Por José Francisco Villarreal
Es legendario que en Constantinopla, antes Bizancio y hoy Estambul, la diversión favorita en la capital del entonces flamante imperio cristiano era discutir. El joven emperador Constante, en el siglo VII, intentó parar esa locura inútil con un edicto imperial. Esto sólo sembró discordia con el patriarca (obispo) de Roma, y con el tiempo generó el segundo gran cisma del cristianismo institucional. La leyenda cuenta que los bizantinos no escarmentaron, y que en mayo de 1453, mientras un ejército otomano sitiaba la ciudad, dentro de las murallas los teólogos discutían cuestiones baladíes. Unos dicen que el tema era el sexo de los ángeles, si tenían o no; otros que era sobre cuantos ángeles cabían en la cabeza de un alfiler. El 29 de mayo cayó la ciudad, nunca sería recuperada por los cristianos, y el sultán Mehmed II acabó con las discusiones bizantinas imponiendo otro gobierno y otra religión.
Lejos de Bizancio, desde mi búnker doméstico, martirizado por un calor más cruel que Diocleciano, tuve la paciencia de ver algunas mesas de comentaristas debatiendo sobre el tercer debate presidencial. Me sentí en Constantinopla de aquellos días, con la diferencia que allá llovió, y aquí, ¡ni gota! La marea rosa y el debate, en voz de esos comentaristas, son también discusiones bizantinas. Falta aún ver los cierres de campaña para notar si ha servido de algo. Además de la permanente e implacable guerra sucia, muy sucia, los únicos instrumentos útiles de estos turcos y cristianos serán el desplante final de fuerzas, y la siempre comedida u omisa difusión que se dará en los medios. Las encuestas serias que he podido ver sobre el tercer debate coinciden en el triunfo de Claudia Sheinbaum, ninguna novedad respecto a Bertha Xóchitl Gálvez, y un aparente progreso de Álvarez Máynez. Interesante, pero no definitivo. En menos de dos semanas se hará la encuesta verdadera, siempre y cuando no la cucharee el INE, la sabotee el TRIFE, o la invalide el Cártel de la Toga, conocido con el apodo burlón de “Poder Judicial”.
Salvo en el porcentaje de fanáticos rosados que permanece fiel a Bertha X, en los demás se generalizó rápidamente la idea de su derrota en el debate. La señora no administró el impulso de los miles de seguidores rosáceos; sudor, gritos y vituperios, de oquis. Con sólo dos “encuestadoras” de pésima fama a favor por obvias y fraternales razones, la nota normal del lunes tenía qué ser esa “derrota”. Era previsible tener algo preparado para superar tan malas noticias. Y lo tenían. Un desplegado de poco más de 260 fulanas y fulanos autodeclarados, algunos con razón, como referentes culturales, publicó un par de párrafos con sus motivos y una lista de “abajofirmantes”, todo en apoyo y convocatoria para votar por Bertha X. Los dos párrafos no acabo de ubicarlos en alguna corriente literaria. Hay alguna certeza, pero en su mayoría, las afirmaciones son mera ficción, si acaso algunas verosímiles. Me recuerdan tanto las historias de Münchausen. La lista, en cambio, es sorprendente. No sé si ellos se autodefinieron como intelectuales o si fue adorno de los medios de comunicación. El caso es que sí, son intelectuales, como todos los que mal o bien podemos utilizar la inteligencia. Salvo que muchos de esos intelectos dorados en particular han hecho de esa práctica una profesión y una clase social exclusiva, en donde se trata de entender la realidad desde el olimpo de los sesos. Una profesión muy bien pagada, por cierto. Y como el cliente siempre tiene la razón…
De la lista de estos hacendados porfiristas de las opiniones y las conciencias, hay algunos que sé quiénes son, y lo sé sólo porque soy un viejo sexagenario. Otros porque de joven mantuve un breve amasiato con la Cultura… Sí, fui un joven irresponsable. Otros sé quiénes son pero no me explico qué hacen en esa lista, además de estar en las listas nominales del IFE y la de personas a las que no invitaría a tomar un café. Hay otro bloque de firmantes que no tengo la menor idea de quiénes son, aunque algunos apellidos coincidentes me hacen sospechar sus identidades. Noté el nombre de Ofelia Medina, pero parece que era otra Ofelia, u otra Medina, u otra firma de Ofelia Medina… A ver cuántos “homónimos” resultan entre las rúbricas. Hubieran utilizado el viejo truco priista e inflar de rúbricas consultando el obituario cultural. Los difuntos no desmienten. Muy “confiable” la lista, ¿no es verdad? Para ser tan cultos y tan intelectuales no son tan pulcros; habría que repasar con nuevos ojos sus “obras”. Con todo y tanto nombre, y tanta rúbrica, y tan panorámica foto con Bertha X, millones de ciudadanos ni los conocen ni tienen por qué confiar en ellos. Paradójicamente, para los mexicanos es más conocida y más popular Bertha X que ese selecto grupo de “notables”. Se trató en todo caso de 260 y tantos votos que suma Bertha X, pero que no suman un carajo, porque ya estaban sumados desde antes de las precampañas. Fuegos artificiales para ocultar la derrota en el tercer debate y esa alarmante exhibición ultraderechista que fue la marea rosa.
