Por Carlos Díaz Barriga
Se oyen pisadas en el pasillo adyacente al salón de Palacio. Todos se alistan. Pero no, no es él. Varios minutos después entra de pronto, sin hacer ruido. Suelas de goma. Solo. Directo al atril de madera y acero, con el águila devorándose a la serpiente en gran botón al centro.
El tema, seguridad. Se asoma, no acaban de entrar los demás. “Vamos a empezar con el general Bucio —así es, ¿verdad?— mientras vienen los otros integrantes. Es que se nos hizo tarde… no se durmió el gallo, es que hay bastantes cosas que tratar”. Escuchan la indirecta y al instante entran a paso redoblado el General Secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval; el Almirante Secretario de Marina, Rafael Ojeda; el General Comandante de la Guardia Nacional, David Córdova; y el General Subsecretario de Seguridad, Luis Rodríguez Bucio. La Secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, se incorpora un par de minutos después. Ahora sí que la artillería pesada. Traen cara de que madrugaron más que nosotros. Antes de que saliera el sol, ya tuvieron reunión de gabinete de seguridad.
Informes varios. A los reporteros hoy sólo les interesa la ejecución de Milton Morales, jefe de inteligencia policiaca de la CdMx. Cuelan la pregunta a Rosa Icela. “Contéstale, es de Proceso”, avisa fuerte y lejos el mandatario a Rosa Icela. “Todos estamos colaborando en la investigación… era un buen compañero, muy competente… abrazo de solidaridad… hay muchas preguntas que se tienen que responder”.
El presidente toma la palabra. Habla sobre la la atención que requieren los jóvenes. “El mal se enfrenta haciendo el bien. Aunque se rían… se burlen: abrazos, no balazos”. Repite lo de la moral; hoy con sal y pimienta: “como decía un político de antes, la moral era un árbol que daba moras y que servía para pura…”. Sinónimo de fregada, no la remata. Lástima. Pero nos la decimos todos; indecorosos.
El Secretario de la Defensa viene armado hasta los dientes, con un celular en cada lado del pantalón. Como en el viejo oeste. Tiene una buena relación con la próxima Secretaria de Gobernación. Está a su derecha. Conversan, comparten mensajes. Coordinación y cordialidad. A la izq del General Sandoval está el Almirante Ojeda -muy agotado físicamente. Todo indica que no ha dormido-. Cuarenta kilométricos centímetros separan a uno del otro… y una invisible cortina conformada por una aleación de acero con tungsteno. En las dos horas y media, no participan, ni ante los presentes ni entre ellos dos. Ni una mirada. Ni un sí ni un no. No se dirigen la palabra. O sea, lenguaje no verbal.
A pregunta expresa, el Presidente ofrece abrazo y pésame a familiares del estratégico mando policiaco Milton Morales “cualquiera que sea el supuesto de este crimen, que lamentamos mucho”. Un reportero del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano le asegura que ha muerto Jimmy Carter, ex mandatario estadounidense. Fake news. Traducción simultánea: nota ‘volada’. Pero el presidente López Obrador confía, le cree. Da su pésame e improvisa una buena semblanza con lo esencial de Carter. Conoce al personaje. Le hace tributo en vida.
Avisos parroquiales: “hay dinero en el cajón, 203 mil millones de pesos”, le informa Hacienda. Y “ya se pagó el bimestre de pensión a adultos mayores, ya está funcionando el Banco del Bienestar al 100, sin problema”. Afuera, en la banqueta de Catedral, una anciana humilde -que no lo sabe todavía, pienso-, sostenida en un bastón de aluminio se hace una ‘limpia’ con los concheros. De las de a 50 pesos. Mientras cierra los ojos. Y suena el caracol.