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Por José Francisco Villarreal

A una amiga hispana/argentina a la que hace tiempo le perdí la pista, le gustaba platicarme sobre los platillos ancestrales de su familia. Fui discreto al no mencionar la limitada variedad de esa gastronomía, comparada con la pecaminosa y patriótica gula mexicana. Alguna vez nos topamos con una sorpresa, un platillo humilde, sabroso, que en España y México tienen el mismo nombre: las migas. Algo más curioso es que, al menos en lo básico, son prácticamente lo mismo. En todo caso la diferencia está en los panes, que para los españoles ha de ser un pan de trigo de masa fermentada, y para mi abuela era un pan prehispánico: la tortilla de maíz nixtamalizado. En ambos casos se usa el pan “oreado”, en ambos casos se fríe en alguna grasa, en ambos casos se agrega alguna proteína animal, a veces alguna verdura o legumbre, y con frecuencia algún caldo o salsa. Para un jornalero de cualquier tipo, unas buenas migas antes de la soba cotidiana, es potencia pura.

Las migas de mi abuela eran sencillas: unas madrugadoras tiras de tortilla fritas en manteca de cerdo, entreveradas con cebolla y un pelín de ajo. Ahí mismo un “susto” de chorizo norteño seco, desmenuzado (de ese que ya no existe ni en la memoria arqueológica). Aquí el olor despertaba hasta a los marranos, que exigían a chillidos su ración de salvado. Encima de aquella fragancia, la abuela ponía con cuidado huevos; sin revolver (“Pa’ que se noten las claras y las yemas”). Cuajadas las claras, veteaba aquel revoltijo con el amarillo de las yemas. De ahí, al plato, salseado con un “chimole” hirviente (salsa floja de chile, tomate, cebolla y ajo). Alrededor, frijoles en bola, garbanzos o lentejas. Encima, si había (y casi siempre había), tropezones de queso fresco y cilantro picado. Una o dos tortillas tostadas en el comal, para acompañar… Quemaditas, contra el empacho; bañaditas en salsa, “Pa’ que no se peguen en el galillo”, y no se pegaban, ¡lo cauterizaban! Si hubo “matanza”, añadía chicharrón picado, o ese “polvo” de chicharrón que llamaba “asientos”. En temporada, podía agregar o intercambiar ejotes cocidos, granos de elote fritos, lo que hubiera… Alguna vez hasta le puse maguacatas cocidas, que me ganó carcajadas de mi abuelo y el reproche burlón de mi abuela, “¡Huerco ideático!”.

Hace un par de días, mamá me pidió migas. No me salieron tan espléndidas y barrocas como las de mi abuela, pero sí sabrosas y potentes. Batallé para romper los huevos (no explicaré por qué), pero el veteado de yemas, ya sin cascaritas, me quedó magistral, como para donarlo al MARCO. ¡Hice muy buenas migas! Que es análogo a “hacer buenas migas”, pero no es lo mismo. No sé si esta expresión tenga el mismo significado aquí y en España. Verbigracia: es evidente que hacen buenas migas entre ellos los exmandatarios que firmaron un comunicado en contra de la reforma judicial mexicana. Pero si revisamos el expediente público de cada uno acabaremos comprendiendo que esas migas no son hipercalóricas sino peligrosamente tóxicas. Sus buenas migas, de ellos, son tan malas migas como un caldo de pollo asoleado en canícula, burbujeante de hedores y venenos. Ninguno en lo individual tiene la calidad moral y política para erigirse como analista imparcial de un proceso legislativo; en lo colectivo, su incompetencia se agiganta.

Tampoco tiene el menor valor que se agrupen en esa perversa logia que llaman IDEA. Así agrupen a todo tipo de políticos criminales, ladrones, corruptos, megalómanos (vgr. FeCal) u orates (vgr. Fox), su advertencia sólo resuena en sus adláteres de la fachiza mexicana. Ya saben que en México hay una enorme mayoría de oídos sordos ante estos malignos especímenes. Además, estamos muy entretenidos viendo cómo Alito Moreno está desmigando al PRI (Me encanta la señora Pagés Rebollar: ahora resulta que Alito siempre fue pupilo de don Andrés y con la encomienda de destruir al PRI. ¡Cuánto ingenio! ¿Qué le pondrán al café en la cloaca digital de Alazraki?). Ante la falta de ecos nacionales, el “ideático” desplegado parecería estar dirigido a buscar consensos en otros países. ¿IDEA sugiere una intervención extranjera contra la reforma judicial? ¿Más malas migas?

