Esther Méndez tenía una amiga de origen mexicano, como ella, y estudiaban juntas en una primaria o ‘elementary school’ de Los Ángeles, ciudad donde nació. Con ella aprendió letras y números, hizo lonches y gozó el mundo. Pero llegó un día en que las diferencias físicas se convirtieron en una manzana de discordia; publica MILENIO.
Esbelta, rubia, ojiverde y larguirucha, la amiga se acercó con el rostro contrariado y soltó: “Mis papás dicen que por qué soy tu amiga, amiga de esa ‘indita’”.
De origen zapoteco, robusta y bajita, la pequeña Esther no supo qué decir, pero sí tuvo claro cómo se sentía: dolida y confundida, como si su existencia misma fuera un problema.
“Yo era una niña de menos de diez años, pero, de alguna forma, supe desde ese momento que mi vida iba a ser una batalla contra la discriminación”.
Veinte años más tarde y cientos de anécdotas archivadas –propias y ajenas–, Esther Méndez es parte activa de una discusión en California contra el racismo y la discriminación hacia la comunidad migrante indígena, que incluye la campaña “No me llames oaxaquita” y que en los últimos tiempos busca presentar demandas legales.
Arcenio López, fundador del Proyecto de Organización Comunitaria Mixteca/Indígena (MICOP, por sus siglas en inglés), explica en entrevista con MILENIO que las agresiones provienen principalmente de otros mexicanos, mestizos o blancos, personas más altas, de estados norteños u occidentales donde hay menos pueblos originarios. Muchos ofensores son los llamados ‘whitexicans’.
La estrategia jurídica de la organización busca integrarse a otra de nombre Stop the Hate California, que arrancó el gobernador Gavin Newsom después de la pandemia, cuando la comunidad asiática se volvió epicentro de agresiones por el origen del coronavirus. Poco a poco se sumaron otras minorías vulnerables.
El estado ha financiado a través de esa campaña 91.4 millones de dólares a 173 organizaciones locales para que apoyen directamente a las víctimas con ayuda sicológica y legal y se prevenga el odio con anuncios impresos, radiofónicos y digitales en inglés, español, chino, vietnamita, tagalo, coreano, hmong y… ¡mixteco!
A principios de este mes, la administración californiana destinó 12 millones de dólares a reparación del daño para los residentes negros víctimas de racismo.
“En medio de todo este contexto lo que queremos es que el sistema reconozca que ‘oaxaquita’ es un tipo de ‘bullying’ y odio, y que haya un castigo ejemplar para reducir las agresiones”, señala Arcenio López.
Hispano, lobo de hispanos
Una encuesta sobre el tema realizada entre hispanos de mayoría mexicana por parte del Pew Research Center en Estados Unidos, reveló que el 62 por ciento de las personas de tez más oscura siente que ser moreno obstaculiza avanzar; el 57 por ciento percibe que el color determina su vida; el 54 por ciento reconoció que sufrió discriminación y el 48 por ciento escuchó comentarios racistas de otro hispano.
A lo largo de su labor como jornalero o como activista, Arcenio López ha visto todo tipo de usos del término oaxaco o oaxaquita para denigrar a los indígenas que hacen competencia a los demás trabajadores.
En los campos de la fresa de Oxnard, sede principal de MICOP, por ejemplo, un mexicano menos oscuro le gritó a otro “hazte a un lado pinche oaxaquita” para poder pasar él.
En otra ocasión, un hombre ya no soportó el hostigamiento con la repetición del gentilicio y se fue a golpes contra el agresor, quien era más grande y robusto y al responder el ataque le rompió el brazo al ofendido.
“Nosotros vemos un discurso de odio en la palabra oaxaquita –que no solo se usa para los oaxaqueños, sino para todos los que tienen esas características físicas–, y en este momento vemos una oportunidad para que quienes se refieran así a los indígenas, puedan ser blanco de una acción legal”, destaca López.
