Por Carlos Chavarría
Pertenezco a la generación de los nacidos poco después de la segunda gran guerra del Siglo XX y quiero entender cómo es que un miembro de esa generación, en pleno Siglo XXI, que fue testigo de las perversidades del sistema político mexicano fundado por Calles. Que primero se mediatizó con la falsa oferta incluyente del sistema del viejo PRI, para luego luchar por liberar a México de su influencia, al final, se convierte en el ejemplo más decantado del mismo viejo sistema que tanto daño causó.
Quiero entender donde está el significado y destino de la expresión “regeneración nacional” y por supuesto el de transformación que tanto se pregona. ¿De todos los futuros posibles para una transformación solo pudimos escoger volver al pasado clientelar? Del mismo modo no comprendo a una centro derecha que busca continuar con la estrecha visión de futuro enfocada en el mismo utilitarismo mercantil que pretende definir todo lo humano, a pesar del déficit social que se arrastra desde que somos independientes.
Somos testigos de la grave crisis de conciencia por la que está atravesando la humanidad entera, donde la sincronía más elemental para la convivencia está perdida, al no reconocer los síntomas del agotamiento de la narrativa tecnocrática como explicación y solución de todo. En tanto, nosotros estamos metidos en la precariedad intelectual ansiosa por volver al pasado o sostener lo que ya no funciona.
Aunque no somos memoriosos como el Irineo Funes de Borges, que lo recordaba todo, de Funes aprendimos a construir un lenguaje especial que sintetiza la microhistoria para que la suma histórica recordable siempre coincida con la visión preconcebida que tenemos de la misma. En ese ejercicio racionalizador de nuestros errores son ahora especialistas los políticos mexicanos.
Es fecha que los expresidentes que se han atrevido a convertir su ejercicio memorioso en literatura, son ejemplo de los niños que para eludir algún castigo construyen siempre dos narrativas de los hechos para convertirse en héroes, y si la evidencia es apabullante ya de perdido en víctimas de las circunstancias. José López Portillo, el que juro defender el peso como un perro, pronunció en su quinto informe de gobierno, ya en pleno declive: “…¡soy responsable del timón, pero no de la tormenta!”.
Cuando explotó el asunto de los Tesobonos a final del sexenio de Carlos Salinas que se “resolvió” con el FOBAPROA, la historia contada como media verdad es que fue necesario hacer todo para conservar el ahorro de los mexicanos. Inolvidable también la narrativa de Pedro Aspe, ex de hacienda de Salinas de Gortari: “…si la economía estaba colgada de alfileres, ¿ara que se los quitaban?
Ahora somos testigos de lo impensable, algo inédito, un presidente que en el fondo no se quiere ir, a grado tal que él es el candidato real y activo de la campaña de su elegida, y activamente ya promueve las dos historias que habrá de contar, cuando tarde o temprano deba dejar el poder.
México no está bien por el lado que se le vea, pero la narrativa es que lo mejor está por venir. En lo económico, todo se ha sostenido por la infiel inversión volátil o golondrina atraída por las tasas de interés que paga el país, en detrimento de la inversión doméstica. Aunque la narrativa que se cuenta es que el peso está fuerte.
La economía no ha crecido en 6 años, excepto por los proyectos de largo plazo del propio gobierno, la historia es que las “utilidades” de esos proyectos ya se están repartiendo para pensiones universales mínimas.
La emisión primaria y la deuda pública han llegado a su límite prudencial y no hay más reservas para continuar los compromisos de los programas sociales. La narrativa es que bajo la pobreza, aunque la inflación subyacente no ceda. Los servicios que presta el estado se han deteriorado y no hay forma de revertir la caída de su productividad y calidad. La historia es que ya competimos con países de primer mundo, sí, como Dinamarca.
La inseguridad se ha extendido hasta ser considerada motivo de preocupación y zozobra en todo el país y hasta fuera de este, por aquello del fentanilo, pero la narrativa es que quizás subieron los homicidios, pero la violencia ha disminuido.
Para ejemplarizar la lucha contra la corrupción se usa la supuesta culpabilidad de una viuda involucrada en un fraude de 31.0 millones de pesos contra PEMEX, mientras la narración es que es otra meta cumplida, aunque SEGALMEX todavía es un misterio.
Desde la mas alta tribuna del país la sociedad ha sido dividida en dos grandes grupos. En el primer grupo están los que apoyan a ciegas a AMLO, el pueblo bueno, y por el otro, los mafiosos, aspiracionistas, hipócritas racistas, clasistas, corruptos, déspotas, rateros, deshonestos, simuladores, ladinos, sabiondos, conservadores, clasemedieros, etc. Que son la causa y origen de todos los problemas. Sin embargo, todo sea dicho con mucho respeto.
Ya están listas las dos historias que se abran de contar bajo cualquier escenario electoral y económico para pasar a la historia en el papel que convenga más al poder en turno. Mientras yo sigo sin entender para que dedicar toda una vida a la intención personal de ocupar La Leonora, si no había proyecto concreto y cierto de mejoramiento de país.
«Quienes buscan utilizar la historia también pretenden implantar o imponer su lado de la verdad, su posición frente a los hechos históricos, su propia visión ideológica histórica». Óscar Tamez Rodríguez, Ponencia presentada el 15 de noviembre de 2014 en el Centro Cultural Colegio Civil de la UANL.