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Mariachis ‘made in USA’: crecen clases ‘online’ y en vivo

Gerardo Rangel le contaron maravillas de Wallingford. Aunque sus informantes nunca habían estado en el pequeño poblado de Connecticut, los amigos de los amigos le dijeron que allá había más trabajo, pagaban mejor por hora y era mucho más tranquilo que Los Ángeles, sus ‘free ways’ y el caos de una de las metrópolis más grandes del mundo; publica MILENIO.

Sin pensarlo mucho se mudó casi a ciegas hace 18 años, cuando solo había uno que otro mexicano y nada de su cultura. El lugar no lo decepcionó, excepto porque sus hijos pequeños se alejaban cada día de sus raíces en un proceso de “americanización” entre el idioma, los amigos, la televisión… ¡y la música sin mariachis!

Geográficamente Connecticut está, si no en las antípodas, sí lejísimos respecto del cálido occidente mexicano, territorio donde nacieron los primeros mariachis. Vecino de estados como Nueva York y Massachusetts, Connecticut está enclavado en la región atlántica de Nueva Inglaterra, que fue adonde llegaron a asentarse los primeros inmigrantes desde ultramar; cuenta con un alto nivel de vida y educativo (ahí está, por ejemplo, la Universidad de Yale).

A diferencia de Los Ángeles, nodo californiano al que Gerardo Rangel migró desde la Ciudad de México –y donde hay 3.4 millones de mexicanos que han empapado cada rincón con sus vendimias, comida y música–, en Wallingford se ven pocos paisanos: en 2023 el estado de Connecticut contó menos de 60 mil mexicanos, según la oficina del censo de Estados Unidos.

Llegaron los conjuntos ruidosos

La cultura del mariachi ha sido uno de los símbolos de identidad a los que se han aferrado los migrantes mexicanos en Estados Unidos; su tradición, crecimiento y popularidad corren casi a la par que en México.

En Estados Unidos, el historiador Jonathan Clark documentó la primera referencia al mariachi en 1852, cuando un cura usó en Texas la palabra “mariachi” para hablar de la presencia de bandas “ruidosas” con estas características.

Más de un siglo después, en 1961, surgió el primer mariachi universitario conocido como Los Camperos, en la Universidad Estatal de California y así arrancó la tendencia hacia la profesionalización: en 1970, el distrito escolar de San Antonio creó el primer curso de mariachis para secundaria y desde ahí se multiplicó por todo el país: actualmente hay más de 500 programas en el mismo número de universidades en la Unión Americana, según la Hispanic Perspective Magazine on Education.

Connecticut, por su geografía, había estado ajeno a toda esa explosión musical, una ausencia que sólo era percibida por los mexicanos de la región, frustración que percibía con atención Evangelina Mendoza, fundadora de la Scout School of Music, donde enseñaba a los niños música católica a mediados de la década de 2010.

Los padres querían que sus niños aprendieran guitarra, trombón, trompetas de mariachi y ella invirtió en los instrumentos hasta que se dio cuenta de que necesitaba ayuda. “Así fue como se puso en contacto con Mariachi México Antiguo”, recuerda Saúl Olivas, integrante de la agrupación oriunda de Las Vegas, en Nevada.

En resumen, lo que Mendoza propuso fue llevar hacia un lugar virgen en la cultura de la música tradicional mexicana un detonador al estilo bomba margarita, cuyas esquirlas se incrustaran con fuerza hasta uno de los últimos rincones de Estados Unidos con una resistencia involuntaria al mariachi.

Escucharon la voz del guitarrón

Corría el año 2018, Saúl Olivas tenía 20 años, dos meses de entrar al Mariachi México Antiguo como un representante de jóvenes mexicoamericanos que comenzaban a quitarse vergüenzas y ataduras para mostrar a los cuatro vientos su origen que poco a poco derivaría en las nuevas generaciones sin ataduras que hay actualmente.

