Por José Francisco Villarreal
Escuchaba, necesariamente, la fiesta de unos vecinos sordos, creo yo, porque a cada rato obligan a media colonia a soportar la estridente música que ellos eligen, incluso a deshoras. Esta vez se lucieron. La música era más monótona que de costumbre. La gotera de la ducha tiene más ritmo, y hasta me hace bailar para evitarla. No era reguetón, o no era sólo reguetón. Era algo todavía más estúpido que eso. Era algo tan espantoso como un Bad Bunny tartamudo, gangoso y sin autotune. Las letras eran mantras de un par de frases bobas que se repetían incansablemente. No los denuncié por tres razones: porque no sirve de nada; porque necesito acostumbrarme a esa tortura que, con toda seguridad, me aplicará Satanás cuando me reciba en el Infierno; y porque ya he sufrido represalias por ruidosos que ni siquiera denuncié. No creo que haya filtraciones de los denunciantes en el municipio de San Nicolás, pero, decía mi agüelo: “el ladrón furtivo peca dos veces: peca al robar, y peca al hacer que su víctima culpe a inocentes”. El ruido excesivo está legislado, pero en los reglamentos se desvirtúa la ley. El atentado a la salud pública y al medio ambiente acabó reglamentado en los municipios como si el daño dependiera de la sensibilidad del afectado y no de la infracción del agresor. No se procede de oficio sino por denuncia. Así que las denuncias sólo sirven para generar fricciones entre vecinos. Una amenaza además para la cohesión social, de por sí tan frágil. Cuando por fin distinguí una frase inteligible en el infernal concierto, decía: “Que las mujeres solteras se pongan en posición de perreo”. Too much! Así que abrí una lata de cerveza y me puse a escuchar al maestro Arturo Márquez, a todo volumen. No rebasé el ruido de los vecinos, pero fue suficiente para cavar trincheras sonoras en mis oídos.
Adoro, y quién no, su “Conga del Fuego Nuevo”, su muy zapatista “Danzón Número Dos”, su Concierto de Otoño para trompeta y orquesta. Pero esta vez, además, escuché un par de veces, la “Leyenda de Miliano”. Siempre con la expectativa de oír el final, ese llanto de cigarras ante el cadáver de Emiliano Zapata: la armonía enloquecida de los violines apareándose con la disonancia moribunda de las cigarras. Desde Alondra de la Parra y Gustavo Dudamel, el amable algoritmo de Youtube me recomendó a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, con un rap que acepté por curiosidad pero que es emocionante: “Latinoamérica”, con Calle 13. No me gusta la música “urbana”, pero puedo hacer excepciones. Dijo el maestro Márquez que el arte es la voz del pueblo. Así, lejos de los corrillos académicos y los podios, desde la raíz de la identidad orgánica con la tierra. Certero el maestro Márquez, porque la música también es una forma de comunicación. La tecnología nos permite incluso debatir con ella sin necesidad de mítines, escenarios o performances. Mi “debate” con la música de mis vecinos acabó definiendo mi posición en contra, y será muy difícil que hallen argumentos lógicos o ilógicos para cambiar mi opinión. Ni siquiera con una exhibición espectacular como marchas rosas o los populares conciertos en vivo. Para mí ese tipo de música es pura disfemia socialmente tóxica… como mi cerveza.
Con una larga y ruidosa noche por delante, y agotado el repertorio de Márquez pero no las cervezas, busqué información para establecer un diálogo importante pero más mundano, ahora con la política. Pero la oratoria armoniosa no siempre ofrece un mensaje inteligible o veraz; es como confundir a un versificador con un poeta. Además, solemos ser flojos para decodificar sobre la marcha. Dejamos pasar claves del mensaje; nos seduce el tono por encima del argumento; y nos deslumbra la gestualidad del interlocutor. Nada más cierto que aquel refrán que dice: “Rollo mata carita”. Así que con estas advertencias me puse a ver algunos videos sobre los primeros actos de la campaña presidencial de Álvarez Máynez, Gálvez y Sheinbaum. En lo personal, como elector, no me impresiona la capacidad de convocatoria. El arranque de campaña de doña Claudia fue espectacular, el de Bertha X fue tenebroso y el de Álvarez Máynez muy desangelado. Pero la masa no discierne, reacciona. Individualmente o en grupos pequeños es en donde se puede escuchar el mensaje y entender las propuestas. Una multitud coincidente no garantiza que tenga razón. Ahí están las pasadas elecciones en Argentina como excelente ejemplo. El performance alrededor de estos mítines induce a la unidad irracional, instintiva. La cantidad, sazonada con acarreos inducidos, no representa ni convencimiento ni conocimiento de las propuestas del candidato. El acarreo no espontáneo no refuerza al candidato, es meter listones para sacar moños. Claro que la impresionante multitud que se reunió alrededor de doña Claudia implica que el acarreo, que debió haber, es mínimo comparado con la simpatía que se ha ganado sobre todo entre los capitalinos. Su listado de cien propuestas es interesante y denota un trabajo serio, responsable y bien estructurado, pero es muy probable que de los miles de concurrentes sólo pocos recuerden más de diez.
