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Por Carlos Chavarría

Tenemos 100 años de vida postrevolucionaria y todavía no encontramos nuestro futuro. “Primero los pobres” es una buena arenga, pero no ¿sería mejor que no los hubiera? Podemos concebir un futuro en una sociedad que modere sustancialmente la desigualdad económica, si así lo determinásemos como modelo de futuro, pero en realidad nunca lo hemos tenido como parte de la visión del futuro profundo en la sociedad.

Poco a poco se van aplacando las aguas de la tormenta electoral reciente. Con los nombramientos de quienes acompañaran a la presidenta electa en su gestión de la siguiente fracción de futuro de 6 años, se va perfilando en la mente colectiva alguna idea de ese “segundo piso de la transformación”.

El primer piso nunca se reveló en la forma de una visión especifica, expresada en términos comprensibles más allá de los lugares discursivos comunes que diariamente se lanzaban desde el más alto puesto de la nación.

Esos 100 años que han pasado desde que terminó la violencia revolucionaria y en lo básico, estamos en las mismas proporciones de las medidas de progreso y calidad de vida como la movilidad social, por supuesto somos una economía mucho más grande pero mantenemos las mismas debilidades y vulnerabilidades ante distintas perturbaciones tanto domésticas como del exterior.

Hay mejoras evidentes en cobertura de servicios públicos, pero con estándares de calidad con un potencial de mejora enorme. Sin embargo nuestro método de administración de lo público es atrasado en sus prácticas. La gestión pública se encuentra plagada de reglas sin sentido hacia el progreso real, y pocos incentivos para la generación de riqueza.

No existe un marco sostenible de políticas públicas conciso, claro, y apropiado para lograr algún futuro transexenal, provisto con los incentivos y castigos que guíen la acción individual en la sociedad hacia la mejor visión de futuro colectivamente concordada.

No es fácil para las comunidades imaginar una visión de futuro profundo que se sostenga en un estudio sistemático de lo posible, probable y deseable. México no es la excepción y somos una muestra palpable de la dificultad para mejorar nuestra resiliencia y capacidad innovativa .

No debe malinterpretarse, los mexicanos en lo individual siempre hemos podido sobrellevar nuestras vidas en medio de los vaivenes de una realidad caprichosa surgida de un pasado azaroso. Percibimos los riesgos y oportunidades y usamos imágenes comunes como el ser felices, la crianza y cuidado de una familia, la mejor educación posible para los hijos, etc. Tomamos todas las acciones a nuestro alcance para cumplir lo que asumimos como un designio a realizar.

Pero en los asuntos y problemas de tipo común, como es el desarrollo de nuestras ciudades, la seguridad y del entorno general fuera de nuestros hogares, los espacios virtuales y reales para la convivencia, etc., de plano no damos pie con bola. Esto es fácil atestiguarlo en cada uno de los temas que atañen a lo colectivo.

Tenemos ideas muy elaboradas y concretas sobre nuestro sueños y visiones, pero en lo común les dedicamos casi nada de tiempo, excepción hecha cuando vemos bajo amenaza la región o zona cercana a nuestros hogares, aunque la protesta en si no ofrece tampoco nada hacia el futuro excepto que una alarma para las “autoridades” que consideramos como preocupadas y encargadas de lo colectivo.

Somos producto de una gran contradicción entre hogares y familias que dentro de sus espacios individuales mantienen y respetan la verdad, la ética y la moral, y la lógica, pero en lo colectivo tenemos una enorme confusión con esos valores, que se refleja en una espiral degradante de la calidad de vida en común. A manera de ejemplo solo atendamos a la monstruosa aglomeración que le llamamos pomposamente metrópolis que han perdido toda escala humana.

Quienes entonces están definiendo el futuro global dentro de nuestro país y cada una de nuestras ciudades? Son mexicanos que integran lo que llamamos gobernanza, lideres de todos los órdenes de actividad que también padecen de la misma confusa relación entre valores-realidad-futuro.

Esos responsables de la gobernación están sumidos en infinidad de falsos dilemas ideológicos que pretenden explicar por qué se nos dificulta el progreso cuando en realidad deberíamos estar concentrados en estudiar nuestras opciones hacia el futuros alternativos. Como todos nosotros los encargados de diseñar y practicar políticas públicas están limitados para ser efectivos respecto al futuro profundo.

También como todos, son reactivos a los problemas, pero inactivistas respecto al futuro, por ejemplo en Nuevo León ha llovido y se considera resuelto con ello el problema de abasto de agua para el corto plazo, pero ya nadie habla del agotamiento futuro de este recurso tan valioso y de que visión de ciudad debemos construir para enfrentar un futuro de recursos naturales limitados.

Es inaceptable que en pleno siglo XXI adoptemos hacia el futuro la opción-no-hacer-nada y simplemente continuemos navegando sobre las tendencias diseñadas por otros, adoptamos modas y tecnologías pero sin preocuparnos

No debemos convertir cualquier éxito de corto plazo en un nuevo paradigma que impida salir de la zona de confort y conformidad sino trabajar concienzudamente en fijar un modelo de futuro deseable para y por todos.

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Vía / Autor:

// Carlos Chavarría

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Autor: stafflostubos
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