“Ya dejen de prohibir tanto que no alcanzo a desobedecer todo”. El mantra de la modelo y actriz que renunció a dirigir Miss Universo México suena más fuerte que nunca.
La noticia se hizo viral. Es abril de 2024. Martha Cristiana, una de las modelos más exitosas de su generación, resulta ser el nombre más apto para ocupar un proyecto con urgencia de renovación: la dirección de Miss Universo México, luego de veinte años bajo un solo mando, el de Lupita Jones, y una destitución polémica, la de Cynthia de la Vega; informó MILENIO.
El relevo cae en manos de la primera mexicana que fue imagen de L’Oreal, alguien que ha hecho de la belleza una conversación a lo largo de su carrera como artista, columnista, actriz y recientemente comunicadora. La noticia causa revuelo no solo en las habituales publicaciones, en las que suele aparecer, de farándula y moda, sino también por la urgencia de un proyecto que suena a pista sonora de los años ochenta.
Las expectativas tienen que ver con la apertura y la inclusión. Martha Cristiana ha integrado al hilo de sus luchas la inclusión de personas trans, así que fue contundente en su respuesta al periodista Gerardo León cuando le dijo: “En esta nueva administración […] están incluidas las mujeres trans, estamos dispuestos a recibir a todas las mujeres, porque la belleza es más integral cuando abrazas la diversidad”.
Había un antecedente. Ángela Ponce, Miss España 2018, la primera mujer trans en lograr entrar a Miss Universo. Qué mejor oportunidad para una franquicia que se resiste a ser un armatoste y que cuenta entre sus filas a una mujer trans, Anne Jakrajutatip, como socia. Después de todo, hoy se espera de todo certamen una concepción que pueda mostrar, por más difícil que sea, lo que debe ser la belleza. La mira era larga pero las luces cortas.
La belleza
Toma una decisión. Es junio de 2024. La escucho decir: “Las cosas no han sido como me lo prometieron” y muestra su renuncia en mano en una conferencia organizada exprofeso para comunicar lo sucedido a los medios que la acompañaron en estas ocho semanas. La propuesta inicial terminó sin cumplirse: las mujeres trans y las mujeres mayores de 35 años no encontraron en este certamen un espacio de acogida. Lo intentó y las negativas fueron siempre una constante. El discurso de apertura fue solamente eso, un discurso.
“Al final del día, somos seres humanos todos y tenemos el mismo derecho; esos derechos también pertenecen al mundo de la belleza. Porque el mundo de la belleza si no es inclusivo, no es revolucionario. La belleza es revolucionaria solamente cuando abraza la diversidad y ese lema fue mi bandera para entrar en la organización”, dice frente a la prensa.
Sobre los detalles y responsables hay declaraciones, pero son las menos. Para ella este tipo de anzuelos no son un peligro. Su regla es “90/10: 90 positivo, 10 negativo”. La modelo llegó para hablar de belleza, no para hacer cotilleo. Las reacciones no dejan de suceder. Las redes hierven en reacciones y confirman que, en efecto, estamos en otros tiempos, aunque cientos de perfiles falsos comulguen lo contrario. Es tiempo de vernos al espejo.
“La organización Miss Universo cree que una mujer es otra cosa. Es decir, lo que postula Martha Cristiana es lo siguiente: la belleza femenina existe en muchas formas, independientemente de la anatomía genital de quien la ostente, independientemente de la edad o del estado civil”, dijo el periodista, crítico y gestor cultural, Nicolás Alvarado, en su pódcast, La pinche complejidad.
La moda y la cultura
Una plática en Nueva York con Salman Rushdie. Una entrevista llena de risas con Monserrat Oliver y Yolanda Andrade. Cierra un desfile, elegida por el mismo Oscar de la Renta. Mazul, su inmobiliaria construida junto a su hijo Beto. La villana que se convierte en la favorita de la novela insignia de la cadena de televisión. Sus piezas de arte son subastadas en el extranjero. Una muestra de su obra pictórica en el emirato Sharjah, otra más en Londres. Consignas de la mano de su amiga, Lydia Cacho. Sus activismos: las personas trans, las minorías, la salud mental. Una portada emblemática en Somos. Un guion listo para radionovela. Todas son estampas de una vida con reglas que se enseñó a sí misma para salir adelante.
