Cada año las costas de México experimentan la llegada de fuertes lluvias, mareas altas y poderosas ráfagas de viento que en algunas ocasiones terminan transformándose en poderosos monstruos de aire caliente y húmedo capaces de arrastrar ciudades; informó MILENIO.
Todo forma parte de la temporada de huracanes, marcada por un ‘desfile’ de ciclones tropicales que avanzan, ya sea por la región del océano Pacífico o bien, sobre las aguas que conectan con el Atlántico.
El año pasado este periodo quedó marcado por ‘Otis’, un coloso que arrastró todo a su paso luego de tocar tierra como huracán categoría 5 en Acapulco, Guerrero.
Este año, y según los pronósticos, el panorama parece más favorable para las costas mexicanas del Pacifico, sin embargo, hay dos factores que no brindan un escenario tan amigable para aquellas regiones ubicadas cerca del Atlántico, esto debido a dos factores clave en el clima que podrían marcar la diferencia.
¿Qué ha causado alerta en los pronósticos?
De acuerdo con el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, este año en el océano Pacífico nororiental, las tormentas tropicales y ciclones comenzarán a hacerse presentes a partir del 15 de mayo (y se extenderán hasta el 30 de noviembre).
En el caso de la región del Pacífico Norte central y el Atlántico los huracanes llegarán un mes después, es decir, el primero de junio (y se extenderán hasta finales de noviembre).
Si 2023 fue intenso en cuanto a huracanes en el Pacífico, 2024 podría superarlo, esta vez en el Atlántico.
Y es que se prevé una temporada “extremadamente activa” para esta última región del mundo, según lo señalado tanto por la Universidad de Colorado, como por el pronóstico emitido por la Universidad de Arizona (considerado como uno de los más precisos en Estados Unidos).
¿Cuántos huracanes se esperan en el Atlántico?
Aunque las previsiones tienen variaciones, ambos reportes coinciden en que este año se podría superar el número promedio no solo de tormentas sino también huracanes registrados en los últimos años.
De acuerdo con Xubin Zeng, profesor del Departamento de Hidrología y Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Arizona, los modelos de predicción de la institución apuntan a que habrá cinco huracanes ‘importantes’ y 21 tormentas sobre la cuenca del Atlántico Norte, en la que se ubican tanto el Golfo de México como la costa este de Estados Unidos.
“Los cinco huracanes grandes pronosticados por el equipo podrían terminar siendo de categoría 3, 4 o 5, siendo la categoría 5 la más fuerte, marcada por vientos superiores a 157 millas por hora [252.66 k/h]”, señaló.
Un mes antes, la Universidad de Colorado informó que, dentro de sus análisis, se esperan al menos 23 tormentas y 11 huracanes, de los cuales, cinco podrían ser de categorías superiores a 3.
Cabe señalar que, el hecho de que se formen tormentas en el mar no quiere decir necesariamente que un huracán tocará tierra, sin embargo, se estima que “la probabilidad de que un gran huracán toque tierra en Estados Unidos y el Caribe está muy por encima de su promedio de largo período”.
Los culpables de este panorama
Hay dos culpables de que en los próximos meses se esperen estas condiciones: se trata del El Niño y La Niña, caras opuestas de una misma moneda es decir, el fenómeno concido como El Niño-Oscilación del Sur (ENOS).
Ambos son factores climáticos intermitentes que tienen impacto en todo el mundo. Por un lado, El Niño provoca que se eleven las temperaturas en el mar e incentiva la formación de ciclones en el océano Pacífico, en contraste, cuando llega La Niña las aguas se enfrían y se fomentan los huracanes en el Atlántico.
Dadas las condiciones actuales hay una gran expectativa de que El Niño pase a condiciones de La Niña entre verano y otoño, período que coincide con niveles cálidos récord en el Atlántico (y con posibilidad de que sigan aumentando): la receta para la “tormenta perfecta”.
“El Atlántico tropical proporciona un entorno dinámico y termodinámico más propicio para la formación e intensificación de huracanes. Este pronóstico tiene una confianza superior a lo normal para una perspectiva de principios de abril”, se lee en el reporte.
Ya desde marzo el meteorólogo Abimael Salas había adelantado a MILENIO que la presencia de La Niña propicia un área extensa de bajas presiones (provoca que los vientos fuertes disminuyan en la altura), lo que es un requisito importante para la formación de huracanes intensos.
Esto, sumado a las temperaturas muy cálidas de la superficie del océano, aumenta la probabilidad de que se produzcan importantes huracanes a lo largo de la costa continental de los Estados Unidos y en el Caribe.
Cabe señalar que, desde el año pasado, una investigación publicada en la revista Scientific Reports alertaba que en los últimos 20 años la velocidad con que los huracanes se intensifican ha aumentado en el océano Atlántico.
La autora del estudio, Andra J. Graner, encontró una conexión entre la velocidad acelerada con la que un huracán aumentaba su potencia, con el cambio climático provocado por el ser humano, específicamente con el calentamiento del planeta y su impacto en los mares.
Según lo explicado en el reporte, los lugares en donde se habían presentado intensificaciones más rápidas, también tenían temperaturas “inusualmente cálidas” en la parte superior del mar.
Y es que, las aguas cálidas son fuente de energía, pues es como si proporcionaran combustible a un motor térmico, de ahí que expertos se encuentren en alerta por la inusual situación en el Atlántico.
Imagen portada: Cuartoscuro