Seis meses han transcurrido desde que el huracán Otis azotó la costa de Acapulco, arrasando con todo a su paso. Hoy, después de seis meses de estragos, Acapulco emerge de las ruinas; informó MILENIO.
En medida en que los escombros fueron retirados, y los apoyos del Gobierno de la República fueron entregados, los prestadores de servicios, hoteles, restaurantes, comerciantes, todos, volvieron a salir, reabrieron sus puertas a los nacionales y extranjeros, pues saben bien que el 90 por ciento del PIB acapulqueño depende del turismo.
“Nosotros desde el primer día a las 8:00 horas ya estábamos aquí y ningún trabajador se dio de baja, todos nos sumamos al esfuerzo, nos concentramos en este negocio El Camarón Jackie y desde aquí empezamos a hacer la limpieza y los trabajos de reconstrucción para darle servicio a los turistas”, dice a MILENIO Jesús Zamora, presidente de Infraestructura del Consejo Consultivo de Turismo de Acapulco y empresario restaurantero.
“Los apoyos -explica- sirvieron para subsistir. Pero necesitamos apoyos financieros de más alto nivel, créditos bancarios, créditos que a través de los bancos se dé un crédito flexible con intereses bajos a un plazo considerable para que sea pagable para poder reactivar la economía de los negocios en Acapulco”.
Estos incentivos gubernamentales llegaron también al comercio de arena y mar, que fue apoyado por los tres niveles de gobierno; “Aunque parece sorprendente después de Otis hemos recibido apoyo, hemos recibido turistas, no tanto como antes pero poco a poco se va incrementando todo eso”, relata Esteban Alberto Salazar, trabajador del restaurante El Capi, ubicado en Papagayo.
Sin embargo, los estragos de la tormenta superaron cualquier tipo de prerrogativa.
“A veces recordamos esa hora fatídica y nos entra escalofríos, más a los náuticos y esa psicosis que nos dejó el fenómeno natural… no vamos a poder borrar de la noche a la mañana difícilmente”, dice.
“Una embarcación menor oscila entre los 400 mil pesos, difícilmente con 50 mil puede uno reactivar una embarcación”, asegura Arturo Pantoja, presidente de Unión de Sociedades Cooperativas de Guerrero, organización que aglutina a bananeros, lancheros, y motos acuáticas de este puerto.
Y en las zonas más alejadas de la costera, aún siguen esperando, como el caso de Natividad Ramírez Bermúdez, comerciante mariscos Caletilla, quien sigue esperando a que pase algo.
“En mi caso yo no fui censada, me tuve que retirar de Acapulco por mi marido, por temas de medicamentos, es diabético e hipertenso. Hasta la fecha me apuntaron en el parque de la reina, me prometieron que me iban a llamar, no fui censada, no me ayudaron con ningún apoyo, nadie se nos acercó”, dijo a MILENIO.
La ciudad, de sol y arena dorada y su vibrante vida nocturna que inmortalizó Luis Miguel, se enfrentaron al desafío más grande de su historia, y a medio año del ataque del meteoro, el turismo no tuvo de otra más que hacerse en medio de la reconstrucción.
Ejemplo de ello quedó en las luces de colores que emanan las calandrias a lo largo y ancho de la Costera, y que avanzan entre el tumulto, paseando turistas con estrepitosas bocinas que exhalan luces a ritmo de Bad Bunny.
“Fíjese que el turismo nacional no nos ha abandonado, ellos vienen, pase lo que pase ellos vienen a Acapulco puro nacional porque extranjeros ya no vienen como antes, antes me acuerdo que venían gringos, canadiense ahora… nada”, lamenta Miguel Ángel Quintana, trabajador de una de estas carretas típicas de Acapulco.
Y en efecto, el turismo chilango es el que más ha aportado a esta reconstrucción y recuperación económica en este puerto que tiene seis meses en obra negra. Pero aún faltan los dólares, y los diamantes.
Edgar, por ejemplo, trajo a su familia y se asume como chilango: “Fue el clásico ‘Acapulcazo’, todo salió en un desayuno y nos venimos para acá desde hace tres días andamos por acá”, y sigue en la fiesta, con la familia, en medio de la costera.
Lo mismo Bere, quién le acompaña y no oculta su preocupación: “yo me lo imaginaba o me lo esperaba más que no había turismo aquí pues cosas cerradas”.
Y desde el extranjero se emanan voces, como la de Graciela, quién, desde Costa Rica pide a la comunidad visitar Acapulco.
“Con mucha tristeza porque como ha pasado vimos en las noticias los vídeos, fotografías cómo quedó. Yo vine hace cuatro años, lo conocí como era y al venir hoy hubo mucho mucho cambio, pero para tener seis meses se ha levantado muy rápido porque aquí estamos y nos ha encantado muchísimo”.
Hoy la zona turística es custodiada por soldados y guardias en cada esquina. Aún se pueden ver edificios dañados y calles anegadas. Pero aún así, el turismo avanza por la costera Miguel Alemán, come tacos tarascos, agua michoacana, o un pez crudo en ‘el zorrito’.
A medio año, nacionales y extranjeros aprendieron a hacer turismo, en medio de la reconstrucción, aunque para algunos no necesitan nada más que sol, arena y mar.
Imagen portada: MILENIO