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Por Félix Cortés Camarillo

Mujer divina, dijo el poeta mexicano más popular.

            Este viernes que se acerca, en la capital de México se hará una marcha celebrando a las mujeres en la fecha que se estableció como dedicada a ellas. Me apena enormemente que nos hallamos tardado más de un siglo en reconocer la importancia de la mujer como para  dedicarles solamente un simple día, cuando se los debemos todos.

            El primer brote de la insurgencia femenina se dio en 1857 en una fábrica textil de Nueva York en donde las obreras ganaban menos de la mitad que los obreros; en 1907 la comunista alemana Clara Zetkin encabezó en Stuttgart la marcha feminista: tres años más tarde en Dinamarca (me parece que en ese país andan copiando el sistema mexicano de IMSS Bienestar) se decidió que el ocho de marzo era su día.

            Sería muy deseable que este viernes, mujeres y hombres acudan y marchen en favor de una reivindicación que les debemos a nuestras mujeres desde hace muchos años. Especialmente, en el trato continuado y el calor de las caricias, que dice la canción.

            Soy, obviamente, hijo de mujer, y suelo dedicarle un cachito de mi pensamiento a la que me dio no solamente su vientre en mi pasado, su pecho en la infancia, su brazo fuerte en las nalgadas de mi niñez, su rechazo a las pendejadas de mi adolescencia, y el apoyo posterior en mis momentos de flaqueza, que son todos. Hoy mismo.

            He tenido y tengo una mujer a mi lado, que siempre ha sido compañera, novia, amante, hermana, cómplice y filial soñadora; a veces también mi madre y mi hija. Tengo -que yo sepa– dos hijas preciosas que se parecen a sus madres y quieren a su papá. Y cito gustoso a mi adorado Efraín Huerta en sus poemínimos: “hombres no me faltan, mujeres no me sobran. Estoy completo”.

            Odio el feminicidio en la misma escala que rechazo el homicidio. Si toda violencia debe ser expulsada de nuestro entorno, la mínima agresión a una mujer se debe poner a la cabeza de la fila. Detesto el feminismo a ultranza cuando se pone la máscara del machismo invertido y odia todo lo que tenga rostro de varón.

Me consta, y no me quejo, que hombres y mujeres somos iguales pero diferentes, y en esa diferencia está el placer. Pero sigo sosteniendo que el ser humano debe ser evaluado por lo que tiene entre las dos orejas y no entre las dos piernas.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): El engaño parece ser la divisa de nuestro tiempo. Cuando se usa como medicamento auto administrado, puede ser letal. Si nos decimos cotidianamente, o peor aún, creemos que nos dicen, que tendremos agua suficiente, aire respirable y salud segura, nos estamos engañando rumbo al futuro.

No hay nada peor que eso.

‎felixcortescama@gmail.com

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Vía / Autor:

// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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