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Nostalgia por lo victoriano

Por José Francisco Villarreal

Malanqueando, por culpa de estos revoleos del clima previos al fin del invierno, no tuve más remedio que desparramarme a ver algunas películas. Volví a ver “Las Brujas de Zugarramurdi”, y luego toda la vieja serie para TV de “Dunas”. No soy un buen crítico de cine. Una película es buena para mí cuando los actores no me remiten a otras películas. Por ejemplo, en la primera parte de la nueva versión de «Dunas», no pude evitar ver a un Duncan Idaho entre Conan y Aquaman. Espero que en la segunda no imagine a Paul Atreides con chistera y comiendo chocolate. En mi juventud, la primera de varias, cuando sólo había TV abierta, era muy relajante apoltronarse a ver las tardeadas de cine mexicano. Recuerdo especialmente varias películas que reflejaban los tiempos porfirianos. Cuando le preguntaba a la abuela si así vivían entonces, me contestaba: “No sé. Ni que fuera tan vieja”. Sí, ella nació cuando ya terminaba la Revolución, y luego fue orgullosa priista; si viviera hoy sentiría nostalgia por ese orgullo. En cuanto a aquellas películas, donde casi siempre aparecía Joaquín Pardavé, todo era paz y tranquilidad. 

Lo que yo leí en mis libros de Historia en primaria y secundaria, no correspondía con lo que veía en esas películas. Nunca conocí a un campesino porfirista, pero sí a muchos citadinos que añoraban esos tiempos aunque no los vivieron. Algo en el ADN, supongo. Los regiomontanos, reales o adjuntos, sienten como si ellos fueran todo Nuevo León; y los “regios” siempre hemos sido un pelín reaccionarios y patronales. Uno de los principales diputados constituyentes por Nuevo León en 1917 fue el fletero Nicéforo Zambrano, empresario por añadidura. Eso sí, hablamos de otra cepa de empresarios, no del dominante apatridismo actual. Aquellos empresarios, afines al Rerum Novarum, habían iniciado ya su propia revolución social en sus empresas; patriotas en lo general, pero profundamente autócratas en sus intereses y sus obreros. Todos ellos germinados en la Pax Porfiriana: liberales políticamente correctos, pero celosos guardianes de la propiedad privada y la clasificación por apellidos. Así y todo, había un poco de justicia social todavía corriendo en aquellas arterias, así fuera por pura fe… poquita fe. 

Comprendo que las andanzas cinematográficas de Pardavé como “Don Simón” arrancaran suspiros porfirianos en aquellos viejos “regios” de mi juventud, pero no apostaría a que pasara lo mismo en Doctor Arroyo, ni en Michoacán, y mucho menos en Chiapas… Omiten en esa utopía modorra que la Decena Trágica fue un golpe de Estado perpetrado por porfiristas y con la instigación e intervención activa de los Estados Unidos; el inicio de una revolución más larga y cruenta que la convocada en el Plan de San Luis. Si Madero, empresario al fin, le quedó a deber a la justicia social durante su breve apostolado político, Victoriano Huerta radicalizó la dictadura porfirista. Los revolucionarios que vieron “tibio” a Madero, entraron en ebullición frente a Huerta. Al final triunfó la realidad contra esa nostalgia reaccionaria que costó sangre, hambre, paralización agrícola, migración campesina… Y todo rematado por una pandemia: la Influenza Española. En pocas palabras: ¡fue un desmadre! Mediáticos, armados o judicializados, los golpes de Estado siempre son terribles; sólo el voto legítimo puede legitimar a un régimen.

Pero ni con estos antecedentes se logra que le tengamos tantita desconfianza a la nostalgia. Cuando vi la foto de Bertha Xóchitl con Calderón adiviné las ilusiones que despertó en tantos que añoran los recientes “viejos tiempos” del calderonato garcialunado.

