lo hacen, llevar cargas explosivas letales que se lanzan a control remoto con el poder de un botón. Los pequeños drones, difíciles de detectar por las defensas, son capaces de penetrar todas las líneas y disparar con certeza sus proyectiles. Debe ser incuestionable, según las reglas de la guerra, que se traducen en un todo se vale.
Tampoco es sorpresa. Entre los grandes proveedores de armas en el mundo se encuentran precisamente Israel, Rusia, España, Italia y la República Checa de mis amores. Y para quien fabrica y vende armas el mejor negocio es que haya alguna guerra en algún lugar del mundo en todo momento. Los conflictos menores y ubicados, como la invasión fallida de Rusia sobre Ucrania y la fallida extinción de Palestina por parte de Israel, resultan ser campos de prueba, terrenos de entrenamiento. Laboratorios de la muerte aplicada.
En 1937, el 26 de abril, Los aviones alemanes e italianos del fascismo lanzaron una ofensiva feroz de bombardeo sobre la pequeña aldea de Gernika, en el país vasco. Probaron una estrategia bélica sencilla: bombas de alarma para meter a la gente a sus casas; bombas de gran poder explosivo y luego metralla para acabar con los que andaban por las calles. Hoy se sabe, definitivamente, que el bombardeo de Gernika, que dio tema e impulso creador a Picasso para un excelente cuadro que se inauguró en la Expo París 1937 y estuvo muchos años en Nueva York para ubicarse en El Prado luego de la reconquista de la democracia en España, no fue más que una prueba de medios y estrategias. Un laboratorio de armamentos para uso ulterior.
Todos estos pequeños conflictos bélicos mayores o menores, pero siempre ubicados donde nadie los ve, no son más que entrenamiento, laboratorio de pruebas de los nuevos armamentos y estrategias. Ensayo de un crimen, como el que protagonizaron mis queridos Ernesto Alonso y Miroslava. Que no se mató por Dominguín, por cierto.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Muy pronto vamos a ver una inauguración más de Tren Maya; probablemente la celebración del primer barril refinado en Dos Bocas. Ese es el estilo del régimen que se va: el oropel y la farsa. A nivel local en el nuevo nuevecito Nuevo León, Samuelito nos restrega en la cara que le debemos a él la llegada de la megafactoría de Tesla y los “billones” de dólares que nos trajo. Yo, que no he visto un pinche dólar de la cacareada cifra, le sugiero al gobernador que le ponga la primera piedra por lo menos a su encendedor.