Por José Jaime Ruiz
Táctica sin tacto deviene en abominación: alimentarse de cadáveres no contamina al adversario sino al glotón, esa gula como pecado político. Xóchitl con Ciro Gómez Leyva: “Si se hubiera sentido mal no creo que hubiera estado ayer en la marcha”. La muerte de Carlos Urzúa y el festín necrofágico. Así Xóchitl, así Manuel Clouthier, así Azucena Uresti, así Fernando Belaunzarán.
Las shistorms no empezaron con la muerte de Urzúa, aunque llegaron a un extremo deleznable. Oficialmente la oposición desató la guerra sucia cuando Xóchitl Gálvez mostró un cartel de Claudia Sheinbaum, comparándola de manera despectiva con un gusano durante su participación a finales de noviembre del año pasado en un evento en la Universidad Anáhuac.
En tiempos electorales la verdadera doctrina de la derecha es la hipocresía, sí, pero también la felonía. Hipócrita una concentración en el Zócalo que se asume apartidista; hipócrita el orador principal, Lorenzo Córdova, cuya ciudadanía es servidumbre a sus patrones Claudio X. González, Alejandro Moreno y Marko Cortés. La verdadera doctrina de la derecha es la felonía, la perfidia, la infamia.
Belanzuarán, quien compartió el templete en la marcha de la derecha atrás de Lorenzo Córdova, maquinó: “Estoy consternado por la repentina muerte de Carlos Urzúa, primer secretario de Hacienda de @lopezobrador_ y uno de los más lúcidos e informados críticos de su gobierno. Espero de (sic) aclaren los motivos de su fallecimiento, pero no puedo evitar pensar en Putin”.
Exterminar a los adversarios no es tarea de la 4T. Con el respeto a su familia y a su memoria, acabar con la vida de Urzúa no tiene sentido: los hombres de traje gris difícilmente funcionan como mártires. Enmierdado, Belanzuarán debiera no darle condolencias a la familia de Carlos, debiera pedirles disculpas por meterlo como víctima de una descabellada conspiración.
El mercantilismo emputecido de Azucena Uresti va en el mismo tono. Repugnante devoradora mediática de cadáveres (Debanhi Escobar), su cizaña escatológica convierte su mentira en calumnia cloacal: “Prefiero morir antes que ver a una judía vender a México al zionismo (sic).”
“Es lo que decía una supuesta nota encontrada en el escritorio de la casa del fallecido Carlos Urzúa. Información en desarrollo” (resalto en negritas las patrañas).
En la atmósfera de linchamiento digital en contra de Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum y la 4T, todo cabe, sabiéndolo acomodar: la DEA, Tim Golden, Anabel Hernández, Carlos Loret de Mola, el algoritmo de las granjas de bots del “narcopresidente”, la hipocresía de una concentración en el Zócalo, la perfidia que profana la muerte de Carlos Urzúa.
Como aquel poema medieval Audigier: “cuando ha cagado hasta llenar la capucha/ mete los dedos en la mierda y luego los chupa”. Así Claudio X./óchitl, Azucena, Loret, Belanzuarán, estrategas del desecho, residuales, necrófagos, devoradores de cadáveres. La desesperación es pésima consejera, ajenos a la propuesta, a un proyecto de nación, cuando no se digiere el desastre electoral, obvio, la mierda flota. Y el control de daños de Xóchitl, a destiempo.