Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Es cordura provechosa ahorrarse disgustos. La prudencia evita muchos.” // Baltasar Gracián
No llegamos aún a los infernales calores del verano y las calles y avenidas de Monterrey se han convertido de pronto en escenario de pleitos entre conductores de vehículos que por nimiedades se lían a golpes en medio del tráfico.
Habría que considerar y consignar aquí el grado de responsabilidad que tienen nuestras autoridades por no resolver los problemas de movilidad de la metrópoli y también, por, encima de lo anterior, ponerse a realizar obras obstruyendo carriles y conflictuando aún más el tráfico.
Aquí ya no hay horas pico, todo el tiempo padecemos embotellamientos en cualquier calle o avenida, todo el día es un relajo; resulta imposible el organizar una agenda de varios compromisos en distintos sitios porque nunca se puede cumplir.
En los días recientes me ha llamado la atención que ya no son solamente los varones quienes le entran a los moquetazos por un cerrón, ahora también las féminas se han montado en la moda de mentar madres y bajarse del coche para trenzarse a trompadas con quien sea, hombre o mujer y exprimir su coraje mediante los golpes.
Como todos en Monterrey yo también tengo prisa y me exasperan los conductores pazguatos que van viendo el celular o hablando y ello interrumpen el flujo, por eso acciono el claxon y les pego un grito, pero de un tiempo a la fecha me trato de contener, así me den un cerrón o se pasen un alto y provoquen que meta el pedal del freno hasta el fondo.
Cuando me enciendo por un agravio vial, de inmediato viene a mi memoria la triste muerte del que fuera campeón mundial de Peso Pluma, el regiomontano Clemente Sánchez Xicoténcatl, ocurrida el 24 de diciembre de 1978, cuando en un altercado un hombre que iba acompañado de su mujer y su hijo le reconoció y al ver que el pugilista pretendía golpearlo sacó una pistola de la guantera y le propinó dos tiros morales en el abdomen.
Me ha tocado ver los pleitos “normales” en los que los contrincantes se enfrentan a mano limpia, pero también he visto otros en los que aparecen todo tipo de instrumentos, desde un cinturón con una hebilla vaquera, un bat de beisbol, una “L” para las llantas, desarmadores, navajas o una simple botella de refresco empleados como forma de llevar alguna ventaja sobre el rival; ninguno de ellos resulta útil cuando aparece en la escena un arma de fuego.
Dados los tiempos y circunstancias, resulta imposible el prever si un conductor encanijado carga con una pistola y si dado el caso será capaz de sacarla en un pleito. A como van las cosas no dudo que pronto seamos testigos de la manera en que una mujer empuña un arma para zanjar algún pleito vial.
En esas broncas pierden todos y más cuando hay lesiones o muertes. Por ello me quedo con la idea de que todo esto podría resolverse si nuestras autoridades se pusieran a trabajar, se dejaran de discursos baratos y de echar culpas y nos construyesen una ciudad fluida y amable.