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Machetazo a caballo de espadas

Por José Francisco Villarreal

Desde niño, no perdía la oportunidad de ver películas sobre vampiros. Me fascinaba el personaje aunque sí me daba miedo. Ya de adulto, pocas cintas o series sobre vampiros me dan miedo, aunque me siguen fascinando. Del horror inteligente se evolucionó hacia el facilón recurso de la sorpresa y la repulsión. Hace muchos años, un amigo que ahora es un prominente intelectual, me aseguraba que el vampirismo literario, y supongo que vale para el cinematográfico, es una especie de metáfora de la homosexualidad. Yo no lo creo, y tampoco sé si sigue pensando lo mismo. Lo que menos necesitaba la homosexualidad encorsetada de hace décadas era vestirse de un maligno y contagioso “drag queen”, de flamboyancia nobiliaria. En todo caso sería una metáfora de la seducción, que implicaría, aquí sí, todas las formas de sexualidad. Si estoy en lo correcto, sí que es preocupante que los “vampiros” actuales sean más violentos que seductores. Habrá que meter en el closet el negrísimo traje de gala y la capa con forro escarlata, dejando al otrora elegante Conde Drácula sólo con sus garras y sus colmillos (que debían ser incisivos, según Bram Stoker). Pero al despojar al vampiro de su exotismo y su sofisticación, acaba como un feroz depredador. Espero equivocarme en estas reflexiones, porque de tener razón significaría que actualmente la seducción, y no nada más en lo sexual, es sólo una cacería despiadada y a veces mortal. Ni siquiera se trataría de una exigencia de la cadena alimenticia sino de un simple dominio que implica la destrucción física o moral de la víctima.

Hay que reconocer que la arteria yugular es tentadora, ya sea que le corra sangre o atole. El cuello es frágil, y bien que lo saben los felinos y los caninos. Un buen mordisco desangra y/o desnuca. Muerte segura. Aunque yo prefería desnucar. Así mataba yo en el rancho a gallinas, conejos, guajolotes, patos, siempre bajo la norma de mi abuelo: “No mates más de lo que te vas a comer”. Evitaba la sangre porque es inductiva cuando se la ve fluir de un cuerpo vivo. Hay algo primitivo que se estremece. Siempre habrá el riesgo de desencadenar un instinto muy desagradable. El dinero no llama al dinero, pero la sangre sí perifonea de lo lindo. Sangre convoca sangre, o provoca. No se salva ningún cuello, ni siquiera el pulquérrimo cuello del joven adulto que fuera funcionario de campaña de doña Bertha X y que fue degradado a hijo nada más. Juan Pablo Sánchez Gálvez dejó sin aliento al frente cardiaco e inyectó oxígeno, y a veces helio, en voces oficialistas. Un desfiguro clásico de cualquier junior, mirrey o miprinceps, desencadenó todo tipo de críticas, algunas excesivas, contra el muchacho, que es decir contra su madre. El cuello más frágil de una madre o de un padre son sus hijos, y en general su descendencia. Y no dejaron pasar la oportunidad de irse al cuello de la candidata mordisqueando implacablemente al del hijo.

El video donde se exhibe a Juan Pablo fuera de control agrediendo física y verbalmente a los “cadeneros” de un antro no tiene desperdicio, pero tampoco es un hecho insólito. La casta política y empresarial mexicana cría a ese tipo de homúnculos. Son una especie de “pirrurris” tragicómicos que representan fielmente los valores de una clase social impostora. No tienen qué ver con la política. Son el garabato de la identidad de una casta. Si se ven grotescos, lo son porque apenas están ensayando el protocolo nobiliario. No es tan distinto el desaguisado de Juan Pablo al del junior, creo que poblano, que agredió hace unos meses al guardia de un fraccionamiento “exclusivo”. Tampoco hay diferencia con los “Porkys” jarochos, y otros muchos casos similares. No es sólo influyentismo; insisto, son los gametos de una clase social impostora. Así se reproduce una oligarquía polinizada por los medios de comunicación en las secciones de “Sociales”.

Sin embargo, la reacción oficialista ante el video fue exagerada. Hay bastantes medios de comunicación no convencionales y periodistas independientes que se han posicionado muy bien. Tan bien que han enfrentado con éxito a medios corporativos y al corrupto Poder Judicial. Hasta el garabato de periodista que es Carlos Loret de Mola los ha despreciado pero reconocido. En ese mundo del periodismo alterno, ha sucedido que, rápidamente, se han creado alianzas instintivas y espontáneas, fortaleciendo mucho más el impacto que tiene cada uno. Y desde esas plataformas, la cacería fue terrible. Si bien se partió del principio de que Juan Pablo era un funcionario, por lo tanto criticable públicamente, es obvio que el destinatario de las dentelladas no era él sino su jefa y a la vez madre. Seguramente a doña Berta X le dolerá más la crítica como madre que como candidata, después de todo una candidatura es temporal, la maternidad no.

Lo que me incomoda mucho de todo este asunto es que muchos oficialistas se dejaron llevar por la emoción. La emoción de la revancha, porque el ataque a los hijos de don Andrés ha sido sistemático y descarado desde la oposición cardiaca. Y se ha hecho con montajes, especulaciones o pruebas cuestionables, no con evidencias tan irrefutables como el mentado video. Este video fue un machetazo a caballo de espadas que, con la tullida defensa de comentócratas, el mutis de doña Bertha X y el tortuguismo de los cuarteles cardiacos, fue más duro y más sangriento que si se hubiesen quedado sólo con la respuesta pública de Juan Pablo.

Yo no culparía a Bertha X de las actitudes de su hijo. Él se formó en medio de esa casta política y empresarial que hoy ruge rabiosa tratando de recuperar posiciones y feudos. Pero en ese ámbito la madurez avanza muy lentamente, y a veces nunca llega. El mismísimo Claudio X no ha demostrado mucha madurez a la hora de mantener por buen rumbo esa alianza de partidos que destruyó en el momento en el que los emulsionó… La mayonesa va sobre el pan y no el pan dentro de la mayonesa. La actitud del joven en ese antro no fue protagónica, fue la descripción fiel de los valores (para ellos son valores) de una casta: discriminación, soberbia, influyentismo, homofobia, prepotencia… Su disculpa pública, sincera o no, fue necesaria. Hasta ahí la cosa. Por más que se mordisquee ese cuello no se va a estragar más el desastre de campaña con el que sus propios aliados castigan a doña Berta X. El hecho no tiene qué ver con el debate. Porque los ataques así no son argumentos, por lo tanto no se pueden debatir sólo desmentir o asumir. El joven Juan Pablo no va a hundir la campaña de la derecha colonizada que encabeza doña Bertha X; esa carabela ya hacía aguas desde que se hizo a la mar. Como candidata ha tenido peores incidentes, y más cómicos que el de un junior envalentonado. Fue indignante cuando el excanciller Castañeda arrojó la piedra de la guerra sucia sucia y luego escondió la mano. Consejo que no necesitaba el tenebroso Maximiliano Cortázar. Sí sería muy reprochable que ahora fueran las voces oficialistas las que aceptaran el consejo de Castañeda. Hasta ahora el tono era de responder con datos y argumentos. Si se cae en la desmesura se tendrá una guerra sucia generalizada, porque la suciedad está en el ataque no en la defensa. Hasta los vampiros clásicos sabían que la sangre es preciosa, y no la andaba desparramando de oquis por todas partes. Creo que es hora de eructar este hartazgo hematofílico, dejar al chico en paz con su conciencia (si la tiene) y vigilar lo verdaderamente importante: el debate y, sobre todo, a los moderadores.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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