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‘Puan’: la revolución de filosofar

Una de las últimas películas que fueron financiadas por un país que hoy está desmantelando el arte se pregunta: ¿y los filósofos qué harán?

¿De dónde surgió la filosofía? Unos dicen que del asombro. Otros, que de la duda. Hay una tercera opción. Puan (disponible en Prime) discurre en torno a la lucha que se desata cuando hay que conseguir, en medio de la crisis social, una cátedra de tiempo completo en la Facultad de Filosofía. Esa que los bonaerenses llaman Puan; reporta MILENIO.

De la estación del metro emerge Pena. Nuestro héroe. Su apellido no es casual. Está triste. Recientemente ha muerto su mentor. Y Pena daba por sentado que se quedaría con aquella clase. Además, ha aparecido en la Facultad un antiguo compañero que estudió en Alemania y que cita a Kant en su idioma original. Todos se asombran, claro. Aún hay en este continente quien piensa que filosofar se limita a pronunciar correctamente la ü en alemán. Y puede que no entiendan absolutamente nada, pero citan a menudo a Hegel, a Heidegger y a Kant.

Este advenedizo, Caselli, no sólo cree haber superado al viejo profesor, está convencido de haber entendido Ser y Tiempo. También en México hay maestros así. Dos o tres. El punto es que entre Pena y Caselli comienza la batalla campal por ganar un examen de oposición. Pero, ¿cuál es el premio? La cátedra de Pensamiento político. Todos saben que el sueldo no les arreglará la vida, pero tendrán prestaciones y sin duda la existencia será más llevadera.

Llena de un sentido del humor que gira en torno a la crisis argentina y el estado de las cosas (que parece a punto de salirse de control), el hijo del filósofo parece ser el único adulto en esta película. Tiene once años y dice a su padre: a tu edad ya deberías tener una pasión. A lo largo de un emotivo trayecto dramático, Pena aprende lo insubstancial que resulta luchar con alguien como Caselli, el filósofo encantador de serpientes. El que fascina a la multitud con citas de Hölderlin enredadas en un farragoso discurso que suena, sin embargo, muy sustancial.

Pero, ¿ya te pagaron?, pregunta una por allá. Se están yendo los dólares del país, se queja otra. ¿Cuáles, los verdes o los azules?, bromean por allá. El país está a punto de votar al primer economista emergido de opiniones en TikTok. Los jóvenes están polarizados, en Puan hay pintas llamando a la lucha social y nuestros filósofos explican a Rousseau a Hobbes y, por supuesto, a los alemanes que es necesario citar en idioma original en un buen examen de oposición. En las calles hay explosiones y un día Puan cierra sus puertas. El rector ha escapado.

Llegada aquí, la película es un espejo frente a otro espejo. No sólo la filosofía ha dejado de ser un instrumento social, también el cine —que en Argentina dio a América algunas de sus mejores películas— ha sido lanzado a la basura por los libertarios que piensan que es un producto inservible. La gente ya se las arreglará para vivir.

Puan es una de las últimas películas que fueron financiadas por un país que hoy está desmantelando el arte. ¿Y los filósofos qué harán? Al menos, gracias a su profesor, a su hijo, a una vieja que quiere saber de filosofía y a la esposa que ama, Pena toma la tercera vía. La de su amado mentor. No es el asombro ni la duda lo que mueve a pensar. Es la revolución. Pero, ojo: para hacer una revolución (lo supieron Platón y Aristóteles) no son necesarias las barricadas. A menudo basta con convencer a los necesitados de que no es culpa de ellos que también quieran aprender a pensar. Esta es la revolución. No hay nada más lejano de Locke, de Hobbes y del contrato social que ponerse a cantar.

Imagen portada: Especial | MILENIO

Fuente:

// Con información de Milenio

Vía / Autor:

// Staff

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Autor: lostubos
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