Por Félix Cortés Camarillo
Hace un par de días leí en el periódico una nota sobre Clive Palmer, un obeso ricachón australiano y setentón, dispuesto a gastarse la décima parte de su fortuna, estimada en diez mil millones de €uros, en mandar construír una réplica exacta del RMS Titanic (con su tercera clase incluída), el más grande buque de pasajeros del mundo, para echarla a la mar antes de cuatro años. Desde luego, repleta de pasajeros añorantes y, supongo, temerosos.
El itinerario no ha sido aún definido, pero necesariamente tendría que iniciar en Southampton, en el sur de Inglaterra para llegar -ahora sí- a Nueva York, después de escalas en Cherburgo, Francia y Queensland, Irlanda.
El renacido Titanic II ha de ser una copia fiel del original. 270 metros de eslora, un poquito más de los 30 metros de manga, por aquello de los mareos. Llevará las cuatro chimeneas famosas del buque, aunque solamente tres eran originalmente usadas para desahogar los humos del carbón quemado abajo; la cuarta era de ornato y para ventilación. El Titanic II se moverá por energía elécrica/diesel y los hornos de carbón desaparecen, pero las chimeneas son escenografía indispensable. Lo demás será una réplica del original. Los restoranes, suites de lujo, decorados y ornamentos se respetarán.
Dicen que muchos de los muertos del Titanic fueron causados por el seguimiento estricto de dar proridad a mujeres y niños en barcas de salvamento, que siendo insuficientes, salieron medio llenas al inicio de la evacuación.
No sé por qué tengo en la mente desde hace cierto tiempo la imágen del PRI, y en general de todos los partidos políticos mexicanos, como de barcos horadados en la línea de flotación y que, como el RMS Titanic se comienzan a hundir por la proa; más a consecuencia de la soberbia de su historia que por el impacto de un iceberg inadvertido.
En eso estaba cuando me llega la noticia de que el generoso Alejandro Moreno, presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI y candidato número 1 a la senaduría segura hace una oferta al sonrisas Máynez para que antes del debate del domingo próximo decline en favor de Xóchit, a cambio de que Alito renuncie a la dirigencia del PRI y a su senaduría asegurada. ¿Qué pasó Alito? ¿Y el capitán y su nave? Como si a tres semanas de una elección presidencial un candidato se pudiera, legalmente, bajar del caballo y subirse a otro. Como si los mexicanos votantes fuesen piezas de cambio y estuvieran esperando la orden de “si ibas a votar por mí, ahora vota por Fulano”.
No mamen.
Como si fuera poco, el señor Máynez, desde la nube en que baila su sonsonete, mandó decir que sí, que renuncie Alito, que nombre a Beatriz Paredes como su sucesora y que después del debate verá si platica con ella; y de qué. ¿Ya le preguntaron a Beatriz?
Yo me doy. Me siento como violinista de la orquesta del Titanic. Voy a seguir tocando hasta que esta madre se hunda. De todos modos, ni nadar sé.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Espero que alguien gane las elecciones del primero domingo de junio. Espero que el orate de Palacio reconozca los resultados aún si le son adversos, y que haya elementos mexicanos que le obliguen a hacerlo. Quienquiera que gane, mi única petición -por ahora- es que los debatidillos electorales desaparezcan.