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María Scherer conversa sobre ‘Periodismo para la historia’

María Scherer, periodista, autora de libros como El priista que todos llevamos dentro, escrito en colaboración con Ignacio Lozano, y la novela Segundo tiempo, muestra el “objeto más preciado de su casa”: la primera edición de Los periodistas que su autor, Vicente Leñero, obsequió a su padre, Julio Scherer García, con una hermosa dedicatoria. El libro, un clásico del periodismo mexicano, relata el golpe que el gobierno de Luis Echeverría dio el 8 de julio de 1976 a Excélsior, provocando la salida de su director, Julio Scherer García, con quien abandonaron el periódico la mayoría de los colaboradores editoriales, reporteros y personal administrativo.

La conversación con María Scherer tiene como eje la aparición de la antología Periodismo para la historia (Grijalbo, 2024), que reúne textos del fundador de la revista Proceso, desde sus inicios hasta marzo de 2015, cuando se publicó póstumamente su ensayo “Morir a tiempo”. El libro se presentará el miércoles 3 de julio en El Sótano.

Con introducción de Rogelio Flores Morales, a quien en 2006 Julio Scherer García (Ciudad de México, 7 de abril de 1926-7 de enero de 2015) encargó reunir todos sus textos, Periodismo para la historia abre con una entrevista de 1949 con María Félix y continúa con más de seis décadas de notas, crónicas, entrevistas dedicadas a los muralistas Diego RiveraJosé Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros; a Rufino TamayoFrida Kahlo y Francisco Goitia; a Alfonso Reyes y José Vasconcelos; a Igor StravinskiPablo Casals y Ana Pavlova; a las actrices Jane Fonda y Bibi Andersson; al Nobel de Economía Lawrence Klein

¿Algún día dejó de pesarle a su padre el golpe a Excélsior?

Eso ya no le importaba. Lo que pasa es que fue un hito. Hay momentos en la vida de las personas, un día o un evento, que las transforma por completo. Excélsior fue eso en la vida de mi padre. Hay personas a las que nunca perdonó, con las que no había espacio para la reconciliación o para olvidar lo que hicieron, porque no solo se lo hicieron a él, se lo hicieron a todo México: dañaron al país, a la libertad de expresión. No era un hombre agrio, ni amargado; al contrario, era muy alegre, muy divertido. Si no hubiera superado eso, no habría conocido al hombre que conocí.

No se trata de celebrar el golpe del 76, pero si no hubiese ocurrido tampoco habría surgido Proceso, que me parece fue la gran obra de su padre.

Mi padre también hizo de Excélsior el periódico más importante de América Latina. Si no hubiera existido ProcesoExcélsior hubiera sido ese periódico que fue durante muchos años más. Pero eso no fue lo que ocurrió y así no se escribió la historia.

¿Por qué el libro se enfocó tanto en los textos de cultura?

Eso no lo puedo responder porque la selección la hizo Rafael Rodríguez Castañeda, quien sucedió a mi papá en la dirección de Proceso. Pero sí puedo decir que mi padre sabía de arte y lo apreciaba mucho. Ni qué decir de la literatura, era un gran lector. Le gustaba la pintura, trabó amistad con los muralistas. Conoció bien a María Félix; en este libro hay varias conversaciones con ella. Le gustaba mucho el cine. Estar cerca de toda manifestación cultural y en convivencia con los creadores era muy importante para él.

Veo un interés de la antología en que los jóvenes se acerquen al gran periodismo por la vía de la cultura.

Para cualquiera que aprecie una crónica o una nota bien escrita. Tengo un hijo muy interesado en la historia de América Latina, y para él ha sido muy sorprendente leer y aproximarse a la historia latinoamericana a través de los personajes con los que habló su abuelo. Si hay un interés por la historia, un gusto por las piezas periodísticas bien escritas, aquí hay material de sobra.

¿Descubrió algo nuevo sobre la obra de su padre en esta selección?

Que al principio era muy formal. Una sorpresa muy grata ha sido darme cuenta que desde muy joven mi padre escribía muy bien, tenía un talento nato. Hay quien lo trae, quien nace con eso. Él fue una de esas personas. Aunque dedicaba mucho tiempo a editarse, a reescribirse y a tratar de embellecer los textos. No lo llamaría una sorpresa, pero sí ha sido grato descubrir cómo escribía en sus 20 y cómo fue limpiando su estilo a través de los años. Algo que siempre me recomendó, porque yo le pedía consejos, era que, a la hora de redactar, escribiera oraciones cortas. ¡Y él no lo hacía en sus primeros textos! Pero, en los últimos, se puede ver el uso persistente del punto y seguido para darle ritmo a la lectura.

¿Conocía todos los textos antologados?

