Por José Jaime Ruiz
El galardonado dos veces con el Premio Pulitzer, Tim Golden, quedó frito por la insistencia mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador para que le contestase sus preguntas. Acorralado, después de un semestre, en un reportaje que refritea su anterior trabajo, reconoce lo que siempre se supo: nunca existieron pruebas que implicaran a AMLO, como candidato o como presidente, con el narcotráfico.
La campaña de la DEA, ProPublica, The New York Times, Atlas Network, Latinus y los medios de la derecha mexicana con las etiquetas de “narcopresidente” y “narcocandidata” tuvo su golpe de realidad con los casi 36 millones de votos que obtuvo Claudia Sheinbaum. Tim Golden está frito y su refrito, aunque no lo diga, es su mea culpa.
El azoro dejó boquiabiertos a Norma Piña, Alejandro Alito Moreno, Marko Cortés, Claudio X. González, Denise Dresser, Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Carlos Alazraki, Carmen Aristegui y tantos otros. Huérfanos de narrativa, ahora impulsan la falacia de la sobrerrepresentación y promueven la ilegalidad constitucional. Lo que no obtienen en las urnas lo desean manipular en la mesa.
La construcción del gran relato en contra de López Obrador y de Sheinbaum falló, la edificación de un golpe de Estado técnico discutido por Norma Piña y Alito Moreno en una tórrida noche de diciembre, también. El injerencismo de la DEA no logró su cometido. Tim Golden tuvo que recular. Al democratizarse, el Poder Judicial será un poder autorizado por el pueblo, por lo ciudadanos. La soberanía reside en el pueblo y el pueblo ejerció su voto bajo el principio de mayoría que le proporciona mayor representación de curules a Morena, PT y Partido Verde. Ir en contra de este mandato legal es ir en contra de la soberanía de los mexicanos.