Por José Francisco Villarreal
Por razones naturales, últimamente he pensado mucho en la Muerte: edad, achaques propios y ajenos, elecciones ensangrentadas, Ucrania, Israel, Irán, Ecuador, Estados Unidos acosando, Latinoamérica bajo acoso, noticieros, diarios, etc. Así que pensaba en la Muerte como la “catrina” de Lupe Posada y la “garbancera” de Diego Rivera, una imagen familiar para los mexicanos, y la tradición alrededor de ella que causa admiración al resto del mundo. Algún “meme” asegura que “los mexicanos somos desmadrosos”, y sí, el 2 de noviembre celebramos a los muertos con mucho desmadre, pero no a la Muerte. En nuestras fiestas de los Fieles Difuntos no celebramos a la Muerte sino a los muertos. Pero la Muerte está presente en los rostros maquillados y en el festivo duelo de los fieles. Ahí, nosotros somos la Muerte. En el fondo de los ritos cristianos de esos días, tiene mayor presencia Chalmecacihuatl, la que vigila los huesos, la que corta la soga, la señora de Chiucnauhmictlan en el inframundo, donde está la casa de los dioses y donde el difunto termina su viaje para recibir la bendición y la paz eterna. Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, dioses masculina y femenino, una obvia entidad dual, son los monarcas del Mictlán, ese inframundo que invocamos discretamente al levantar nuestros muy cristianos “Altares de Muertos”. Mictecacíhuatl, bajo cualquier advocación, es como el Anubis egipcio, el dios con cabeza de chacal, un cánido funcionalmente muy emparentado al xoloitzcuintli, el perro del dios Xólot, que también es guía de los difuntos en el mito prehispánico. En la galería de psicopompos de todas las culturas, los guías de los muertos, hay muchos personajes, dioses y animales, pero en el cristianismo no, salvo el arcángel Miguel, un guía no oficial de los muertos. En todos los casos, ninguno determina el fin de la vida, sólo vigilan que se cumpla el proceso y orientan al difunto atontado en el laberinto que descubrió al pasar por la última puerta. Pero quien decida el individual momento de morir, ese sería pues la Muerte, que puede llegar por obra de otros o por decisión propia, como cuando nos desligamos voluntariamente de la vida o agotamos la vitalidad que la naturaleza nos da al nacer y nos cobra al final. Así que la máscara que nos ponemos en la fiesta de los Fieles Difuntos es justa: somos la Muerte.
Como además los mexicanos somos desmadrosos, nos burlamos de la Muerte, de nosotros mismos. Le ofrecemos un puro y un caballito de tequila, la santificamos, la vestimos de virgen cristiana, de catrina porfiriana, de belicoso caporal de sicarios, de niña o de anciana. Siempre, siempre, con la eterna sonrisa de la calavera. ¿Cómo aterrorizarnos ante el espectro descarnado y burlón que todos somos? Nos burlamos de la Muerte que somos disfrazándola de vida. En la burla evitamos enredarnos en explicaciones filosóficas y teológicas. Sencillamente, desde nuestro rostro más íntimo, confirmamos la premisa social y religiosa, todos somos iguales ante la Ley y ante Dios. Al final, desde nuestra Muerte personal, esa sonrisa también se burla de las leyes y de Dios. La sonrisa de las calaveras piratas copiadas de las advertencias de epidemia a bordo, también eran una anárquica burla que seguramente no hacía ninguna gracia al orden político de su época y su calavera desdentada, ridículamente seria. La calavera pirata pudo ser temida y repudiada, pero no vista como herética. Tampoco esas marcas de calaveras caricaturizadas en frascos de veneno. Signo, símbolo o ícono, la calavera siempre se burla.
Tal vez por estas razones me dio risa la camiseta que descubrió en su pecho Jenaro Villamil. Casi vi a un superhéroe de Marvel quitándose el traje de civil. Sí, fue un despropósito exhibir orgullosamente desde el morenismo esa camiseta. Entiendo que es un “meme” impreso, que la misma imagen sirve para otros mensajes. Pero para muchos ese tipo de “memes” son un enigma. En su semántica como imagen, la calavera encapuchada tiene muchos significados por sí misma, mucho más potentes que cualquier frase. Uno mismo, titular y dueño de la calavera, le dará en significado que quiera, y normalmente ese significado deformará el mensaje del texto. Esto si nos enfrentamos solos al mensaje total de la camiseta. Si alguien nos da una interpretación, es posible que la admitamos. Nuestra naturaleza es ser perezosos al decodificar. En ninguna parte del trapo ese vi algo que me indicara que se trata de la “Santa Muerte”. No va más allá de esa alegoría de la muerte que hemos hecho y usado desde hace siglos. La propia Iglesia Católica moralizó con ella. Personalmente me fascina la Danza de la Muerte de Holbein El Joven. Hasta usé esas imágenes cuando hice mi mandil masónico.
