Por José Jaime Ruiz
El periodismo fenece cuando el protagonismo se impone. En el peor sentido de la palabra, Reyna Haydee Ramírez es una “reportera”, pero no una periodista. Ella “reporta” sus cuitas y, algunas veces, pretende hacer denuncias periodísticas. En ningún caso “reportar” es realizar un reportaje, palabra mayor dentro del periodismo. Al menos alguna vez Reyna Haydee Ramírez tuvo razón al comparase con Anabel Hernández, ambas ofician desde la vaguedad, las mentiras y las calumnias.
A la cándida Reyna nadie la censura, ella censura con su protagonismo y con sus desplantes calificativos a sus compañeras y compañeros que cubren las conferencias matutinas del presidente Andrés Manuel López Obrador. Ejerce a plenitud su libertad de expresión, pero censura a quienes la impugnan en la calle por su protagonismo y soberbia. Defiende su libertad de expresión, pero condena la libertad de los otros.
Reyna Haydee Ramírez es un caso perdido, lo suyo es editorializar, lanzar opiniones sin argumentos. Cuando publiqué el artículo “Claudia Sheinbaum, ¿qué hacer con la Mañanera?”, apunté: “La singularidad de la Mañanera de Andrés Manuel López Obrador es irrepetible, sus grandes logros comunicativos son las bases de la continuidad con cambio. El modelo de la Mañanera persistirá, pero reformateado. Permanecen la transparencia y la rendición de cuentas, el combate a la desinformación y el diálogo circular. Un tiempo de exposición medido, filtros –y solución– a las peticiones ciudadanas (es una arena nacional, no municipal), atender al periodismo de investigación antes que al periodismo de “filtración” o al periodismo “editorializado” o de propaganda de derecha o de izquierda”.
Reyna Haydee Ramírez es un caso perdido. Su participación grotesca es un atentado contra el periodismo y los periodistas. Ni derecho de admisión ni derecho de expulsión de esta amateur, sólo el respeto al profesionalismo y a los profesionales del periodismo. La increíble y triste historia de la tóxica Reyna y la censura inexistente.