El delirio desde tantos frentes nacionales e internacionales por detener la reforma al Poder Judicial no me sorprende. Aunque todo mal patrio lo achaquen a Carlos Salinas, creo que sólo es el padre putativo del neoliberalismo en México. Estoy convencido que el cantero estelar en ese monumento a la injusticia fue Ernesto Zedillo, y acentúa mis sospechas que haya sido Zedillo quien desmanteló y luego armó a conveniencia a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Para el neoliberalismo ese “poder” era y es un control necesario contra cualquier contingencia. ¿Quién se atrevería a objetar a las leyes interpretadas por afinados coros ministeriales? “Dura lex, sed lex”, y háganle como quieran. No lo veo como genial ocurrencia de Zedillo. Como Catón, el de veras, repito e insisto: se trata de una estrategia global que ya ha sido mostrada y ha funcionado en otros países hispanoamericanos. Explicaría la desgana con la que se eligió a un personaje como Bertha X como candidata a la presidencia, y el poco apoyo que tuvo desde la alianza de partidos. INE, Suprema Corte y Tribunal Federal Electoral: objetivos evidentes de las “mareas rosas”, ¡qué casualidad!

Ante la deteriorada o más bien nula credibilidad de las “mareas rosa-Bertha”, el viernes 12 de julio se montó una “marea negra”: los migajones de IDEA “inspiraron” a las replicantes migajas del Poder Judicial mexicano. Los jueces de la Asociación Nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito deberían recapacitar sobre su declarada guerra contra el Poder Legislativo. No “luchan” para impedir mayoría oficialista, luchan contra la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas. Ellos no son, nunca han sido “contrapesos”; con las excepciones debidas, son sicarios de la Justicia, protectores de delincuentes y corruptos. El Poder Judicial no está ahí para ser un contrapeso sino el fiel de la balanza, sin más poder por encima de ellos que los ciudadanos, que hasta la fecha sólo han sido sus víctimas. Sin embargo, prefieren deber sus cargos al nepotismo, a la designación, a una carrera que garantiza astucia y acervo intelectual pero no ética ni decencia, a la meritocracia a favor de intereses impulsados desde las alturas olímpicas de magisterios y ministerios. La protesta de jueces contra la reforma judicial no podía ser más ilustrativa: el mero “Día del Plátano”… Es decir, del Abogado. En otros tiempos, los abogados festejaban ese chiste, por aquello de que un plátano nunca es derecho (Derecho). Algunos con resignación, muchos más con cinismo. ¿Cómo deberíamos tomar la asonada de los jueces en un día tan singular?

Salvo por Bertha X que sigue neceando, hasta el momento no he visto que otros países y organizaciones mexicanas y extranjeras hayan puesto en duda la elección de Claudia Sheinbaum, sino todo lo contrario. Desde una España “gentrificada” por escoria política mexicana, la oposición sí insiste en el chascarrillo de la “elección de estado”, pero con mucha desgana. La prioridad “ideática” es impedir que se desmantele al Poder Judicial y conservarlo como nido de los francotiradores del lawfare: tomar las cimas del Olimpo judicial. La batalla ni siquiera es todavía por el proyecto completo de la virtual presidenta, sino por impedir que se conforme un congreso que pueda autorizar esa o cualquier otra iniciativa oficialista. Ya no importa, ni para el oficialismo ni para la oposición, que cada nuevo legislador tenga clara la voluntad popular sobre ese tema y ejerza esa opinión aunque no la comparta; importa el conteo de votos necesarios para legislar. A ese extremo hay que llegar en nuestra todavía endeble y vapuleada democracia. La necrosis mortal del partidismo a ultranza no tiene cura entre los que ya están gangrenados. La única salvación es amputar a fuerza de votos… ¡la kriptonita del Superpoder Judicial! Es urgente que el elector no olvide que la politización sin filias ni fobias es un ejercicio cotidiano, y no una moda trienal. La credencial del INE es muy útil, no solamente sirve como identificación universal, también puede ser un excelente bisturí, y hay que aprender a usarlo. Se usó bastante bien en la conformación de los próximos poderes Ejecutivo y Legislativo. El elector está listo para usar su habilidad para amputar también la gangrena que corrompe al Poder Judicial. Con o sin anestesia; eso lo decidirán los enfermos. Insisto: los jueces no declaran descaradamente la guerra al oficialismo y contra el más representativo de los poderes del estado, declaran la guerra a la voluntad popular. No es un duelo de titanes sino sedición contra la democracia. Olvidan que ninguna ley tiene valor ni vigencia sin una sociedad que respalde esa ley, no a esos jueces.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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