De acuerdo con un estudio de la por la Universidad del Sur de California y el Colegio de la Frontera Norte en 2016, el más reciente en su tipo, California es hogar de más de 350 mil indígenas, la mayoría de ellos de origen oaxaqueño, entre mixtecos, zapotecos y otras etnias, que se concentran principalmente en el Valle Central y en el sur del estado.
Se calcula que en los campos californianos más del 30 por ciento de la mano de obra de los campos agrícolas –donde más del 80 por ciento son inmigrantes indocumentados– es originario de Oaxaca.
“Feos chaparros de piel oscura”
El escándalo más conocido por racismo a la mexicana lo protagonizaron en 2022 tres poderosos políticos californianos: la presidenta del Concilio de Los Ángeles, Nury Martínez, y los ex congresistas Kevin de León y Gil Cedillo.
Sus comentarios para referirse a gente de apariencia indígena como “feos”, “chaparros de piel oscura”, fueron grabados de manera anónima y divulgados por el diario Los Ángeles Times, y saltaron a la mesa de sus representados oaxaqueños como un fuego amigo.
“Esos políticos tienen la misma piel de nosotros, son morenos, son de pelo negro, ojos negros, son lo mismo: de origen mexicano y solo demostraron que desconocen totalmente nuestra cultura, nuestro aporte a la sociedad en México y en Estados Unidos”, destacó Mireya Olivera, del periórico digital angelino Impulso Newspaper dirigido a la comunidad oaxaqueña migrante que apoya la campaña legal de No me llames oaxaquita.
“El racismo está en México y cruzó la frontera con los migrantes”, dice Arcenio López. Aunque los indígenas han dado raíces e identidad al país, son admiradas sus costumbres, la indumentaria, las fiestas, “lo cierto es que no nos quieren dar dignidad como personas y cuando denunciamos esta situación no se quiere tener la conversación, dicen que es nuestra culpa, que no hagamos caso: no se quieren hacer responsables”, agrega.
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) documentó en una encuesta de 2023 que el 74 por ciento de los más de 11 millones de indígenas en México vive en condiciones de pobreza y tres de cada 10 vivió algún acto de discriminación en el último año en la calle, el transporte público, las oficinas de gobierno o servicios médicos.
Además, el 35 por ciento de la población en general cree que a los indígenas no les interesa estudiar e ignora que su falta de recursos económicos, la incomprensión de la lengua o los estereotipos sean una limitante.
Datos de la Universidad Nacional Autónoma de México muestran que, por ejemplo, las personas de los pueblos originarios del país se encuentran con dificultades para insertarse laboralmente debido a que, si bien ocho de cada diez personas contratarían a un indígena para el trabajo en el hogar o la construcción, solo dos de cada tres los emplearía como dentistas o abogados, aunque estén capacitados.
Esta percepción cruzó por el Río Bravo hacia el norte con un agravante: al racismo de mexicano contra mexicano se suman otras razas con el mismo prejuicio contra los pueblos originales.
Según la encuesta del Pew Research Center, el 48 por ciento de los hispanos dicen que escuchan comentarios y bromas racialmente insensibles de parte de otros hispanos mientras que el 42 por ciento fue tratado injustamente por otras razas.
Ante el maltrato, información
“Creen que por ser indígenas no somos inteligentes”, destaca Esther Méndez, la abogada cuyos padres emigraron de Santiago Huajolotitlán, Oaxaca, con el zapoteco como una loza que a veces tenían que cargar sus hijos en las escuelas estadounidenses cuando otros niños imitaban la lengua para burlarse y hacerlos sentir mal.
“Cuando llegué a la adolescencia tenía la autoestima muy baja porque mis compañeros no indígenas se sentían superiores y por eso al terminar la ‘high school’ [preparatoria] mejor me fui a trabajar en restaurantes, como guardia de seguridad, limpiando casas. No pensaba en la educación”, recuerda.
