Es un lunar en el mapa de México. Una peca en la faz del país. Y aunque representa apenas el 0.0000676 por ciento del territorio nacional, en este municipio es donde más militares han muerto en la campaña permanente contra el narcotráfico, es decir, la “guerra contra el narco”: una de las “casas” del cártel del Golfo; reportó MILENIO.
Una base de datos elaborada por la Secretaría de la Defensa Nacional da cuenta que 743 militares han fallecido oficialmente en tareas de combate al crimen organizado entre diciembre de 2006 y mayo de 2024.
Al filtrarla, MILENIO encontró que la mayoría de ellos, 45, perdieron la vida en Nuevo Laredo, Tamaulipas, es decir, un militar cada cuatro meses y medio.
Aquel municipio es considerado uno de los bastiones más importantes del grupo criminal que fundó Juan Nepomuceno Guerra, cerca de los años 30 del siglo pasado.
Ahí, el cártel del Golfo se instaló para defenderse de una incursión proveniente del occidente por parte del cártel de Sinaloa e impedir que entre 2004 y 2006 una horda de foráneos conquistaran la frontera chica.
Esa determinación condenó a Nuevo Laredo, pues el municipio se convirtió en el experimento de Los Zetas: en el territorio pondrían a prueba un modelo criminal que incluía cooptar policías con plata o plomo, infiltrar campañas políticas locales, secuestrar empresarios para apoderarse de sus negocios, cobrar extorsiones para financiar su guerra, asesinar soldados y silenciar a la prensa para ocultar sus atrocidades.
El caso más representativo es el de la periodista María Elizabeth Macías, ex jefa de redacción del diario Primera Hora, pero quien en redes sociales se hacía llamar “La Nena de Laredo” para alertar, desde el anonimato, ataques contra las Fuerzas Armadas.
En 2011 su cuerpo desmembrado fue hallado en el Monumento a Cristóbal Colón. Su cabeza fue colocada junto a su teclado de computadora, mouse, audífonos y un mensaje:
“Para los que no quieran creer, esto me pasó por mis acciones, por confiar en Sedena y Marina…”.
Convertir a Nuevo Laredo en una zona de silencio permitió al crimen organizado dominar a cerca de 400 mil habitantes y acechar a la Guarnición Militar gracias al reclutamiento masivo de jóvenes neolaredenses, como los temidos hermanos Treviño Morales, Z-42 y Z-40, quienes se convertirían en líderes de Los Zetas y defenderían al cártel antes de convertirse en un grupo criminal independiente. Los mismos que trabajan como halcones, punteros… y asesinos de soldados.
Nuevo Laredo es un lugar tan mortal para los militares que ahí fue asesinado el tercer soldado caído en la historia oficial de la “guerra contra el narco”: un sargento segundo que trabajaba como chofer en el Regimiento de Caballería Motorizado y fue asesinado a tiros el 10 de enero de 2017, es decir, apenas 30 días después del inicio de la militarización de la seguridad pública por órdenes del entonces presidente Felipe Calderón.
De la frontera chica al noroeste
El segundo municipio más peligroso para un militar está también en Tamaulipas: Reynosa, otra “casa” del cártel del Golfo, donde han muerto 37.
Uno de los episodios más negros para el Ejército mexicano ocurrió el 24 de agosto de 2010, cuando dos soldados, un teniente y un cabo fueron asesinados mientras intentaban contener una disputa entre “golfos” y pistoleros de Los Zetas, que para entonces ya se disputaban el norte del estado.
En tercer lugar está Culiacán, Sinaloa, bastión del cártel de Sinaloa, pero específicamente de Joaquín “El Chapo” Guzmán hasta su última captura en 2016 y posteriormente de sus hijos, Los Chapitos, quienes han convertido a esa ciudad en una fortaleza para impedir ser detenidos. El saldo de militares asesinados, hasta ahora, es de 25.
Esa cifra está impulsada por el llamado “jueves negro” o la primera parte del “Culiacanazo”: el operativo fallido contra Ovidio Guzmán, “El Ratón”, que derivó en su liberación para evitar el asesinato de civiles y soldados como represalia del crimen organizado.
Pese a que Ovidio fue devuelto a su guardia armada, diez miembros de la Defensa Nacional murieron en el cumplimiento de su deber: un mayor, un coronel, un teniente, dos sargentos segundos, dos capitanes segundos, un capitán primero y dos soldados.