Algunos los había olvidado por completo; otros no los conocía, y me preciaba de conocer la obra de mi padre. Un texto que no estoy segura de haber leído y que me emociona mucho como periodista fue la crónica sobre el funeral de José Vasconcelos, en su casa, en su biblioteca. Llegó el presidente Adolfo López Mateos con algunos políticos, y mi papá se acercó y escuchó las conversaciones que susurraban, los pésames a la viuda. Luego, literalmente, se metió a la cocina, habló con una de las nietas de Vasconcelos, que le contó cómo era su relación con el abuelo. Entró a la recámara y describió una colcha raída, con muchos años de uso, que habla de la vida modesta de Vasconcelos. Y en un buró vio una torre de libros y vio qué subrayó, para conocer qué fue lo último que pudo haber leído Vasconcelos. Hizo una anotación, más que de reportero, de detective. Aquí hay un periodista de a de veras.

Hay crónicas de funerales, obituarios, incluso en el caso de Alfonso Reyes revisa su biblioteca para ver quién le dedicó libros. ¿De dónde venía este interés de su padre?

Nunca se lo pregunté, pero es algo que siempre pasa. Cuando muere un personaje, hay nota, vaya que la hay. El día que muere Diego Rivera, mi padre habla con sus hijas, con su viuda. Es una bonita nota, porque en los días anteriores Diego se siente muy mal, tiene muchas dolencias, la mayor parte del tiempo está postrado y desanimado. Pero, el día que muere, la pasa muy bien, está de pie, es un buen día para Diego Rivera. Pero, ahora que lo dices, a Julio Scherer le gustaba hablar de la muerte, era un tema que lo atraía en los últimos años de su vida, en su vejez. Seguramente esa atracción la traía desde joven.

En el texto sobre su última conversación con Octavio Paz, don Julio habla de eso.

Con Enrique Maza, con Javier Sicilia y con Vicente Leñero hablaba muchísimo de la muerte. Leñero decía que mi padre lo negaba, pero que en el fondo era un hombre muy católico. Pero, cierto, le gustaba hablar con ciertas personas sobre la muerte. Y, de hecho, llegaron a grabar conversaciones que tenían entre ellos estrictamente sobre el tema.

Bromeaba también. A veces lo tomaba de manera más ligera cuando hablaba con sus hijos sobre morir. Porque era un hombre ordenado, quería que cuando él muriera Proceso quedara en orden, que sus cosas se repartieran de forma ordenada entre sus hijos. No tenía muchas cosas, pero sí muy claro a quién quería darle sus máquinas de escribir, por decir algo. Cuando nos hablaba sobre su muerte, decía: “Cuando yo sea flor”. Y bromeaba. Era un tema que no solo abordaba de manera profunda y seria.

Ejemplar de 'Periodismo para la historia'. (Foto: Javier Ríos)
Ejemplar de ‘Periodismo para la historia’. (Foto: Javier Ríos)

La crónica de don Julio sobre Goitia es estremecedora. ¿Era un hombre de ternura?

Era un papá súper amoroso. Perdí a mi madre a los 14 años; mi papá enviudó joven. Y te puedo decir que aprendí de feminismo por mi padre. He aprendido muchas más cosas después, pero como padre era muy próximo, muy cercano, era muy amoroso, y creo que la única manera de crecer medianamente cuerda después de perder a tu mamá tan joven es con un papá que está pegado. Ese fue mi padre.

En el libro hay un humor finísimo, como en la crónica del funeral de Pedro Infante.

Esa es una de mis favoritas. Sí, es un librazo, hay joyas. Mi padre era muy simpático. Lo que pasa es que hay una idea pública de él, como de este periodista duro, recio. Y, en ese papel, sí, frente a esos presidentes todopoderosos de aquellos tiempos, él tenía que presentar esta cara de hombre recio y duro. Pero no era así. Puertas adentro era simpático, divertido, ligero, y era muy dulce.

De todos los personajes que entrevistó Julio Scherer, ¿alguno le provocó miedo?

Miedo no, pero un día me confesó que hubo uno que lo puso muy nervioso, que le impuso, que le hizo sentir algo fuerte en el estómago: John F. Kennedy, cuando le dieron cinco minutos para entrevistarlo en Bellas Artes; y luego, detrás de él, otra que le hizo sentir lo mismo: Jackie Kennedy.

¿Alguna vez le contó por qué decidió ser periodista?

Debe de haberlo escrito en algún libro, pero no recuerdo ahora. Su madre era una gran lectora. Yo creo que ella le dio eso a mi padre; él fue lector desde joven. Cuando era adolescente, estuvo delicado de salud y pasó mucho tiempo en cama, y leía, leía y leía. Creo que le gustaban las historias y después se convirtió en un contador de historias. Estudió un poco en la Facultad de Derecho y luego en Filosofía y Letras. Y creo que algo importante es lo que no quería ser: su papá era banquero, eran tres hermanos, y los otros dos eran banqueros. Tenía muy claro que no quería ser banquero, andaba buscando zafarse. Su papá, para desestimularlo, le dijo que de algo tenía que trabajar y lo llevó a Excélsior de mandadero, pero, lejos de desestimularlo, lo llevó a su carrera.

Imagen portada: Javier Ríos | MILENIO

Fuente:

// Con información de Milenio

Vía / Autor:

// Staff

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Autor: lostubos
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