Bajo el título La práctica del arte, la exposición despliega más de 220 obras provenientes de museos y colecciones privadas de diversas latitudes, abarcando la trayectoria del artista desde 1943 hasta 2012. La exhibición muestra composiciones que parecen emerger de muros cargados de historia, donde se mezclan cruces, perforaciones, lunas y letras; publica MILENIO.
Tàpies comenzó a pintar debido a una convalecencia por tisis en 1942, cuando tenía 18 años. Durante este periodo, influído por Van Gogh y Picasso, realizó sus primeras piezas con el modelo que cualquier artista siempre tiene cerca: uno mismo. Los autorretratos de aquellos días, lejos del academicismo, funcionan como un preludio al camino introspectivo que caracterizaría su obra. La beca del Instituto Francés de Barcelona lo condujo a París entre 1950 y 1951, donde tuvo un encuentro crucial con Picasso y se empapó de las vanguardias europeas.
A partir de 1953, su obra experimentó una metamorfosis, infundiendo texturas densas a sus lienzos. Este cambio le permitió transformar la forma en que se veía la pintura. Usó herramientas como incisiones, marcas, huellas, garabatos y perforaciones, lo que le dio a sus piezas la impresión de ser objetos marcados por el tiempo y la vida cotidiana.
Las críticas de la década de los 50 lo colocaron rápidamente en la vanguardia del arte, en su país y en el mundo. Su obra fue exhibida en eventos como el Carnegie International, la Bienal de Venecia, la Bienal de São Paulo o la documenta de Kassel, así como en instituciones como el MoMA y el Guggenheim de Nueva York.
La dimensión política y social también impregnó la obra de Tàpies, quien mantuvo una postura activa contra el régimen franquista. Según el propio artista:
“La situación social y política de mi país ha tenido siempre una repercusión en mi obra. Creo que eso tiene que ver con el hecho de que la concepción del arte por el arte no me resulta válida. Siempre he mantenido ante el arte una actitud utilitaria”.
La década de 1960 presenció una evolución más, con Tàpies incorporando elementos de la realidad cotidiana a sus obras. En sus últimas décadas, el artista se sumió en una introspección melancólica, explorando la muerte, la enfermedad y el dolor con una poética desgarradora pero lúcida.
El responsable de la curaduría de la exhibición es Manuel Borja-Villel, cuya conexión con la obra del artista lo convierte en un experto. Su participación en esta retrospectiva refleja su cercanía personal con la familia del artista, pues fue Miquel Tàpies quién lo nombró director de exposiciones de la Fundació Antoni Tàpies. En palabras del propio Borja-Villel, esta experiencia le ha permitido revivir momentos significativos tanto en lo emocional como en lo profesional, manteniendo viva la memoria del artista más allá de su partida.
La dimensión política y social también impregnó la obra de Tàpies, quien mantuvo una postura activa contra el régimen franquista. Según el propio artista:
“La situación social y política de mi país ha tenido siempre una repercusión en mi obra. Creo que eso tiene que ver con el hecho de que la concepción del arte por el arte no me resulta válida. Siempre he mantenido ante el arte una actitud utilitaria”.
La década de 1960 presenció una evolución más, con Tàpies incorporando elementos de la realidad cotidiana a sus obras. En sus últimas décadas, el artista se sumió en una introspección melancólica, explorando la muerte, la enfermedad y el dolor con una poética desgarradora pero lúcida.
El responsable de la curaduría de la exhibición es Manuel Borja-Villel, cuya conexión con la obra del artista lo convierte en un experto. Su participación en esta retrospectiva refleja su cercanía personal con la familia del artista, pues fue Miquel Tàpies quién lo nombró director de exposiciones de la Fundació Antoni Tàpies. En palabras del propio Borja-Villel, esta experiencia le ha permitido revivir momentos significativos tanto en lo emocional como en lo profesional, manteniendo viva la memoria del artista más allá de su partida.
Imagen portada: Especial | MILENIO