Sin embargo, la lista de municipios letales cambia cuando se divide por sexenio. En el de Felipe Calderón, las ciudades más peligrosas fueron: Monterrey, Reynosa y Badiraguato, también “casa” del cártel de Sinaloa.
Con Enrique Peña Nieto fueron: Reynosa, Nuevo Laredo y San Miguel Totolapan, Guerrero, donde La Nueva Familia Michoacana mantiene un régimen de terror contra sus habitantes con base en agresivas extorsiones.
Y en la actual administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, los municipios más mortíferos son: Nuevo Laredo, Culiacán y Jiménez, también tamaulipeco, por donde comandos del Cártel Jalisco Nueva Generación han entrado al estado para arrebatarlo de las facciones del cártel del Golfo.
Días de luto
El 18 de abril de 2008 fue el día más negro para el Ejército mexicano en lo que va de la “guerra contra el narco”. Aquel día, 12 militares perdieron la vida tras la caída del helicóptero Bell 212 de la Fuerza Aérea Mexicana en el que sobrevolaban el ejido Santa Rosa, cerca de Uruapan, Michoacán, el bastión de La Familia Michoacana y principal objetivo castrense del entonces mandatario Felipe Calderón.
Once de ellos murieron al instante del impacto, al mediodía, y uno más horas más tarde en un hospital.
La aeronave se dirigía a un plantío de mariguana controlado por Nazario Moreno González, “El Más Loco”, temido por su comportamiento errático y voluble.
Las extrañas condiciones en las que ocurrió el desplome provocaron que el secretario de la Defensa Nacional, Guillermo Galván Galván, pidiera una investigación exhaustiva para resolver esa duda en mente de los mexicanos: accidente o atentado.
La segunda fecha más letal fue el 19 de junio de 2010. Otro “helicopterazo”. Esta vez en otra “casa” del cártel de Sinaloa: Santiago Papasquiaro, Durango, donde en aquellos años la población escondía a Ismael “El Mayo” Zambada y hoy es fortaleza de Aureliano Guzmán Loera, “El Guano”, hermano del “Chapo”.
La versión oficial sostiene que once militares murieron por las malas condiciones meteorológicas que precipitaron el helicóptero Bell 412 contra la parte alta de la sierra.
Sin embargo, en Durango cuentan otra versión: que la aeronave zumbaba muy cerca de las propiedades de la familia Guzmán Loera y “alguien” ordenó ahuyentarlos a balazos, lo que hizo al piloto perder el control y estrellarse.
La tercera fecha ocurrió en este sexenio: 5 de enero de 2023 o “Segundo Culiacanazo”. Oficialmente, 10 militares asesinados, todos por agresiones con arma de fuego durante la captura definitiva de Ovidio Guzmán, quien había disfrutado mil 176 días en libertad desde el primer operativo en su contra. Un mayor, un coronel, un teniente, dos soldados, dos sargentos y tres capitanes fueron ultimados por Los Chapitos.
Generales intocables
Los grados militares también importan en las probabilidades de ser asesinado en combate. Así como ser enviado a Nuevo Laredo aumenta exponencialmente los riesgos de terminar en un ataúd, ser soldado o cabo es sinónimo de inminente peligro.
De los 743 militares fallecidos oficialmente en la “guerra contra el narco”, 336 fueron soldados rasos; es decir, un 45 por ciento que, según la Secretaría de Hacienda, tiene un sueldo promedio de 14 mil 17 pesos al mes. Enseguida se cuentan 186 cabos muertos, el equivalente al 25 por ciento de las defunciones. Su sueldo tampoco rebasa los 15 mil pesos al mes. Siguen en esa lista negra los sargentos y los tenientes.
En contraste, cinco mayores han muerto, igual que cinco coroneles, cuyos salarios van de los 47 a los 87 mil pesos mensuales. Y el crimen organizado sólo ha asesinado a un general: José Silvestre Urzúa Padilla, quien fue tiroteado mientras perseguía a un hombre armado por una brecha en Pinos, Zacatecas. Los hombres de los rangos más altos en la milicia no mueren en combate.
La base de datos de la Secretaría de la Defensa Nacional también deja ver las deficiencias de los entrenamientos a los militares: 58 han muerto en accidentes aéreos, 172 en choques automovilísticos y 18 han muerto ahogados porque nadie les enseñó a nadar. Incluso, 11 han muerto atropellados; uno de ellos murió bajo las llantas de un camión en el peligroso Nuevo Laredo, Tamaulipas.
Imagen portada: Mauricio Ledesma | MILENIO