Martha Cristiana se cambia de ropa. Esta tarde acepta dar una entrevista para DOMINGA. Para las fotos, aparece con un vestido que podría ser Cancino pero revela que es Bottega Veneta, de hace 15 años. Las botas, nameless. Junto a ellas, un par de Tabi, de Rei Kawakubo, descansan tranquilas. Los clásicos deben tener tiempo. Se ajusta un sombrero, Gladys Tamez. En esta casa de San Ángel en la Ciudad de México, la moda puede esperar.
Alejandra Pizarnik, Élmer Mendoza y Kazuo Ishiguro se encuentran en los estantes dedicados a los libros, junto a una edición antigua de la Lolita de Nabokov. Encuentro títulos de historia, salud, neurociencia, pero también con apellidos más recientes del mundo literario. Si uno pasea entre sus páginas se encuentra con incontables asteriscos que marcan palabras o frases. En esta casa se lee por costumbre y necesidad. Casi fruición.
Desde luego está la moda. Yves Saint Laurent, Balenciaga, Comme des garçons, Prada. Todos ellos comparten lugar en el clóset, junto a diseñadores mexicanos como Gene Matouk, Kris Goyri, Benito Santos, Lorena Saravia o Carla Fernández. En la conversación nombra a Yves, a Rei, a Miuccia, referentes constantes. Muchos de los diseñadores nacionales que hoy viste son amigos suyos, con quienes ha construido una vida. Junto a quienes protagonizó en colectivo el surgimiento de una industria que hoy camina firme.
En esta casa se entiende de moda, con piezas que pertenecieron a su familia y muchas libres de marca que ha encontrado en sus viajes. Entiende de moda pero no de las temporadas. Entre la colección de bolsas lo mismo se cuela una tote bag de jerga, comprada en una jarciería, que una Céline de los primeros años de Phoebe Philo a la cabeza de la casa de diseño. Si la moda es sincrética, en este lugar encuentra un repositorio de tal característica. El verbo que se conjuga aquí no entiende de tendencias ni “it moments”. Ella ya fue “it girl”, hay más por delante.
Una hija programada
Una niña se repite frente al espejo: “soy hermosa”. Cepilla su cabello: 50 veces hacia adelante, 50 a la izquierda, 50 hacia atrás, 50 a la derecha. Hace ejercicios extenuantes. Usa aparatos para enderezar sus rodillas. Este soliloquio frente al espejo impuesto por su padre se convertirá en el eco de su vida. “Había tantas expectativas todo el tiempo con el tema físico que me sentía que no llegaba. Que podía estar más alta, por ejemplo, hasta cierto punto, un trauma”, cuenta sobre su infancia. Lo que explica varios momentos en las pasarelas. No sobra decir que su incursión en la moda se dio en un tiempo en el que México todavía se creía representado por mujeres de ojos azules y rubias. Modelos de tez morena no hubieron muchas. Ella fue una de ellas.
Su padre, un esteta en la extensión de la palabra, arquitecto de profesión y exfuncionario de un programa federal de construcción de escuelas, la hizo de muchas maneras depositaria de sus intereses e inclinaciones estéticas. Fue él quien tras asumir que la niña tenía una desviación en las rodillas, se dio a la tarea de diseñar los aparatos ortopédicos que usaría durante años. Fue el autor de la rutina del cepillado y también de su dieta infantil sin azúcar ni sal. Fue el autor de las frases repetidas, cual conjuro frente al espejo. Y fue el artífice del proyecto de inseminación artificial con el que fue concebida.
Martha Cristiana Merino Ponce de León es hija de Jesús Merino Ochoa y de Martha Ponce de León Naude. Él, hijo de un exgobernador, Aaron Merino Fernández. Ella, una mujer criada en la Puebla conservadora y católica que guardamos en nuestro imaginario. Un matrimonio más que arreglado, acordado: hay distancia en tales adjetivos. Ambos son material perfecto para álbumes llenos de fotos, recepciones perfectas, tertulias de la alta intelectualidad y alcurnia.
Para él, una hija soñada. Hará todo hasta que ella sea como la imagina. Vendrán hermano y hermana, pero la obsesión será su primogénita.
