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Por José Francisco Villarreal

En el año 2017, Ecuador estaba considerado como uno de los países más seguros en Latinoamérica. El ex presidente Rafael Correa, de izquierda, “progre”, enfrentó a la delincuencia y al poder de los cárteles del narcotráfico y de las élites económicas. Él fue el inventor del prototipo de “abrazos, no balazos”, que la derecha mexicana desvirtúa usando una casuística gramatical perversa. Correa, como don Andrés pretende hacer ahora, “abrazó” a los jóvenes, especialmente a los miembros de pandillas, ofreciéndoles oportunidades y abriéndoles espacios. El programa de Correa tuvo mucho éxito y en poco tiempo pacificó Ecuador; además logró muy significativos avances en Salud, Educación, Economía, Empleo… Correa no fue un “mesías” para Ecuador, pero sí fue un buen arranque para un cambio más profundo y permanente. Ese cambio debió ser continuado por su sucesor, Lenin Moreno. Pero inesperadamente, el continuador del cambio en Ecuador dio un bandazo neoliberal abriendo de nuevo las puertas del infierno de la inseguridad, la corrupción y la debacle económica. Lo que siguió en sucesivos gobiernos fue profundizar más el desastre social y económico, y una “lucha” contra la corrupción desde la corrupción, en la que destacan acusaciones a personajes del correísmo y al propio Rafael Correa. El método es predecible: persecución política desde el sistema de Justicia… como en México. En ese entorno, desde el régimen de Lenin hasta la fecha, la “mano dura” de cada gobierno fue coreada, promovida y alabada por los principales medios de comunicación y por los más “prominentes” periodistas ecuatorianos. El odio desplegado hacia Correa es absurdo si se considera que ninguno de sus sucesores ha tenido mejores resultados en sus gestiones, sino más bien peores. Sólo de 2017, con alrededor de los 5 o 6 homicidios por cada 100 000 habitantes que dejó el correísmo, la cifra subió a 15 en el 2022, y quién sabe en cuánto estará ese indicador en estos momentos, pero con un delincuente confeso en la presidencia (asumió la responsabilidad del asalto a la embajada mexicana, y eso es un delito muy grave), las cosas no deben haber mejorado.

El actual presidente de Ecuador es Daniel Roy Gilchrist Noboa Azín, un joven vástago de una familia de empresarios e hijo de Álvaro Fernando Noboa, el hombre más rico de Ecuador. Por más señas, hay que precisar que Daniel no nació en Ecuador sino en Florida, Estados Unidos, así que tiene doble nacionalidad. Llama la atención su nombre “Gilchrist”, que es también el de un condado en Florida y el apellido de un general que gobernó ese estado en los primeros años del siglo XX. A Noboa se le eligió extraordinariamente en noviembre de 2023 luego de una campaña trágica, con violencia y todo género de presiones mediáticas. Su gestión es por 18 meses, pero una vez probadas las mieles de la autocracia, debe estar cocinando otra gestión, u otras, como Bukele. De entrada, y dados los acercamientos de su régimen hacia y desde Estados Unidos, no puede haber dudas acerca de sus simpatías, intereses y patrocinios. EFE y el diario ecuatoriano “El Comercio”, cabecearon hace poco una nota muy ilustrativa sobre el incidente en la embajada de México en Ecuador: “Correísmo e indígenas cargan contra Noboa por detención de Glas en la embajada de México”. Esto define bien al “enemigo interno” de Noboa, y contra quiénes pretende lanzar las fuerzas policiacas y militares si el referéndum del próximo 21 de abril lo favorece: la izquierda y las comunidades indígenas. Un enemigo común que enfrentan todas las derechas en Latinoamérica… Salvo en México, donde la derecha no pretende enfrentar a la izquierda ni a los indígenas, sólo aplastar a los unos y acotar a los otros. Hasta aquí, todavía sin considerar el incidente de la embajada, ya podemos reconocer el “modus operandi” de la derecha internacional tan bien representada en México: uso de la Justicia como arma política, uso de medios de comunicación para imponer narrativas, presencia más o menos notoria pero constante de Estados Unidos, corrupción y narcotráfico utilizados como pretexto para justificar persecuciones políticas, y por supuesto, inducir la polarización segmentando a la sociedad en grupos, y haciéndoles creer que por su definición de clase deben ser distintos a los otros grupos, superiores y, sobre todo, antagónicos. Ecuador, con un gobierno emparentado con el neoliberalismo brutal de la ultraderecha, vuelve a mostrar al mundo que no importa poner un cretino, cretina o cretine para presidir un gobierno, al final el verdadero gobierno que se impone es internacional bajo principios estrictamente económicos.

