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Por Félix Cortés Camarillo

“Defenderé el peso como un perro”; vamos “arriba y adelante”; “si pudiera pedirle algo a los pobres, les pediría perdón”. Definitivamente los presidentes de México se especializan en emitir a la menor provocación frases patéticas memorables. El actual, sin embargo, se voló literalmente la barda para usar el lenguaje que él entiende.

            Ejemplos abundan. Sobresale desde luego la repetida promesa de que al finalizar este sexenio los mexicanos vamos a tener no solamente un sistema de salud mejor que el de Dinamarca, sino el mejor sistema del mundo. Frente a eso la presumida superbotica que tiene todos los medicamentos del mundo es una bicoca.

            “No somos iguales” es la favorita; también que la corrupción ya no existe. Que la gasolina seguirá a diez pesos el litro o que el pueblo mexicano está feliz, feliz, feliz. Chiste cruel la cancelación, por sus tompiates, de un aeropuerto de primer mundo en construcción para sustituirlo por un elefante blanco costoso e inútil, duplicando gastos. Y así tuvimos la rifa-no-rifa-venta-noventa-remate del odiado avión presidencial, la inexistencia de la corrupción en este sexenio o la negativa del daño ecológico en la selva de la península de Yucatán.

            Preocupante es la afirmación reciente de que dejará a su sucesora, por escrito, las instrucciones sobre la conclusión de las obras que dejará sin terminar, y de los proyectos que deberá iniciar por su cuenta. Eso lo dice el presidente que repetidamente ha negado su ambición de un Maximato y repite incesantemente que su carrera política ya ha terminado y que se retirará de la vida pública para irse a su ranchito que él mismo bautizó como La Chingada.

            A propósito de la necesidad de financiamiento para sustentar los programas sociales, de pensiones y de limosnas a los viejitos, podría mover a risa la afirmación gubernamental de que esos dineros provendrán de las “ganancias” que han de rendir algún día el Tren Maya y la renacida compañía Mexicana militarizada de aviación. Podrían mover a risa si tras esas afirmaciones no se ocultara una tremenda verdad que no quiere reconocerse: se está acabando el dinero. De ahí la reciente iniciativa de apropiarse de los fondos de las Afores de mayores de 70 años que no los hayan retirado en una expropiación totalmente ilegal. El gobierno no tiene dinero y la deuda que heredará a su sucesora es la mayor en los últimos treinta años.

            La Secretaría de Hacienda reconoce que, a febrero de este año, la deuda neta del gobierno federal es de 13 billones, 345 mil 244 millones de pesos. El 85 % es deuda interna. Yo no sé si sea poco o mucho, pero es casi la mitad del PIB de México y 3 billones más de la deuda que dejó Peña Nieto, uno de los más gastones presidentes recientes.

            No le envidio a la sucesora de Lopitos. Carece de simpatía, equipo decente, y además de dinero. México va a tener que decir, como el marido de Bartola: yo por eso no soy rico, por ser despilfarrador. La única opción va a ser subir impuestos, lo cual nos dará un chingo de gusto.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Samuelito el mentiroso sacó de la manga el argumento de Lopitos: suspendió el pago a los trabajadores de los poderes legislativo y judicial del estado de Nuevo León: hay que recalendizarlos, por las elecciones. Sí , como ño.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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