Por José Jaime Ruiz
A Luis Donaldo Colosio Riojas le fue dada la traición como signo de vida. Traicionó a sus compañeros de ruta, traicionó como alcalde a los ciudadanos de Monterrey, traicionó la memoria de su padre, Luis Donaldo Colosio Murrieta. En su responsabilidad histórica como servidor público, Luis Donaldo hizo un desastre de la capital de Nuevo León, ahora se prepara para entregarla a Adrián de la Garza Santos a quien favoreció con su desidia. Dúctil o pragmático en su deslealtad, Colosio Riojas abandonó sus responsabilidades.
Advenedizo en Movimiento Ciudadano, un partido que acepta o desconoce según sus circunstancias, Luis Donaldo, idealmente, se forjó omnipotente y creyó cumplir el sueño trunco, algún día, de su padre. “La ‘ruta antigua de los hombres perversos’ comienza por la grandeza, la riqueza y el poder, pero concluye con un fulminante desastre” (La ruta antigua de los hombres perversos, René Girard, Anagrama). Luis Donaldo Colosio Riojas multiplicó su propio desastre como alcalde de Monterrey, como traidor a Movimiento Ciudadano (apoyó a Xóchitl Gálvez) y como candidato perdedor a una senaduría.
Los regios votaron para que Colosio Riojas fuera alcalde, pero Luis Donaldo fue un fraude. Escondido en las crisis de la sequía y de las tormentas, olvidó su representación popular. Pidió el voto y se convirtió en chapulín. Llegará al Senado después de perder sin miramientos ante Waldo Fernández y Judith Díaz. Apenas llegará al Senado porque a su contrincante, la priista Karina Barrón, la dejaron sola Francisco Cienfuegos y Adrián de la Garza para concentrarse en triunfar en Monterrey. En Luis Donaldo no se entiende la traición como una forma superior de hacer política sino simplemente como cobardía. Así con Jorge Álvarez Máynez, así con Mariana Rodríguez Cantú.
¿Cómo justificar la traición? Las imprecisiones políticas conllevan su propia carga de definiciones, en este caso, la traición. Definirse es también traicionar. ¿La traición como una virtud suprema o un vicio menor? Transcribo algunas de las reflexiones contenidas en el libro de Yves Roucaute y Denis Jeambar, Elogio de la traición, editorial Gedisa:
* ¿Qué sería la pasión y gloria de Cristo sin la “traición” de Judas? ¿Hubiera nacido la Iglesia sin las negaciones de Pedro?
* Bismarck: Bien se ve que los hombres son perros: aman y honran a quien sabe hacerse temer.
* El gran traidor, hombre de gobierno de nuestra época, antepone el realismo a los dogmas.
* Elabora una política empírica, no dogmática.
* El traidor heroico puede ser un hombre de fracaso. Su heroísmo se revela en el intento de restablecer el código de traición, más que en el desenlace de su empresa.
* El traidor histórico no siempre se inscribe en el marco de la democracia.
* El traidor histórico nunca puede ser hombre de retroceso.
* Las traiciones de gran envergadura no pueden florecer si no arrastran consigo a un ejército importante de traidores relativos.
* Edgar Faur: No es la veleta que gira sino el viento que cambia de dirección.
* En el baile del poder, el traidor encabeza la danza.
* Aconsejar al príncipe que no traicione es lo mismo que invitarlo a llevar una vida monástica.
* Es más fácil aceptar la muerte que la traición.
* Los moralistas son útiles para la Ciudad, pero se vuelven peligrosos cuando se extralimitan en sus roles.
* El civismo no es sinónimo de intransigencia.
* La traición llama a la traición.
* Comprende que el hombre de poder es el que impone su decisión.
* Creer en las promesas propias es mostrarse caprichoso o ingenuo.
* Y querer cumplir los compromisos es tan absurdo como no querer comprometerse.
* En todo político que quiere seguir siéndolo duerme un traidor que se traiciona a sí mismo.
* El político dotado de un mínimo de “realismo” jamás dice todo lo que cree.
* El gran traidor jamás miente sin buenos motivos.
* Para el hombre que elige el camino de la libertad realizada, el pragmatismo es la única religión, y la traición, la única perspectiva.
* La democracia no es sino un conjunto de técnicas prácticas para que los príncipes puedan traicionar.