Por Félix Cortés Camarillo
Todavía no encuentro en México, aunque de cierto no la he buscado, persona alguna que con coeficiente intelectual arriba del promedio haya sido capaz de aceptar el concepto de los foros de consulta popular para la reforma del sistema judicial mexicano. Sí, me he enterado por los medios tradicionales de comunicación, que algunos eruditos, jurisprudentes, abogados prominentes, o ciudadanos interesados en la res publica han tomado en serio la tal mamarrachada.
Me dicen que hay quienes ingenuamente sometieron algún papel -que así se dice entre eruditos- para pergeñar en él alguna idea que contestase a las preguntas que en la radio me bombardean con lastimosa frecuencia: rezan más o menos así: ¿Qué poder judicial tenemos y qué poder judicial queremos? ¿Se puede mejorar el poder judicial para que la justicia sea expedita, gratuita y eficiente? ¿Deben los jueces y magistrados ser electos por votación popular?. No creo errar mucho, pero el original tampoco es muy brillante: se conserva la idea.
Claro que la pregunta es tramposa; además, no espera respuesta de nadie. El proyecto de Andrés Manuel de dinamitar todo el sistema jurídico nacional no necesita ni exégesis ni defensa, ni anuncios en los medios. La propuesta que el dizque honorable Congreso de la Unión va a aprobar sin quitar una coma a lo que su autor, Lopitos, dictaminó, es caso cerrado. Las respuestas entusiastas a las tres preguntas de arriba son: claro, el sistema jurídico es pésimo y queremos otro; queremos justicia expedita, gratuita y eficiente. Y desde luego, queremos que todos los jueces sean electos por el pueblo bueno y sabio.
En el curso que los malabaristas del gobierno han inventado unos foros para que cada quien diga lo que le venga en gana y cada uno escuchemos a elección, Lopitos ha agregado perlas japonesas que ya quisiera Nikito Nipongo: como juez, es mejor un recién egresado de la escuela de leyes que un experimentado leguleyo; esá más exento de corrupción. Con el corazón abierto, yo proclamo que cuando necesite una intervención en cardiología, prefiero al chavito de buena estampa que el ruco que le acompaña.
En este gobierno se ha manoseado con la salud -medio millon de muertos salvables por el Covid de López-Gatell- de la misma manera que se ha podrido la reserva ecológica no solamente para el Tren Maya, o se ha dado la espalda al progreso que requiere nuevas energías en lugar de las contaminantes o se ha destrozado un sistema educativo elemental que sacó a muchos de nosotros- inclúyete- de ser una miseria intelectual.
En este país se acude diariamente a la candidez, a la falta de malicia, experiencia, comprensión o raciocinio. Jean Baptiste Pocquelin, mejor conocido en el bajo mundo como Molière escribió una novela de nombre Candide. Dicen que es la mejor de sus obras.
Para que me entiendan, ahí describe la pendejez activa.
Pendejamente activos, en Venezuela los opositores locales de Nicolás Maduro se creyeron el cuento de unas elecciones nuevas y limpias. Igual que los foros mexicanos de la reforma jurídica. Respeto al dictamen del Consejo Nacional Electoral. Hay que oír la voz del pueblo. Nicolás Maduro ha sido legalmente electo por seis años más.
Los opositores a la dictadura de Maduro dicen que es necesaria la presión desde fuera para acabar con ese bicho. Hay una sola presión extranjera a la que los latinoamericanos obedecemos: la que sacó a Jacobo Arbenz de Guatemala, a Noriega de Panamá o a Allende de Chile. Las armas gringas.
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