Por Félix Cortés Camarillo
Si usted habita en el estado de Nuevo León le advierto que en las próximas semanas, cuando le llegue lo que torpemente llamamos recibo del agua, y que no es más que un requerimiento de pago, recibirá una sorpresa nada agradable, cortesía del director de Agua y Drenaje del Estado, Juan Ignacio Barragán. A este impávido señor se le ocurrió que para remediar los daños causados por las aguas abundantes que trajo la tormenta tropical Alberto, los usuarios a los que este hombre debe darnos servicios de agua y drenaje -que para eso le pagamos- nosotros deberíamos entrarle con nuestro cuerno: una cuota adicional del dos por ciento para un fideicomiso de reconstrucción.¡Habráse visto!, diría mi abuela.
Desde luego, voluntariamente, con esperanzas de hacerla una aportación de huevo.
El agua nos trae a los nuevoleoneses a mal traer; conforme pasan decenios sin que llueva lo que se necesita, de repente se vienen aguaceros torrenciales que desbordan arroyos y riachuelos transformando las calles en acequias, los cruceros en profundas charcas que ocultan los agujeros tapados del drenaje para que ahí caigan los autos de los intrépidos, y salgan en la tele las viviendas de los pobres en restos de húmedas paredes, colchones pestilentes de humedad y enseres domésticos que ya nunca funcionarán.
Yo, para la ocasión que algún día se ha de dar, he guardado siempre tres preguntas esenciales para Dios, cuestionando su infalibilidad. Las someto ahora a mejores juicios: ¿por qué los varones tenemos en el pecho dos tetillas, si nunca amamantamos ni a un pinche ratón? ¿Por qué los chamorros están colocados en la parte posterior de las piernas, cuando los chingadazos nos los damos en las espinillas, justamente del otro lado y donde más duele? Y, ¿por qué llueve sobre el mar donde abunda el agua, o encima de lo pavimentado en las ciudades, en donde no sirve para nada más que para dar lata?
Se me antoja añadir una cuarta pregunta: ¿por qué las desgracias naturales que de Ti dependen, afectan solamente a los pobres? Yo nunca he visto una residencia lujosa con los muebles sobre la banqueta pudriéndose al escaso sol porque se inundaron los tres pisos de la casa. Tampoco he visto en un temblor derrumbarse las casas de los ricachones: siempre se caen los de los pobres.
Creo que empiezo a entender el slogan del Cuatrote: primero los pobres; sí, que sean los primeros en joderse.
Sobre esa premisa se ha manejado el gobierno de Nuevo León ante la crisis hídrica. Samuelito el mentiroso se compró un avión, con nuestro dinero, diciendo que iba a bombardear las nubes con sinfluoruro de plata para que lloviera. Ni una gota y el avión ahí sigue. Su achichincle en esto del agua y el drenaje, que dicen los que saben es una caja chica para los caprichos del gobernador en turno, el ya citado señor Barragán, decía que no hay agua en las colonias jodidas porque gastamos mucho: no más de cien litros por cabeza.
Ahora que tenemos agua hasta para aventar pa’rriba, dice que el preciado líquido (así dicen los cursis) no llega a los pobres porque ante la abundancia los consumidores se han dado al dispendio irresponsable; no, mejor no, porque el agua que baja de las montañas tiene mucho lodo y no se ha podido potabilizar. No, mejor no: las tuberías están tan viejas y destrozadas que no aguantan tanta presión. Siguen colnias en la zona metropolitana de Monterrey sin agua.
Resulta que en esto de la sed, el Gobierno del Estado nos quiere recetar la dieta del agua y el ajo: a aguantarse y a joderse.
PARA LA MAÑANERA, porque no me dejan entrar sin tapabocas: Dijo Samuelito al regresar de la capital que ayer lunes el presidene López le iba a mandar mil quinientos millones de pesos para empezar a remediar los daños. ¿Alguien los vio pasar?