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Justicia y poder: una relación siempre tormentosa

Por Carlos Chavarría

Parafraseando a Don Benito Juárez, “maldito el que con sus palabras defiende a la justicia y con sus hechos la traiciona”. Somos precisamente un país de leyes porque el poder siempre ha tenido al tentación de convertirse en el emblema de eso que pretende defender, la justicia misma.

Regresar a las épocas donde los reyes definían lo que era justo o no, solo es un despropósito. El poder siempre ha tenido mala fama al ser ejercido por seres humanos y por eso el propio Justiniano prefirió poner toda acción humana bajo el cuerpo de las leyes.

Si acaso alguna ley debe ser modificada en bien de la justicia, para eso están las instituciones e instancias de ley, también creadas ex profeso para discutir cuando surgiere algo que fuese inédito en la experiencia humana.

Ha sido el poder precisamente quien más ha jugado con la justicia y la ha puesto a su servicio según la circunstancia. A todo lo que se le antepone  la justicia como sustantivo adquiere un aire de nobleza y escudo de cualquier mala intención. Con la justicia como estandarte se han cometido algunos de los peores crímenes de todo tipo.

Cuando la justicia es un adjetivo, tiene demasiado que ver con la circunstancia e intereses de quien se dice afectado por el cuerpo de las leyes y por lo tanto tendrá su propia y particular definición de justicia. Las leyes, entre cosas, atan al poder para evitar atropellos a los ciudadanos.

¿Qué demuestra el que proclama  desde el poder en pleno Siglo XXI: “ …que siempre triunfe la justicia sobre el poder!”, y al mismo tiempo dice “…no me vengan con que la ley es la ley!”? Que su postura ideológica no está ni cerca de la democracia como forma de gobierno.

El mismo que acusa de porfiristas a sus opositores y adversarios, se convierte en el más fiel ejemplo del porfirismo más rancio y autoritario. El presente de cualquier comunidad política se encuentra ligado a su pasado. En principio, dicha afirmación, que no parece problemática, se convierte en algo más complejo cuando se piensa en sociedades con pasados difíciles.

La pregunta pertinente para estas sociedades es cómo afrontar esos pasados. Dicho cuestionamiento constituye un imperativo político para las sociedades en transición hacia regímenes democráticos como la nuestra.

En política hay muchos nostálgicos. En México el presidente López Obrador representa a todos los que desean regresar al pasado falsamente estable y progresista del PNR o el Viejo PRI, porque la “nostalgia” falsea el pasado inevitablemente, porque lo ve a través de un prisma sentimental amable. Lo adorna y embellece.

El canadiense Steven Pinker, a mi juicio la persona que más psicología sabe en la actualidad, cuenta que a finales de la década de 1970 “el recién elegido gobierno separatista de Quebec redescubrió las emociones del nacionalismo del siglo XIX”.   Por eso nos ha resultado tan difícil erradicar el autoritarismo que en el fondo impulsa a derechas e izquierdas por igual.

La nostalgia nacionalista enlaza con otro poderoso “esquema emocional” que la evolución cultural ha grabado en nuestro cerebro: la emoción de pertenecer a un grupo, el sentimiento de identidad, la “emoción de la tribu” a la que se debe lealtad. Este enlace emocional con el grupo era imprescindible para la supervivencia, por eso la evolución lo protegió. Los antropólogos aún no se explican muy bien como los humanos fueron integrándose en grupos más amplios, rompiendo los límites de la tribu, y comprometiéndose con valores universales, porque todo esto suponía una dura contradicción de los sentimientos originarios.

Bien expresado por Isaac Katz : “El presidente López está atorado en el pasado y, por lo mismo, es incapaz siquiera de pensar en el futuro de México más allá del 2024. Él es el presidente de la República, es el jefe de Estado, pero claramente no es un estadista que vea por un futuro promisorio con un bienestar creciente para las futuras generaciones de mexicanos. Las señales de que vive en el pasado son muchas”.

«Difícil es templar en el poder a los que por ambición simularon ser honrados», Salustio, 83 AC-35 AC. Caius Sallustius Crispus.

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Vía / Autor:

// Carlos Chavarría

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Autor: stafflostubos
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