Momento en la vida: una mesa con intelectuales cuarenta años mayores que ella, discuten de política, cultura y arte. Martha Cristiana interrumpe, cuestiona. El arquitecto Merino es también arquitecto de esta trama. Ella ejecuta: sonríe, sabe de lo que hablan. Puede hablar de historia, citar a Edgar Allan Poe —su gran primera obsesión literaria— o comentar la obra operística que acaban de escuchar. Su padre es un visionario en muchos sentidos: programó a una humana para ejecutar no solo un amplio programa cultural sino también uno de índole biológica, casi se puede decir, una obra andante de bio-arte. Fue un Pigmalión-padre, un punto cardinal de su mapa personal.
“Tú siempre puedes, siempre, acuérdate”, le dijo un día y resonó hasta que la escritora Ana Terán pudo contarlo en su libro No te detengas (Plaza Janes, 2012), una biografía a cuatro manos porque Cristiana formó parte del proceso de escritura. Producto de años de terapia, trabajo personal para releer el pasado y de un taller de cuento con Terán, el libro supuso una ruptura con su familia. La primera, apenas. Vendrían más. Y es que el autorretrato fue esculpido con todo su filo. Con la altura que le dio ser la primogénita planeada y la hija programada. Sin filtros: palabra por palabra se borda la historia de un hombre y las vidas que tocó.
“Cada quien tiene una percepción diferente de lo que fue su infancia y adolescencia. No me daba cuenta de la tremenda violencia que mi mamá estaba pasando y que yo estaba pasando… No me daba cuenta que no era un lugar paradisíaco, pero yo así lo viví”.
“Voy a ser la más alta de esta casa”, se repitió cientos de veces frente a un espejo. Cristiana, niña, de siete o nueve. Pocos años. Para entonces era ya una decisión personal.
La casa
Sofía Ortiz, Javier Márquez, Juana Meade y Alexis de Chaunac firman cuadros, fotografías y piezas dispuestas en casi cada rincón de esta casa. Comparten espacios con obra firmada por ella misma. La triple altura de esta propiedad sirve para entender su relación con la altura: una que se creó para sí misma y que se sigue creando. Autodidacta irredenta y, cediendo a la libertades que me otorga escribir este texto, rayana en la obstinación.
Autodidacta por decisión y costumbre: terminó la preparatoria en sistema abierto cuando su carrera empezó a despegar, pero nunca ha dejado de estudiar. “Ahora veo mucha televisión”, cuenta. Una masterclass de actuación con Natalie Portman, una clase de interiorismo online. Así es. El arte, siempre el arte. Al tiempo de escribir esto, su pieza “Crisobita” forma parte de la muestra Persona es altar en la galería Altar en el Centro Histórico. Un retablo con una especie de anti-títere vestido por ella misma y con un texto de su propia mano que funciona como consigna: “Ya dejen de prohibir tanto que no alcanzo a desobedecer todo”, se lee sobre el fondo rojo de la pieza.
¿Cuándo llegó el arte a su vida? Su respuesta es inmediata: “cuando me doy cuenta que traigo muchísimas cosas atoradas y que no puedo verbalizar porque son extremadamente monstruosas”. Empezó como un ejercicio entre amigos, un taller gestionado por ella misma, y es una de las vocaciones que la mueven hoy en día.
Leo una frase más: “Uno es ese destino que penetra en la piel de dios a veces, y se confunde con todo y se dispersa”. Sabines, sobre una pieza que ella misma pintó. Esta casa con tintes de retablo y hasta relicario es siempre una especie de obra en proceso.
El pódcast, ‘Batichica’ y Miss Universo
Diez minutos antes de comenzar la emisión, llega a la cabina: bolsa gigante en mano, botella de vidrio con agua y un vaso con fruta picada. En punto a las 10:30, Martha Cristiana Al Aire se transmite para toda la Ciudad de México. Es 2023 y este espacio radial lleva más de seis meses en FM: es la continuidad, se podría decir, la segunda temporada oficial, de un proyecto que surgió en pandemia y navegó por sí mismo en YouTube. Una faceta más de una modelo y actriz que también es comunicadora. Siempre quiso hacer radio: ya lo está haciendo.