Nacido en Las Vegas, de madre migrante de Zapotiltic, Jalisco, y padre oriundo de Las Papas, Durango, Saúl era un típico muchacho mexicoamericano “no sabo”, como se le conoce a los hispanos que buscan desprenderse de lo que representaban sus padres.

Sólo escuchaba rap y rock y estudiaba música clásica en acordeón, hasta que llegó a la preparatoria y su vida dio un giro de 180 grados cuando se inscribió en clases de guitarra de mariachi. Ahí un profesor lo convenció poco a poco del poder y la importancia de la música mexicana y empezó a leer en las partituras toda la belleza de esta.

Se enganchó hasta hacerse parte del Mariachi México Antiguo. Tenía dos meses de haber sido contratado cuando le dijeron que se mudarían para Connecticut y él aceptó a pesar de los refunfuños de su madre. Tenía 20 años, sólo 12 más que Jairo Rangel, uno de los alumnos que ya lo esperaba junto con su familia con toda la fe en la mexicanidad.

Jairo Rangel se inscribió a la Scout School of Music, donde el Mariachi México Antiguo fincó su base de operaciones. Empezó su aprendizaje con el guitarrón y a poner más atención a las letras. Entonces, todo lo que anteriormente había escuchado del país de sus padres cobró sentido.

“Cuando escucho la música de los mariachis, me parece que escucho la historia de cómo es México, de cómo son las personas porque te da una idea de lo que es y siento que, tocando, soy parte de México”, reconoce Jairo en entrevista con este diario.

Por su cuenta, empezó a investigar más sobre mariachis en México y en Estados Unidos, a hablar con los muchachos más cercanos con tanto júbilo del tema que convenció a otros de sumarse al entusiasmo.

“Uno de mis amigos se había inscrito a la academia igual que yo, pero a tocar la trompeta y al principio no le gustaba tanto, pero yo le recomendé escuchar a Los Camperos [aquel primer mariachi de la Universidad Estatal de California] y para él fue muy impactante”, recuerda. “Se metió tanto que ahora está tocando profesionalmente con el Mariachi México Antiguo”.

El muchacho se llama Javsiel Zepeda y ahora es el más joven de la agrupación. Había entrado a la escuela de mariachi porque su casa quedaba cerca y por las tardes no tenía mucho qué hacer. Actualmente, combina siete horas de escuela para graduarse como técnico en aire acondicionado con dos clases de música a la semana, más las presentaciones de sábado y domingo.

Está animado. “Quisiera ir a México y aprender del mariachi allá, ver Garibaldi [la plaza situada en el centro histórico de la capital], visitar el rancho de Vicente Fernández [Los Tres Potrillos, en las afueras de Guadalajara]”, explica y reconoce que ello sería un complemento ideal a su formación musical y cultural.

Más apoyos en EU

Así como el joven Javsiel Zepeda anhela lecciones de la cuna del mariachi, sabe que no serán tan académicas como las que se imparten en Estados Unidos. Esta carencia educativa la reconoce incluso la Unión Mexicana de Mariachis, que desde 1943 no ha logrado regularizar el oficio del mariachi como una profesión en las universidades mexicanas con sus jarabes, minués, polkas, valonas, chotis, valses, serenatas, corridos

Esta diferencia académica empuja al mariachi estadunidense por encima de México en la formación de nuevos cuadros. En San Antonio, por ejemplo, se celebra desde hace 26 años el concurso más importante del país a nivel secundaria: el Mariachi Vargas Extravaganza, que se lleva a cabo en el mes de diciembre.

En las escuelas, institutos y universidades estadunidenses están convencidos de que los programas de mariachi “son poderosos catalizadores de cambios positivos”: construyen comunidades fuertes, tanto dentro como fuera de la escuela, enseñan a trabajar en equipo constante, forman fuertes vínculos con otros miembros del grupo, tanto latinos como no latinos.