Creo que no entendieron la amenaza que implicó la nota con la que Calderón rubricó un video. Felipe cita a Xóchitl diciendo que en este régimen se abraza a los criminales y se balacea a los ciudadanos. Ambos omiten, y sus nostálgicos seguidores olvidan intencionalmente, que en el gobierno de Calderón se abrazó a por lo menos un grupo criminal y se balaceó a los demás… y también a los ciudadanos. Victoriano Huerta armó su complot en la casa del embajador gringo Henry Lane Wilson; Bertha X, en cambio, toca puertas en Estados Unidos y luego en España; a ver si no se le ocurre viajar a Ucrania y a Argentina. Nadie se traga la “casual” visita de Calderón a su acto de campaña. Tampoco era necesario que Bertha fuera a España para acordar o recibir línea de Salinas, o de Calderón desde los sanitarios de un restaurante. Su candidatura y sus puntadas son distractores. En vista de la popularidad de don Andrés en México y en el extranjero, es contraproducente apelar al agresivo colonialismo de Estados Unidos, e inútil hacerlo al colonialismo fracasado de España. Bertha sólo lame las botas de los grandes capitales, no de gobiernos. Ante el “yujab tu wok da tok”, esa enérgica exigencia a Biden de intervenir en México, él ni se da por aludido. Tal vez si se lo hubiera dicho en latín (Res Non Verba) o en prosaico español mexicano (Ponte a jalar), igual Biden no la hubiera atendido pero hubiese sido menos ridículo. 

Con o sin giras inútiles, el complot está en marcha desde hace mucho. Con ligeras adaptaciones, es el mismo plan que se ha aplicado en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Perú, Ecuador… y contando. La “verdad irrelevante” de Riva Palacio y Alazraki no es de su autoría, ya se ha usado en Latinoamérica y sólo la repiten por consigna. Estos patanes liberan un virus que infecta a la sociedad, la política, y los medios de comunicación. Ningún país, estado, municipio, familia, e individuo, pueden sobrevivir con la incertidumbre como norma. La sociedad sería como el subvertido manicomio que imaginó Poe («El método del doctor Tarr y el profesor Fether»). La imposición de hashtags contra el presidente y la candidata morenista, no indigna por los millones de imposibles accesos reales a cada uno, sino por los millones de pesos que se invierten en crear ese fantasioso escenario. Así sea “guerra sucia”, es publicidad electoral; son millones de pesos sin fiscalizar por las autoridades electorales. ¿De dónde sale ese dinero? No me digan que de la generosidad de los empresarios mexicanos, porque esa generosidad sólo aplica cuando es deducible de impuestos. Esos millones son una inversión, y no es el pueblo mexicano quien cobrará los réditos.

En estos tiempos de “verdades irrelevantes”, las campañas electorales no se han detenido en la “intercampaña”. Siguen normalmente aceleradas desde los púlpitos mediáticos. Hay más campañas electorales directas o encubiertas en los medios de comunicación que en las andanzas de los candidatos. Con un conteo minucioso del INE, pero sin poder fiscalizar los costos reales.

¿Cuánto cuesta una primera plana, un titular en radio y TV, un comentario “casual” de un conductor de noticias, el halago de un “influencer”?

La “oposición” no hace historia, impone una amnésica nostalgia; sigue apelando a un pasado demasiado reciente para ser creíble. Ninguno de los sexenios anteriores pasaría un riguroso examen crítico. Y el actual, con la objetividad contaminada por las mentiras de sus opositores, no puede ser examinado apropiadamente… todavía no. La “oposición” cardiaca hace una campaña deleznable, inútil y socialmente venenosa. Sus cuestionables métodos sólo pueden ser aceptados por sus seguidores incondicionales e irracionales, y si acaso podrían “convencer” a una minoría indecisa. Quieren vendernos la nostalgia por un pasado feliz, pero no empata ni con aquella nostalgia porfiriana, es más bien una nostalgia por el golpismo brutal, una nostalgia por Victoriano Huerta. La “guerra” sanguinaria de Felipe Calderón es el mejor ejemplo. Y en la tournée de Bertha por España, ella no necesita tomarse la foto con Abascal, una de las cabezas visibles de una despiadada ultraderecha internacional. Tampoco requería visitar el avispero fachoso de Vargas Llosa. En su caso, que puede ampliarse a casi toda la “oposición” cardiaca, aplica la memorable frase de Juanga, el Divo de Juárez: “Lo que se ve, no se pregunta”. Bertha X., siempre parecerá grotesca porque no encabeza su campaña, ni un proyecto de nación sino uno más siniestro y más global. Da lo mismo que haga campaña en Madrid, en Kiev o en Sumatra. Ser fuente inagotable de “memes” es una trampa. La burla no conjura una amenaza, nos desarma; la risa frente al peligro es un síntoma del terror pánico, y por el momento este no es el caso. Pero podría llegar a serlo… Y no será con “memes” y giras con lo que esta oposición internacional intente no ganar una elección sino boicotearla.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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