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El criticismo  vulgar y el futuro

Por Carlos Chavarría

El criticismo es el arma más fuerte del pensamiento que siempre será la fuente de todo saber. La irrupción de las tecnologías de la información impulsaron a la civilización a vivir en  el imperio del criticismo, pero no como noble instrumento del conocimiento, útil para modelar nuevos futuros alternativos  sino únicamente como pariente del escepticismo que busca, ese sí, nuevos dogmatismos sobre todo en cuanto a política se refiere.

El criticismo vulgar, legitima el poder, quizás sin proponérselo, pero ante los inútiles resultados de la crítica misma pareciera que son aliados del poder más que pretendidos censores de la acción pública.

Ningún país escapa a la trampa de la popularidad efímera que alcanza la crítica vulgar, que le concede el carácter de falsa intelectualidad a quienes la ejercen sin fondo de futuro real. Durante el renacimiento gracias al criticismo se rompieron los dogmas teológicos sobre la fenomenología y se dio el gran salto en todos los campos del conocimiento. El criticismo vulgar no sirve para conjeturar sino para especular con la verdad.

Ahora en nuestro caso, por ejemplo, volvemos a ser testigos del problema de la gobernación que concentra todo el poder en el presidencialismo, sin embargo, ni aun en las actuales circunstancias nadie acierta o se arriesga a proponer la nueva vía para salir de las espirales y vaivenes característicos de la historia de nuestra débil praxis democrática, deformada con la facilidad del clientelismo que resulta un recurso político tan usado.

La oposición tradicional se desgarra las vestiduras por la vuelta al pasado, pero cuando tuvieron el poder ni por asomo pensaron en modificar un ápice el presidencialismo y el tamaño y facultades del estado en sí, para determinar un nuevo futuro con una política sostenida en evidencias.

La oposición se vio enana frente a la historia y habrá que esperar que el nuevo partido omnipotente, como todo oligopolio se decante en lucha internas -como ocurrió con el viejo PRI- para que de ahí emerjan  los opositores que habrán de conducir la nueva espiral de auge y crisis del sistema.

No ocupara 100 años porque a diferencia del siglo XX no hay petróleo para retrasar las crisis, ni vivimos en una época donde las economías eran cerradas y proteccionistas, en síntesis hoy no hay márgenes de maniobra para los errores de concepción y praxis.

Pero si estamos en riesgo de perder la oportunidad de formular un futuro profundo mejorado donde seamos creadores de tendencias y aumentemos el valor agregado de nuestro trabajo por ser más competitivos y jugadores centrales del orbe.

Todo puede ser mejor si no perdemos el tiempo en vulgares reduccionismos que esperan con una frase resolver sin democracia, debate y apertura, todos los problemas del presente y futuro de nuestro país.

En la más trágica de las ironías, es innegable que el poder absoluto tiene la gran ventaja de que una presidencia con todas las facultades y poderes mejora substancialmente su eficiencia. Las decisiones se toman tan rápido como que no hay debate y deliberación auténticos, el gran problema es que lo esta ventaja relativa es válida tanto para las buenas como para las malas decisiones. Ya vimos los efectos de un presidente como Trump o Putin, tal como fueron Echeverria y Salinas en su tiempo.

No obstante, nada nos impide usar nuestro pensamiento crítico para tomar conciencia de que no es viable un país con el modelo de gobernación basado en un presidencialismo estilo mexicano y poderes legislativo y judiciales a modo. Como tampoco lo sería un supuesto equilibrio de poderes diletantes y contestarios alejados de un verdadero parlamentarismo.

El trabajo de modelar el futuro profundo empieza por analizar como llegamos hasta aquí, cuales fueron los impulsores que se derivaron de la inacabada Revolución Mexicana y el inestable siglo XX que operaron para el modelo de gobernación y país que hoy tenemos. Se debe deconstruir todo lo aprendido bajo una estructura y narrativas que solo fueron útiles para la clase política de cada momento.

Pero nada se puede lograr sin definir el modelo de futuro posible, preferible y deseable. A manera de ejemplo, si deseáramos una educación para la innovación y la convivencia pacificas para el siglo XXI, donde el cambio es la norma, todos los programas de estudio vocacionales y no vocacionales deben ser rediseñados para la flexibilidad y la ética prudencial y consecuencial.

China, India, Corea del Sur, Singapur y varios países más son la muestra de que sí se pueden diseñar y alcanzar futuros alternativos que signifiquen el gran salto cualitativo que todos los pueblos merecemos. No perdamos el tiempo en más critica vulgar.

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Vía / Autor:

// Carlos Chavarría

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Autor: stafflostubos
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