Por Carlos Díaz Barriga
Ha pasado casi media hora y no aparece. No se advierte una agenda relajada como la de tantos gobernantes que flotan en la antesala a la entrega del poder. Ya son varios días sin melancolías y sin despedidas y sin ‘ya me voy solo a mi quinta para escribir y no quiero ver a nadie ni que nadie me vea’. Parece el primer día. Da los buenos días y convoca al “¡ánimo!”, sobre el ring. Con los guantes puestos.
Le ocupa lo de las impugnaciones al tema de la sobrerrepresentación de Morena y aliados en el próximo Congreso. Dos veces ya ha previsto la posibilidad de que ‘la oposición se salga con la suya’ e impida, entre otras, la reforma del Poder Judicial. Hoy, el saludo: “hay una especie de rebelión del grupo conservador y sus voceros y achichincles… nunca los había yo visto tan descarados, tan deshonestos, enseñando el cobre… Siempre me ha parecido gente de pocos principios o sin ideales, oportunistas, corruptos, inmorales”.
Además de Marath Bolaños, secretario del Trabajo, y Elizabeth García Vilchis, convoca a Luisa María Alcalde, titular de Gobernación, para que repita la explicación constitucional que defiende esa mayoría calificada de la que pende la medalla de la última batalla del Presidente. Como Presidente.
De irrelevante intervención youtubera surge descripción relevante de Tabasco. Y de los que son de Tabasco: “Siempre hemos sido o liberales o radicales… Atribuyo esa postura progresista al trópico: ‘Los verdes se amotinan, los ríos se desbordan y el calor hace que brote la ruda franqueza’. Se plagia a sí mismo. Lo escribió en 1995 en su libro Entre la historia y la esperanza. Nomás olvidó del párrafo original que lo de que “el cielo es proclive a la tempestad”.
Le preguntan de la ‘pausa’ de Tesla a su planta en Nuevo León, “no es serio”. Confía en que se instale pasando la elección. “Pasan esas calenturas y cuando se gobierna, pues es otra cosa”. Las amenazas de Trump a la importación de carros son lo que son, dice, con dominio: “en las campañas hay mucha pasión, mucha retórica, se habla en demasía”. Ofrece leer una carta “a mi amigo, el presidente Trump”, que le mandó el día 23. Solidaridad por el atentado, reclamo por calidad a migrantes de ‘invasores y maleantes’, América del Norte junta para enfrentar la competencia china, etc. Y la postdata: “Oiga, todavía soy Presidente de México —porque es que dijo que ya no estaba yo—, termino hasta finales de septiembre. Le aclaro, porque hace unos días comentó que ya me había retirado. Por favor, amigo, no me ande mandando a La Chingada antes de tiempo. Aunque se ría y siempre le parezca extraño, ahí le va de nuevo otro abrazo’”. La carta está fechada el 23 de julio. No le alcanza a reclamar lo dicho en entrevista esa noche en Fox News: “El problema es que México está petrificado ante los cárteles, porque ellos podrían quitar al Presidente en dos minutos”. Lástima. Tampoco, nadie se lo pregunta hoy.
Ya para irnos, retoma la confrontación. Con mejor sarcasmo que buen humor. Baja la guardia. Desde el basamento de la victoria. “A ver, pongan ahí la canción esa de Ya supérame… Grupo Firme… Con todo respeto y afecto para nuestros adversarios, que todavía no se reponen del 2 de junio”. Canta Eduin Caz… “Tienes que saber perder / igualito que sabes mentir / ya cambié de corazón / Y tú no vuelves a entrar aquíííí / ¡Ya, supérame!, que no te arda estar sin mííí”. A la medida. Girado hacia la pantalla, recarga el antebrazo izquierdo en el atril. Destacan una sonrisa. Y el Escudo Nacional.
@diazbarriga1