Con tal convicción, los subsidios para apoyo a estos programas son constantes. A través de distintos incentivos se han mantenido vigentes durante décadas el Programa de Mariachi del Distrito Escolar del Condado de Clark en Las Vegas, el más grande del país, que hace Talleres Nacionales de Mariachi para Educadores o el Mariachi Huenachi en Wenatchee High School, en el estado de Washington.

Además el Mariachi Aztlán en Pueblo High School en Tucson que recibió el Premio Arizona Governors Arts Award for Arts in Education 2021; el Mariachi Los Lobos en La Joya ISD Palmview High School en el Valle del Río Grande del Sur de Texas y el Mariachi Heritage Foundation, dirigida por César Maldonado, que apoya los programas de Mariachi en las Escuelas Públicas de Chicago.

Lejos, pero tenemos internet

En Connecticut, la comunidad mexicana aún no llega a ese punto institucional, pero va para allá. El profesor Saúl Olivas reconoce que, después de ocho años de formar a pequeños mariachis, estos se han multiplicado y ya forman sus propios grupos. “No los queremos tomar como competencia sino como una cosecha: lo que se sembró está creciendo”, señala.

“El resultado es que cada día nos respetan más: los músicos americanos vienen a vernos y nos dicen ‘wow no sabía que un mariachi podía tocar así’ o ‘¿a poco todos cantan? Yo pensaba que solo había un cantante’, y así se van enamorando de nuestra música: yo los veo que regresan muchas veces a vernos tocar una y otra vez”.

Los estudiantes también se lo han tomado muy en serio. Jairo Rangel, por ejemplo, pasó de estudiar el guitarrón a la trompeta, luego la vihuela y la guitarra. En los últimos tiempos le dio por el arpa, pero para esta especialización sí volteó hacia México, a buscar músicos que le pudieran dar clases a distancia, en línea.

Había tenido una experiencia previa durante la pandemia, cuando cesaron las clases en Connecticut y un grupo de padres de familia buscó opciones para que sus hijos siguieran tocando. Uno de ellos escuchó al poblano Alejandro Cordero cantar ‘Can´t take my eyes of you’, en YouTube, y se pusieron en contacto con él.

Originario de Emilio Portes Gil, un pueblo del municipio poblano San Nicolás Buenos Aires, aceptó el reto on line y la experiencia fue tan buena que se prolongó por más de un año hasta que todo volvió a la normalidad. Pero cuando Jairo quiso especializarse en arpa ya no había con quién acudir… ¡otra vez!

Cordero les recomendó a Miguel Ángel Reyes, violinista y arpista de la música tradicional mexicana radicado en Puebla. La conexión fue inmediata. “Están haciendo un gran equipo”, reconoce Evelia, mamá de Jairo.

El arpa fue un instrumento fundacional en los grupos de mariachis pero se cree que dejó de usarse por el peso y las dificultades de traslado. Hace una década, volvió a ponerse de moda cuando la retomaron algunos de los más famosos mariachis como El Sol de México.

“Quien toque ahora el arpa tiene gran futuro laboral porque no hay muchos”, observó el arpista Reyes. “Y México es una fuerte de ese conocimiento porque es uno de los países con el mayor número de estilos de arpa del mundo: la michoacana, la jalisciense, la jarocha, poblana, de Guerrero, la de San Juan Chamula y un sinfín que pueden fusionarse”.

En 2018 Reyes fundó el primer seminario de arpa folclórica con nivel curricular a escala nacional por parte de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. El impacto que causó fue notable. Quiso empujarla hacia una licenciatura, pero por el momento no cuajó el proyecto. “Tiene todo para que sea profesional”, considera el profesor.

Entre tanto, Miguel Ángel Reyes mira hacia Estados Unidos con sus clases en línea sin quitar el dedo del renglón en México, porque tanto allá como acá están convencidos de que el mariachi es una sola cultura, aunque a veces ambos países peleen por los créditos o se arrebaten el récord Guiness del mayor número de mariachis cantando simultáneamente.

Imagen portada: Luis M. Morales | MILENIO

Fuente:

// Con información de Milenio

Vía / Autor:

// Staff

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Autor: lostubos
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