Por José Jaime Ruiz
Quien juega a la ronda con el lobo, sale lastimado. El desmantelamiento del Antiguo Régimen tuvo en el presidente Andrés Manuel López Obrador su mayor protagonista y la Mañanera como instrumento mediático-político para culminar la tarea. Exhibir el drenaje del llamado sistema político mexicano, y su lógica condena electoral, sirvió para legitimar la elección de Claudia Sheinbaum y para darle un masivo apoyo ciudadano al Segundo Piso de la Cuarta Transformación.
El desmantelamiento del Antiguo Régimen fue político, ideológico y económico. Tronar la partidocracia del PRIAN fue indispensable. El amasiato se engendró en las “concertacesiones” salinistas, obtuvo legalidad en la alternancia del 2000 y se coronó con el elitista y metapolítico Pacto por México, que dejó sin representatividad legislativa a los mexicanos. El 2018 fue el inicio del fin, los ciudadanos volcaron su voto no por una transición sino por sentar las bases de un Nuevo Régimen, el de la cuarta transformación.
En 2021, a pesar de las derrotas en las gubernaturas, la oposición obtuvo un respiro mediocre al aumentar su cantidad de votos nacionalmente; envalentonados, secuestraron las iniciativas presidenciales en el Poder Legislativo. Doble error de cálculo en el 2024: pensaron mantener y aumentar los anteriores votos y ungieron a Xóchitl Gálvez, la candidata destapada por ¡López Obrador! La política gerencial de Claudio X. González estalló, la marea rosa devino en un charco rosado protestando frente al INE. La partidocracia tuvo su estocada final, la 4T destruyó al PRIAN y sus dirigentes siguen aferrados a una sobrevivencia imposible.
La Mañanera fue la herramienta política y pedagógica para minar al poder ideológico sometido al poder económico: acabar con la publicidad onerosa para los medios de comunicación tradicionales, confrontar a los intelectuales y periodistas orgánicos un día sí y el otro también, horadar la credibilidad de los medios (en el sexenio el crédito social de Televisa y TV Azteca, por ejemplo, cayó con estrépito), desenmascarar los intereses económicos de los medios internacionales y desnudar, primero, la perversidad mediática de LatinUs por sus intereses farmacéuticos afectados y, ahora, a Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad de Claudio X. González y sus patrocinadores golpistas nativos y trasnacionales.
El ajuste de cuentas de López Obrador en contra del sistema oligárquico es histórico. Hubo, sin embargo, que reformar el reducto del Antiguo Régimen de la corrupción y la impunidad asentado en el Cártel de la Toga y la magistrada Norma Piña. Durante el sexenio los grandes empresarios tuvieron que apechugar y entrar en razón tributaria. Nadie constriñó la libertad de empresa y la libertad de mercado, al contrario, se propició la inversión económica como nunca en lustros; todos, no obstante, bajo las leyes vigentes. La industria del cuello blanco y la industria de la delincuencia organizada se refugiaron en el Poder Judicial, ese poder que agrede a los pobres y sirve a los ricos. Democratizarlo es la tarea urgente para transitar a un equilibrio de poderes y a una justicia ciudadana, nunca más oligárquica.
Asistimos a un ajuste de cuentas ciudadano necesario e impostergable. Quedarse sólo en la legitimidad electoral no basta. Hay que desterrar al Antiguo Régimen y sus aguas de drenaje exhibiéndolos en la vitrina histórica del descrédito: Claudio X. González, Amparo Casar (también las empresas que los patrocinan), Marko Cortés, Alejandro Moreno, Carlos Loret de Mola, Enrique Krauze, Denise Dresser, Carmen Aristegui, Héctor Aguilar Camín y una nutrido, largo y fétido etcétera.