Una joya del mentado manifiesto la dio el vociferante Aguilar Camín, que defiende la democracia pero repudia la inclusión de Álvarez Máynez en la contienda. Este sujeto supone que un debate debe ser un careo, pero sólo entre púgiles a su gusto. Alguien le informe que el Coliseo romano cerró hace mucho, que ya no hay emperadores que decidan con el pulgar, y la única plebe frenética que podría azuzar la pelea estaba exhausta luego de la asoleada rosa del domingo. El manifiesto miente también al decir que la polarización unió a tres partidos, sólo fue la obediente disciplina ante Claudio X. Los “intelectuales” esperaban en la banca de relevos por la misma razón. No fue don Andrés el causante de la polarización. Ya existía, él sólo la puso en evidencia. Descorrió el tupido velo que encubría a los magnates que controlaban gobiernos y se beneficiaban de ese control. Mostró los rostros de la rapiña y el despojo, el extremo polarizante de la sociedad. Lo que siguió fue un efecto dominó, donde medios de comunicación, periodistas, comentócratas, organizaciones, y una clase social económicamente ambigua y ridículamente “aristocrática”, se exhibieron solos al defender lo indefendible: una casta económica, por encima incluso de la aristocracia del “intelecto”. Todo junto está transitando rápidamente hacia una derecha más radical y violenta, que ya ha enviado sus profetas a medir la turbulencia con personajes tenebrosos como Verástegui, Cayetana y Abascal. No hay pluralidad multicolor en eso: hay un negro abismo. No hay diversidad en los partidos coligados: hay sólo una derecha autoritaria que pretende a cualquier costo imponer a la candidata más inapropiada para a través de ella no gobernar sino sojuzgar a todo un país.
Yo no voy a pretender ser más importante que el cultísimo Roger Bartra. Pero así sea una eminencia, no estoy obligado a estar de acuerdo con él. Si de atentar por la democracia se trata, son esos mismos “intelectuales” los que lo hacen pretendiendo pontificar ante una inmensa mayoría, pretendiendo representar votos de calidad. Eso es subversivo y ofensivo. Lo medular de la democracia es precisamente que el voto de cada ciudadano vale exactamente lo mismo. Sean 260, trecientos, mil “intelectuales”, no son quienes deben determinar la libre decisión de cada elector, así sea un analfabeta. Y Krauze sigue con sus dislates invocando la autoridad superior de los “notables”, como él. No hay tal. En una democracia, que es lo que dice defender, la autoridad es una convención social que emana del poder, y el poder es del elector y se ejerce principalmente a través del voto. No hay nada más. No hay tal Olimpo de dioses y diosas de la sabiduría política. Recuerde, si se le olvida al presunto historiador, que desde 1917 se implantó el voto directo, y que el sufragio universal se concretó en 1955, con la inclusión del voto femenino. Fue una lucha larga y difícil como para que ahora nos pretendan arrebatar ese derecho con mentiras. No hace mucho escribí que la inteligencia no garantiza nada, porque desde la cumbre de la soberbia se puede justificar lo que sea, tal como lo que este grupo de “intelectuales” está justificando: la ausencia absoluta de proyecto de nación que representa el frente cardiaco y, más claramente, su abanderada por la presidencia. “Intelectuales” rosas… ¡nada más eso faltaba!