Martha Cristiana Al Aire se convierte en un espacio en el que se habla de cultura y arte; de salud y actualidad. Se habla de uno a uno entre tres personas: Martha Cristiana hizo de su mejor amigo, Manuelo Flores —artista de la floristería y amigo íntimo—, y de un servidor, sus compañeros en esta empresa. Aquí se tiene en la mira siempre incluir nuevas voces y conocer personajes. La mueve una brújula propia. Estamos aquí, más por intuición que por estrategia.
Compartimos micrófonos y hacemos de esta mañana una etapa nueva: Martha Cristiana se convierte en una comunicadora con todas las letras. Su vena autodidacta la lleva a escuchar horas de entrevistas y a leer bibliografía al respecto. Un día llega a este espacio la actriz Maki Moguilevsky o la terapeuta Tori Bellota. Otro día entrevistamos a Juan Villoro y en esa misma semana hablamos con Ceci Flores, la madre buscadora de Sonora.
Semanas después entrevistamos a Griselda Triana, activista y viuda del periodista Javier Valdez, asesinado en 2017 presuntamente por el crimen organizado. Cristiana llora al aire. No hay filtro: ríe con Villoro, llora con Triana. Todo transmitido en FM. Las reglas del Manual del comunicador perfecto no funcionan aquí. En esta cabina que ahora tiene vidrio soplado y fruta en un tazón de cerámica artesanal, Martha Cristiana está al aire y, con ella, una ciudad.
Esta niña sueña con cosas simples. Un dulce, sal en la sopa. Las infancias pueden ser crueles. En la escuela la llamaban “Batichica”. Era la rara del grupo, alta y guapa. Siendo niña vive cambios en casa, se cambia de escuela, vivirá con su padre, sus hermanos se quedarán con su mamá. Comienza a hacer conexiones. Tal vez ahora esos ejercicios frente al espejo comienzan a tener resultados. Se decía: “tienes tantos defectos que te los tengo que arreglar para que seas esa persona hermosa que tiene que ganar Miss Universo, porque para eso naciste, para los concursos de belleza, para ser guapa”. Batichica y Miss Universo: así, al mismo tiempo.
Quiso ser Miss Universo. Compitió y se convirtió en su primer intento en el certamen de Miss Puebla en 1986 y luego, Rostro del Heraldo en 1992. De ahí se catapulta. No llegó la corona planeada pero se abrieron puertas, una tras otra. Hay lecciones en ello pero también hay muchos sueños. Querer estudiar, viajar, conocer el mundo. No es fácil cargando con las costumbres de una alcurnia que ya no funciona como antes y que no le calza bien. Pero para salir de casa hay que hacerlo casada. Cristiana se casa embarazada.
Los ingredientes de esta receta parecen familiares, pero lejos de ser una historia con tintes del realismo mágico concebida por Ángeles Mastretta. Nunca más volvió a sonreír intentando decir que todo estaba bien, dice. Aunque implique separaciones a temprana edad y convertirse en madre que trabaja y cría y agradece la sororidad de quien, en medio de una sesión de fotos, se presta para cargar al niño o no ve un problema para que siga adelante con una carrera en el modelaje por el hecho de haber procreado.
“Me la pasé con tanto miedo toda mi vida, que hoy por hoy no le tengo miedo a nada”, dice. Recuerda dos momentos culmen de su vida: el secuestro de sus hijos mayores de apenas 10 y 12 años en 2002 y su operación a corazón abierto en 2019, producto de un diagnóstico de aorta bivalva. “Ya no le tengo miedo a nada”, dice y sonríe mientras me cuenta sobre una pieza nueva que tiene en mente, a partir de una radiografía reciente en la que se aprecia parte del material quirúrgico con el que hicieron las suturas entre sus costillas.
Martha Cristiana, la mamá
Primera década de los dosmiles. Una agenda llena de eventos y proyectos. Las grabaciones de telenovelas se intensifican —Cuando seas mía, Los Sánchez—, entre shootings, viajes y películas —Todo el poder, El segundo aire—. A Beto le sigue Aarón; años más tarde, Luca y, finalmente, Mateo. Hay la intención de dar a sus hijos una visión del mundo, aunque la gente pueda decir que son pequeños para viajar a Turquía o Siria.