Pero tengo dudas en eso de que la camiseta está ilustrada por la “Santa Muerte”. Si nos atenemos sólo a la imagen, puede ser tenebrosa, pero no es religiosa. No es un culto el que representa sino la limitada creatividad del diseñador. Los devotos del culto a la “Santa Muerte” no creo que se hincarán frente a la camiseta, ni le harán rogativas, ni le darán ofrendas. Por todo lo antedicho, es obvio que no comparto ese culto, pero no lo rechazo. En realidad me apena que la molicie de la evangelización católica haya traicionado a la fe de su feligresía. Ese es el origen de ese culto, y de otros muchos que hay ajenos, paralelos y hasta intrínsecos al rito católico romano. Si ese club de prelados que dan el llamar Conferencia del Episcopado Mexicano condena el culto a la “Santa Muerte” a causa de una ambigua camiseta estampada, mejor debería combatirlo con una verdadera evangelización. La mayoría de los católicos mexicanos somos más bien nominales, y ya no creemos en anatemas, excomuniones y esas mendas que dictaminan los hombres, no Dios. No acabarán con el culto a la “Santa Muerte” sólo condenándolo desde sus púlpitos y vocerías. Hay que moverse dentro de los fieles, no dar órdenes desde concilios ni conferencias. Si hasta Jesús convivió con sus discípulos y con la gente hasta el final.
Sé que no abona mucho al escándalo por la mentada camiseta que se decapiten gallinas en el senado. La sangre, así sea la de una gallina, la de un mosquito destripado o la que “confirma” un compromiso notariado, siempre llama la atención. Drácula debe estar tomando nota. Yo recomendaría al señor conde la sangre de la gallina, y más si se la guisa en esa deliciosa fritada de ave que hacen en Allende, junto con los higaditos, claro. Pero de ahí en fuera, nada indica lo que se ha hecho relevante en medios y comentócratas. En la 4T no hay cultos siniestros, ni diestros. La religiosidad del presidente López es evidente, pero no la exhibe como religión sino como principios personales. Su religión pública se ve como las de todos los mexicanos: ambigua y heterodoxa. En lo personal me incomoda, por no decir que me encabrona, que se tomen los detalles más nimios para especular catástrofes y conspiraciones malignas que rayan en lo diabólico. El próximo estornudo presidencial en público podría ser llevado a extremos epidémicos en la infame chorcha mediática.
Fuera del ícono macabro, el mensaje es claro: “Un verdadero hombre no habla mal de…” Y aquí le podemos poner a cualquiera o a cualquier cosa: don Andrés, Rafael Correa, Gustavo Petro, Joe Biden, Javier Milei, Daniel Noboa, “Fofo” Márquez, las quesadillas sin queso, las flautas de trigo de Mante, la salud mental de Téllez, la honradez de Piña, etc. “Paredes blancas, papel de necios”, diría el ilustre gachupín Hernán Cortés. Es deleznable que por una camiseta se invente una cruzada macabra contra una oposición merolica que, con o sin camisetas así, jamás dejará de hablar mal de don Andrés. Y don Andrés, podrá intentar defenderse, pero nunca los obligó ni los obligará a callar, antes al contrario (Bertha X, Raymundo Riva Palacio). Es ridícula esta mojiganga, y ridículas pero previsibles las instancias jurídicas a las que recurrirán para impedir cualquier iniciativa presidencial, así sea que represente un descargo para el deficiente sistema de justicia, o el rescate de fondos secuestrados por muchos aforeros y que irían a cuenta de dar un respiro a la criminal precarización de los pensionados, de la que mucho tienen culpa Vicente Fox y Felipe Calderón. ¿Así o más diabólicos? Seguramente la señora Piña ya debe estar ejercitando los dedos para firmar cualquier apelación a favor de que se continúe boicoteando este régimen. Ya no sé si en el Poder Judicial se busca autonomía o autocracia. ¿Y se asustan por una camiseta? ¡Por Dios! Es de terror que se trate de impedir una reforma que intenta beneficiar a los pensionados, de acabar con el rodeo donde se jinetean sus recursos. Esta apropiación de recursos en las aforeras es más mortal que una camiseta, es casi el germen de un genocidio. Y lo digo con conocimiento de causa como pensionado del IMSS. Ultimadamente, la difusión del “meme” sí fue inapropiada porque la claridad del mensaje, una broma, sólo funcionó en un pequeño grupo de adictos a los “memes”. La oposición no sólo no entendió la broma, ni intentó hacerlo, sólo la lleva a extremos apocalípticos para tratar de convertir al “Mesías Tropical” en el Anticristo definitivo. Ya imagino a Calderón, el “ultra” de los moneros, dibujando a don Andrés con cuernos, pezuñas y cola… si es que no lo ha hecho ya.