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El Cártel del Chayo: Castañeda y Aguilar Camín o la idiotez intelectual

Por José Jaime Ruiz

“Pues no hagamos cosas que no podamos publicar, Rogelio –dijo Sala, conteniendo apenas su disgusto. –Eso es todo, tan sencillo como eso, querido Rogelio: no hacer cosas que no podamos publicar, que nos dé rubor publicar, que no podamos sostener ante el público”. Habla Octavio Sala, quien encarna en la novela de Héctor Aguilar Camín, La guerra de Galio, a Julio Scherer García.

Aguilar Camín no honra a su personaje, menos a Julio Scherer, un gigante ético del periodismo mexicano. Destacada su membresía en El Cártel del Chayote, cochupero profesional desde la época de Carlos Salinas de Gortari, Héctor transforma el embute en embuste: no le da rubor publicar sus miserias intelectuales, como alabar el discurso mediocre de Xóchitl Gálvez, como si fuera la pieza de oratoria de Martin Luther King,  John F. Kennedy o Luis Donaldo Colosio Murrieta.

En el paroxismo de su idiotez intelectual, aplaude la visita de Xóchitl a Nueva York, Washington y Madrid y tacha de provincianos a los críticos de la fracasada gira. Manotea su frustración: “El presidente ha tenido un miedo provinciano al exterior… a mí me gusta que haya una candidata que vaya a España y se codee y diga lo que piensa… me parece muy bien que lo haga.

“A mí me gusta una candidata que va a los Estados Unidos, habla con los medios, habla con los empresarios, le dice a la OEA que venga a observar la elección que está inclinada en México y consigue mucha prensa adversa con eso, porque le viene la avalancha de provincianismo exigente e ignorante del presidente”.

Un refrán muy provinciano asegura que el que por su gusto es buey hasta la coyunda lame.

Su cosmopolita candidata, momificada por las encuestas, prefiere irse a Guanajuato para celebrar el inicio de campaña electoral; Claudia Sheinbaum prefirió arrancar oficialmente en el muy provinciano Zócalo de la Ciudad de México, capital del país. Y Andrés Manuel López Obrador no necesita ir de pedinche a los Estados Unidos, los empresarios globales, como Larry Fink de BlackRock, lo visitan en México o puede dialogar en Sonora con Noam Chomsky, mientras a Xóchitl el escritor Mario Vargas Llosa, ni la pela.

¿Qué decir de Jorge Castañeda, el aprendiz de sofista? Errático francotirador, se refugia en la pregunta post-ProPublica: “¿Le queda el mote de #narcopresidente a López Obrador? Por ahora, es imposible afirmarlo, pero tampoco resulta factible rechazarlo”. Acólito de Cantinflas, en su idiotez intelectual, lo suyo es más “chimoltrufiar”. Los sofismas, escribió Jeremy Bentham, “suponen, por parte de quienes los emplean o los adoptan, una falta de sinceridad o una falta de inteligencia”. Así Jorge, el Chimoltrufio Castañeda, otro más…

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// José Jaime Ruiz

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Autor: stafflostubos
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