Por Carlos Díaz Barriga
Mexicali. 46 grados a la sombra. Hielera al centro. Vamos oyendo El Triste con José José. Una vendedora de dulces inerte en la banqueta, auxiliada por otras dos. Golpe de calor, dice el chofer. Yonkes y yonkes de fierros que fueron coches, bajo un mar el polvo que ya es tonelada de arena.
Carpa blanca gigante. Nueve sillas en el escenario, la del centro con una banderita tricolor. Somos como 800 ya esperando. «Yo tenía mi cascabeeel con una cinta moraaaada/con una cinta moraaaada yo tenía mi cascabeeeel (suena con mariachi el audio ambiente mexicano mexicano mexicano)». El Presidente y la virtual mandataria electa están anunciados a las 13:30 horas. Pocos abanicos. Un montón de espaldas mojadas por el sudor. Ahora suena el Huapango de Moncayo. Completo.
Central Mexicali Oriente. Rescate de la Comisión Federal de Electricidad, dice en las mamparas del acto. Llega la primera Suburban blanca. Ponen Puro Cachanilla con Gilberto Valenzuela para recibir a Manuel Bartlett. Aparece a las 13:00 horas. Entra partiendo plaza. Mano derecha en la bolsa del pantalón. Como modelo de Zara. Vintage. Se mete entre las sillas. Otra vez el huapango, completo. Se placea carismático como cacique de película mexicana. Antigua. Luce rozagante. Selfies y selfies. Si las cobrara, se haría millonario (es broma). El último sobreviviente activo del dinosaurismo mexicano. Se ríe de los meteoritos. Recibe a su patrón, a la vieja usanza. Suena de nuevo el Huapango de Moncayo, sí.
El presidente López Obrador llega acompañado por Claudia Sheinbaum. Los espera también para recibirlos la gobernadora Marina del Pilar Ávila con su bebé en brazos. Como la Virgen del Carmen. Se acomodan. Claudia llega de tenis blancos. Los mismos del otro día en Campeche. Sin problema. Queda entre Bartlett y el primer mandatario. Ambos, pantalón oscuro y camisa azul de manga larga. Relevo generacional.
Habla Bartlett. Pareciera su gran despedida oficial de este sexenio. Quizá de la vida pública. Por la puerta grande. Está a dos años de cumplir 90. No parece. Es 18 mayor que AMLO. Presentan un video. Se derrite el audio. Cine mudo. Se cayó el sistema. Se calló, perdón.
El Presidente se cruza de brazos, estira las piernas. Como en un reposet. Da un sorbo y con cuidado enrosca la tapa de la botellita para ponerla en el piso a su lado derecho. Hasta que se la acaba. Claudia la deja casi toda. Necesita tomar más agua, hay que decirle. Es su turno al bat. Domina el tema. Es doctora en energías, pa’ que se enteren. “No contaban con la astucia del pueblo de México”, dice. Homenaje a Roberto Gómez Bolaños, pienso. El discurso completo, en el fondo, tiene fondo. AMLO y Bartlett se acercan el uno al otro, una y otra vez, para hablarse al oído.
El Presidente habla 20 minutos. “Decía Maquiavelo que la política es virtud y suerte”. Alude “el licenciado Bartlett… es un poco más austero que yo; yo soy de austeridad republicana, él es de pobreza franciscana” (también es broma, claro). Emotivo el Himno. Se bajan del templete. Suena el son de La Bruja con Tlen Huicano y Lino Chávez. «Ay qué bonito es volaaar / a las dos de la mañaaaana…».
Pero el mandatario se regresa a las fotos con los trabajadores y trabajadoras. Varias salen con su amlito de peluche. Carretera a Sonora. A San Luis Río Colorado y Puerto Peñasco. Largo convoy con militares en las cajas de los camiones, uniformes gruesos, cascos, embosados. Ahora marca 47 grados “¿Está calma’o ahorita pa pasar?, pregunta el chofer en un retén que nos detiene. “Está calma’o, pásenle”.