Tanto en programas de farándula, como en revistas de moda, es común encontrarla: la entrevistan para el papel couché o como objeto de crítica. En estos años se convierte en una de las primeras latinas en ser imagen de L’Oreal con el mítico eslogan “porque yo lo valgo”. Cristiana es un nombre que vende. De sus divorcios se han hecho programas de televisión. Se le inventan romances y hasta rumores sobre su orientación sexual. Con el paso del tiempo le dejará de importar. Imágenes de sus hijos se han publicado con y sin su permiso. Quien la ataca, sabe por qué lo hace. Basta entrar a publicaciones dedicadas al espectáculo para darse cuenta que su nombre es una etiqueta socorrida.
En muchos sentidos, este es un momento de turbulencia. Vendrán decisiones laborales importantes pero también declinaciones. Mateo esperando en el camerino para ser amamantado. Castings para desfiles de trajes de baño semanas después de haber salido del hospital. Aun así, tendrá que aprender a decir ‘no’ aunque ello implique cambios drásticos de ruta. “De lo que más me arrepiento fue no darme la oportunidad de maternar en slow life, de perderme cosas de la vida”. Hace todo lo que puede, hay que hacer casa. Hay que defenderse.
Al momento de esta entrevista, Luca, cineasta en ciernes de 22 años, sale de viaje. Nos saludamos. “Avísame cuando llegues”, le dice. “Sí, má”, contesta. Poco después, Mateo, que estudiará Finanzas, entra al estudio. Mateo me comparte música, se mete a mi Spotify y la guarda. Mateo ha sido un constante en la selección musical de Martha Cristiana Al Aire. Este es un tiempo de paz y ella lo transmite. Beto, Aarón y Luca coexisten en este universo. Los ojos de Cristiana se iluminan cuando pregunto sobre sus hijos: “los amo y ya”. Modelo, comunicadora, columnista, empresaria, productora, cineasta. Mamá. Vaya conjugación del tiempo.
La más alta de esta casa
Manuelo Flores llega con un ramo de delfinios y dalias en mano. Una tarjeta: el compañero actual de sus días ha pedido este encargo a su mejor amigo. Reímos, tomamos agua de jamaica, té y luego tequila. Es media semana y ella se dispone a hacer un viaje largo y tomar varios cursos en Nueva York, la que fue por un tiempo su segunda casa, para luego ir a Londres. Esta es la vida que tiene tras su salida de Miss Universo México y no se arrepiente.
Martha Cristiana habla de belleza. No hace falta decir que el mundo es convulso: lo que hoy es una idea aceptada por la mayoría, mañana se convierte en cosa del pasado, porque “las mayorías” han decidido mirar a otro lado. Lo bello nos mueve y nos hace creer, lo bello nos hace respirar, nos captura, nos transporta, transforma. Lo que entendemos como bello cambia tan rápido como la manera en la que vivamos. La belleza debe ser congruencia.
De la niña que se miraba al espejo queda el gusto por las botas vaqueras, las risa escandalosa, el humor negro y, sobre todo, el ansia de libertad y conocimiento. Atrás quedaron los reclamos a la vida por un padre narcisista. De esa historia que hoy entiende como un trastorno psicológico no diagnosticado queda el aprendizaje que hizo surgir en ella un activismo. Busca hacer de la salud mental un tópico donde se tenga oportunidad de hablar. De los cabos sueltos con su familia, quedan los aprendizajes que la mueven para construir y enriquecerse, y tejer lazos más fuertes con los hombres a quienes dio vida, sus hijos.
La niña que alguna vez se sintió cercana a una creación de la misma Mary Shelley, que encarnó en su alter ego “Rufiana”, hoy dice que su padre “fue una especie de alquimista”. Y de sus acciones se sobreentiende su capacidad para hacer alquimia.
“Voy a ser la más alta de esta casa”, se repetía de niña. Hoy sabemos que no hay triple altura que pueda con sus vuelos. Martha Cristiana sonríe: su belleza es revolución; publicó MILENIO.
Miguel Ángel Ángeles es escritor, periodista, locutor, productor de radio y gestor cultural. Ha colaborado en Imagen Radio, Ibero 90.9, Reactor, Milenio, Bullterrier FM, Aire Libre FM y actualmente en El Heraldo Radio y ADN40. Dirige Altar Galería.