Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Por cada nueva altura que alcanzamos, nuevos y más desconcertantes peligros nos amenazan.” // Arthur Miller
Me preguntaron ayer si sería capaz de subir al teleférico que anunció el aún alcalde regio Luis Donaldo Colosio y que supuestamente unirá Monterrey con San Pedro y la respuesta inmediata fue: “¡Ni madres!”.
¿Cómo subirte a una góndola suspendida de un cable en un tramo de 5 kilómetros cuando no han podido reparar desde hace más de dos años el teleférico de las Grutas de García que mide apenas un kilómetro y medio?
¿Cómo encaramarte a esa cosa cuando ves un día sí y otro también que les falla el Metro? ¿Con qué confianza subir si estando en tierra las unidades de la Ecovía chocan unas con otras?
Me asaltan las dudas, ¿cómo le darán mantenimiento al sistema cuando no han sido capaces de mantener funcionando un rayo láser en el Faro del Comercio?
Intento encontrar una utilidad práctica al mentado proyecto del Metrocable y no puedo. No servirá como una solución de movilización de personas, pero tampoco será un atractivo turístico, a pesar de que Mauricio Fernández dice que podrían instalar restaurantes en la punta de la Loma Larga; cuestión de recordar por qué tronó el proyecto de instalar un Cristo monumental en ese lugar.
Terminas por aceptar que, al igual que muchas cosas, esta es otra ocurrencia más de Colosio, ocurrencia que se encontró olvidada en el cajón de algún escritorio del Palacio Municipal porque ni siquiera es idea original de él, pero seamos claros, ¿a poco no le cruza por la mente la posibilidad de que a mitad del viaje dos tipos armados le salgan con aquello de ”ya se la saben, saquen las carteras y los celulares y no la hagan de tos…” y ahí, ni para dónde correr.