Desaparecer por completo (disponible en Netflix) comienza pareciendo un homenaje a Enrique Metinides, quien, como se sabe, hizo de la nota roja un arte. Sin embargo, poco a poco, la película se transforma en un colorido retrato de la obsesión mexicana por la muerte, la brujería y el sacrificio sanguinolento; reporta MILENIO.
Luis Javier Henaine trasciende el susto fácil y construye un universo que gira en torno a quienes viven de la muerte violenta, la nota roja. Harold Torres hace a un fotógrafo que sueña con convertirse en artista visual. En su oficio se hace amigo de policías, camilleros y otros personajes que lo conducen hasta la brujería mexicana con sus conjuros en lenguas indígenas y sus limpias con huevos de gallina. Pero la factura es impecable.
Desaparecer por completo merece, sin duda, las nominaciones para el Ariel 2024 en las categorías de actuación masculina, diseño de arte, sonido, maquillaje, cinematografía y efectos visuales y especiales. Puede que resulte poco atractiva para los amantes del cine de arte, pero hay que destacar dos cambios que esta película marca en el arte nacional. Primero, con películas como Huesera nuestro cine ha conseguido desapegarse del melodrama barato. En México siempre se quiso hacer cine de horror y lo más que conseguimos fue un fallido cine gótico que tuvo buenas obras aisladas, pero que en general no pasó de imitar al cine de Hollywood y Gran Bretaña.
Desaparecer por completo, en cambio, es cine hecho con personajes de este país, hombres y mujeres que trabajan a marchas forzadas para sobrevivir. Justamente por eso resulta tan interesante la relación amorosa que el director y sus guionistas construyen con la pareja del fotógrafo. Ella quiere tener un hijo. Él no. Para ella la vida está hecha para gozar mientras que para él es un lugar en el que hemos caído sin porqué. Nacidos así: para desaparecer.
La cosa se pone graciosa cuando el protagonista que cree que la vida no vale nada, se enfrenta con la realidad de su propia muerte. Como tantos, el hombre que maldice la vida está dispuesto a todo por vivir un poco más. El primer punto que vale la pena considerar en esta película es, pues, que México no se encuentra ya atado al melodrama barato y puede incursionar con soltura en géneros tan complicados como el terror. El segundo tiene que ver con cierta campaña que se lanzó recientemente en redes sociales para convencer a los jóvenes de que el cine se ve mejor en el cine. Pero el experimento resultó fallido.
Los mexicanos nacidos entre 1996 y 2012 encuentran que el cine proyectado en las salas resulta innecesariamente caro y aburrido. Este hecho, de apariencia anecdótico, resulta en realidad muy importante, pues gracias al streaming una ceremonia como el Ariel tiene pertinencia por primera vez en muchos años. El hecho de que las plataformas de streaming estén permitiendo la difusión del cine nacional ha conseguido librarnos también de las cuotas perversas que padecía la cartelera y que obligaba a los exhibidores, a cambio de pasar una película mexicana, a ofrecer decenas de obras chatarra de Francia y Estados Unidos.
Por primera vez en mucho tiempo podremos ver la mayoría de las películas nominadas para el Ariel. Y no es poca cosa porque antes podíamos creer que el Oscar era la única fiesta del cine mundial. Hoy, gracias a la voracidad cinéfila de la generación Z, el streaming ofrece la posibilidad de que el gran público juzgue por sí mismo lo que sucede en el cine nacional.
Imagen portada: IMCINE