Fue hasta los 24 años que tomó al toro por los cuernos y se metió a la escuela de leyes, y a cursos de historia del país. Así se enteró de que Estados Unidos se levantó sobre un “genocidio” a los pueblos originarios en Norteamérica; hizo estudios étnicos y aprendió sobre su propia valía.
“Yo creo que lo más importante es evitar que los niños sean blanco de burlas solo por ser indígenas: esto debe trabajarse en las aulas porque te marca de por vida”, opina.
Esther Méndez es crítica de llevar las campañas anti odio a nivel legal porque considera que se puede caer en la censura, tal y como ahora ocurre al criticar a los ataques israelíes en contra de Palestina.
“Cualquier adjetivo que se usa contra los judíos trae consecuencias legales y cuando ellos abusan de otro pueblo no se puede decir nada en su contra”, advierte.
Buscan detener uso negativo de palabra “oaxaquita”
Por su cuenta, la organización MICOP defiende la estrategia legal para frenar el uso peyorativo de la palabra oaxaquita porque solo las campañas de información y los convenios de concientización en algunos distritos escolares no han sido suficientes.
Cuando arrancó la primera etapa de ‘No me llames oaxaquita‘, en 2012, solamente se sumaron tres distritos escolares para sensibilizar a los niños, maestros y padres de familia sobre los prejuicios en contra de indígenas resumido en el diminutivo de los oaxaqueños: en Oxnard, Santa Bárbara y San Luis Obispo, incrustados en una región agrícola que depende de la mano de obra mexicana.
Para el 2014 la comisión estatal de fresa adaptó la idea entre los trabajadores del campo y nueve años más tarde se implementó en una escuela más de Ventura.
En 2023, los activistas se unieron con los sij de la India para que el consejo de la ciudad aprobara modificaciones al código municipal para prohibir la discriminación por origen indígena y castas en la jurisdicción.
“Son pasos importantes, pero queremos más”, reconoce Arcenio López durante la entrevista telefónica con MILENIO donde anunciaron una segunda etapa de ‘No me llames oaxaquita’, que tendrá como un primer paso enseñar a la comunidad a identificar las acciones de odio que acompañan a la palabra y convencerla de que denuncie.
“A muchos les da vergüenza que se sepa que fueron llamados así”, describe López.
Hasta ese punto es el nivel del daño: cuando la discriminación es de uno mismo, cuando viene desde dentro. Para que un pueblo se autodesprecie entra en juego la repetición constante de los agravios. Por eso quieren revertir el daño con la misma estrategia de volver una y otra vez con el discurso: “No me llames oaxaquita, No me llames oaxaquita…”.
Discriminación por el color de piel
Estados Unidos
Percepción en EU de hispanos con piel más oscura
(Encuestas aplicadas principalmente a mexicanos)
- 62 por ciento: dice que la piel obstaculiza avanzar
- 57 por ciento: señala que el color determina su vida
- 54 por ciento: sufrió discriminación
- 42 por ciento: cree que los demás los ven menos inteligentes
- 42 por ciento: fue tratado injustamente por otras razas
- 48 por ciento: escuchó comentarios racistas de otro hispano
- 32 por ciento: le han dicho que regrese a su país
- 27 por ciento: temieron por su seguridad personal
Principales denunciantes:
Asiáticos, afroamericanos, indígenas nativos, indígenas mexicanos
Motivos:
- 35.1 por ciento: por raza y el origen étnico
- 15.1 por ciento: por identidad de género
- 10.8 por ciento: por orientación sexual.
Fuente: Departamento de Derechos Civiles de California (CRD)
Oaxaqueños en México
En Oaxaca el 69 por ciento de la población es indígena.
- 74 por ciento: vive en condición de pobreza.
- 28 por ciento: denunció discriminación en 2023.
- Lugares: calle, transporte público, oficinas de gobierno y servicios médicos.
- 35 por ciento: población cree que a los indígenas no les interesa estudiar.