Al hacer sus propuestas sobre seguridad, mostró que no es muy diferente a la desastrosa estrategia de Calderón, y que está muy emparentada con el método Bukele. La primera nos recuerda no abrazos sino alianzas con el crimen organizado. El segundo nos remite a un estado no militarizado sino brutalmente policiaco y a la justificación de una reelección ilegítima. Claro que fue muy extraño que, además, retomando programas sociales de la 4T a los que ella como senadora “pluri” si no se opuso sí se abstuvo, se le ocurra firmar con sangre el compromiso de conservarlos y hasta mejorarlos. El doctor Fausto firmó con sangre un pacto con Mefistófeles y acabó rompiéndose por “órdenes superiores”, según Goethe. Su sangre, dijo Bertha X, es su bien más preciado. Ahora entiendo el color de su “casa roja”. Lo siento, pero este desplante dramático y sanguinolento no tiene otra manera de interpretarse si no es con guasa. Así sean beneficios sociales consignados ya en la Constitución, un presidente no garantiza la integridad de la Carta Magna, nunca lo ha hecho. Por eso nuestra Constitución ya parece un edredón de retazos.
Sobre Álvarez Máynez no hay mucho qué decir, excepto celebrar con aplausos de pie que asegure que no entrará en la dinámica de la guerra sucia. Y felicitarlo por su valentía, porque con los números que se manejan en las encuestas, es temerario continuar con su candidatura. Eso sí, es posible que entre los decepcionados de candidatos y candidatas de los frentes enfrentados, pueda obtener algo para su cosecha fosfo-cítrica. Veremos qué propone y cómo se impone al minucioso proyecto de doña Claudia. No tendrá que esforzarse con Bertha X porque su proyecto sigue siendo un enigma: la apuesta por la nostalgia falaz de los líderes de los partidos que la proponen, la agresión sustentada en falacias descaradamente fascistas, y el errático montaje de sus recorridos, que me recuerda mucho a las variedades de los viejos teatros de carpa o a los cines itinerantes de los “húngaros” (gitanos).
Antes de exprimir el último vaso de cerveza, me entretuve viendo un fotomontaje con las dos candidatas y el candidato a la presidencia. Nada en común, excepto la sonrisa, en la cual no se debe confiar jamás, porque mostrar los dientes es muy ambiguo. Un perro muestra los dientes antes de morder… La muerte siempre sonríe. Eso sí, me dejaron una tarea difícil e inexcusable: analizar con seriedad y responsabilidad sus proyectos. El de doña Claudia ya fue revelado en sus cien propuestas. El de Bertha X tendré que cazarlo en fragmentos con red de mariposas, o extraérselo con hipodérmica por vía intravenosa, pero no creo que lo exponga todo, ni en orden, durante los tres meses de campaña, porque por lo visto se diseña sobre la marcha para combatir las propuestas del proyecto de doña Claudia, o superarlas. Con el de Álvarez Máynez, tendré que tener paciencia, pero no puedo ignorarlo. Supongo que se enfocará en fortalecer la economía, sostenido por las fortalezas de Nuevo León y Jalisco. ¡Serán tres largos meses! Y aquí la ventaja de doña Claudia no está en las encuestas, sino en la exposición de su proyecto desde el arranque, y su glosa que hará de acuerdo al itinerario de su campaña.
PD. Me dio bastante risa que en redes se difunda el bulo de una Berta X dizque satánica, porque cruza los dedos imitando al supuesto demonio Baphomet. Ante todo, Bertha cruza los dedos índice y medio, que popularmente invoca la buena suerte. El Baphomet “diabólico” no los cruza, sólo los extiende: una mano al cielo, la otra a la tierra. Baphomet no es un demonio sino un ídolo inventado por Felipe IV de Francia para acusar a los Templarios de herejía, entre otras cosas, exterminarlos, y apropiarse de sus bienes. Una rudimentaria pero efectiva “fake news”, pero no se sabe qué aspecto tenía. Fue hasta el siglo XIX, cuando un ocultista francés, Eliphaz Levi, diseñó su propio “Baphomet” poniendo toda suerte de elementos simbólicos y basándose en la imagen de la Cabra de Mendes, que se adoraba en el antiguo Egipto. ¿Símbolo ocultista?, sí. ¿Satanismo?, definitivamente no. Bertha X podrá ser de pronto siniestra, pero no es satánica. La prueba está en que a duras penas monta una bicicleta, así que es imposible que logre mantener el equilibrio sobre una escoba.