Se ha acusado a don Andrés de haber causado el incidente de la embajada, provocando a Noboa con “insinuaciones” incómodas sobre su elección. Pudo ser exceso de franqueza o hasta insidia, pero dice más de la incompetencia del presidente gringo ecuatoriano. Su respuesta era previsible ya por el gobierno mexicano luego de la expulsión de la embajadora. No sólo por la soberbia de Noboa, también por la importancia de Jorge Glas para su estrategia política: presumir a su presa enjaulada. Ecuador denuncia que México dio asilo a un delincuente; y esa es la defensa a nado sincronizado de los medios más importantes de Ecuador. ¡Frágil defensa! En general, todo perseguido político es un delincuente desde la óptica de quien lo persigue. Pero así fuera verdad, ni siquiera la propia Constitución de Ecuador contempla esa calidad judicial como justificante para irrumpir en una embajada. La solución era de lo más simple: aceptar el asilo a Glas, otorgar el salvoconducto, y una vez que el ex vicepresidente estuviera en México, solicitar la extradición. Extremadamente simple y diplomáticamente impecable. Pero Noboa tenía prisa, la extradición no se resolvería antes del referéndum del 21 de abril. El pequeño César gringo ecuatoriano necesitaba exhibir encadenado a su Vercingétorix correísta. Envalentonado por los arrumacos de Estados Unidos a su gobierno, Noboa actuó rápido y… “la pendejió”.

En México se ha reaccionado en general con la misma indignación que en prácticamente todos los países del orbe, excepto El Salvador. Dentro de la propia oposición al régimen de la 4T, priistas, panistas, perredistas y emecistas, han repudiado el asalto a la embajada. Las excepciones son numerosas, pero no abrumadoras. En medio de un proceso electoral, hasta un político medianamente inteligente comprende que no se puede justificar bajo ninguna circunstancia un hecho que, según la normativa diplomática internacional es un Casus Belli, un motivo para declarar la guerra. Es una agresión deliberada, el equivalente simbólico a una invasión. Si algo une a los mexicanos es la amenaza de una intervención extranjera, y eso explicaría el repudio popular hacia el neoliberalismo, que como la gente no entiende bien qué es, le pone nombres muy concretos: Odebrech, Iberdrola, Naturgy, Calderón, Fox, Peña, Claudio X, Marko, Alito, y el señor moreno, bajito y líder de un partido que malvive exiliado en su propio país… por ejemplo. Si hasta la siniestra OEA, omisa y complaciente con golpes de estado contra gobiernos de izquierda, tuvo que emitir un rechazo al ataque a la embajada mexicana en Ecuador, es de plano demente que hay periodistas y políticos mexicanos, básicamente de oposición, que justifiquen y hasta aplaudan el hecho. ¿Cómo explican estos orates que hace unos días, el gobierno de Ecuador sí repudió el ataque israelí contra el consulado de Irán en Damasco y ahora justifique esa misma práctica contra México?

Tal vez el gobierno mexicano sea, para variar, socarrón ante la indignación popular y no proceda contra quienes justifican lo que fue prácticamente una declaración de guerra contra México. Pero no creo que la gente lo deje pasar. Sobre todo en el caso de la senadora panista Lilly Téllez García, quien primero invitó de motu proprio al depredador “libertario” a visitar el Senado mexicano, ¡a esa caricatura de Trump que gobierna Argentina! Ahora Téllez se atreve a ofrecer disculpas al gobierno ecuatoriano. ¿En serio? ¿Esa es la calidad de legisladores que ofrece el PAN? Entiendo que el PAN comulgue con Noboa, pero no pueden asumirse como un partido mexicano si festejan abiertamente a un gobierno extranjero que agrede a México. No son todos los panistas, por fortuna, pero los que sí, como esta mujer (políticamente “mobile, qual piuma al vento”), van más allá de lo que puede permitir un país; sobre todo a una legisladora que ya muy precariamente representa a un estado, y ahora, indignada y lacrimosa, se arrodilla ante un gobernante extranjero diciendo representar a “millones de mexicanos” y, además, intenta enfrentar a la OEA contra el gobierno mexicano. Por mucho menos que eso, Agustín de Iturbide acabó fusilado en Padilla, Tamaulipas. Y eso que Iturbide consumó la Independencia, en tanto esta mujer sólo consume el presupuesto y el tiempo de las sesiones en el Senado. Que la ilusa legisladora panista dé gracias a su Dios ultraderechista y yunquero porque ni el gobierno actual ni los mexicanos somos tan radicales como aquella primera república, pero la etiqueta de “traición” no se la va a quitar de la frente en toda su vida. Y no es necesario que alguien la acuse de traidora, ella misma se exhibió en medios y redes. El pueblo detesta la retórica rebuscada, así que no hay otra manera de interpretarla. Esa es la diferencia entre especular y documentar. Por cierto, al joven Noboa, le aclaro que a esos “millones de mexicanos” que invoca la alucinada senadora Téllez, le reste uno: yo.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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