Por José Jaime Ruiz
De lo que descubrí un día, y que fue que todo, Max, el cielo, el aire y el viento, la luz del sol, las montañas, la lluvia y el agua del mar, todo estaba impregnado con la misma ponzoña que acabó contigo y con tus sueños y con mi razón y tu vida, y con nuestra devoción y nuestras ilusiones y con todo lo hermoso y lo grande que queríamos para México: la mentira. // Noticias del Imperio / Fernando del Paso (p. 245, Mondadori)
Si la Revolución mexicana fue la revolución social más importante del siglo XX, la 4T es el experimento político-social más relevante del siglo XXI: primero los pobres con prosperidad compartida. Andrés Manuel López Obrador encabezó una tarea titánica, propiciar un Estado “postneoliberal”, un Estado benefactor donde cohabiten el poder nada oculto del mercado y la inversión social. El tema es la desigualdad y su combate. El tema es la revolución de las conciencias desde nuestra historia, el humanismo mexicano; el tema es el Segundo Piso de la Cuarta Transformación.
Un fantasma recorre el mundo, el fantasma de la 4T, una revolución pacífica. Muchos órganos del neoliberalismo se han unido en Santa Alianza para acorralar ese fantasma: las calificadoras (la degradada Morgan Stanley), las embajadas de Estados Unidos y Canadá, las barras de abogados internacionales, las cámaras de comercio trasnacionales, los consejos empresariales del país, The Washington Post, The New York Times…, El Universal, Latinus, Televisa, Reforma, TV Azteca…, los polizontes de la izquierda encabezados por el subcomandante Marcos, los voceros del Antiguo Régimen.
Esos voceros decadentes del Antiguo Régimen que escriben sobre monarquía, dictadura, autocracia, con una inamovible deshonestidad intelectual. Todo está impregnado con la misma ponzoña: la mentira. Ajenos a la honesta reflexión intelectual de Octavio Paz, José Revueltas, Daniel Cosío Villegas, Enrique Dussel, Carlos Monsiváis, Ikram Antaki y tantos otros, Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín se hunden en el desprestigio y su inmoralidad los evidencia tanto como su insulto cotidiano a la inteligencia de los ciudadanos.
Uno postea: “Después de ser una monarquía, el 4 de octubre de 1824 México se convirtió en una república. Pasaron 200 años. En septiembre de 2024 México dejará de ser una república para convertirse en una monarquía. ¿Lo permitiremos?”. Un historiador que desconoce la historia, también un mentiroso profesional.
Otro publica: “Esas reformas legalizan la autocracia presidencial, mediante su captura del Poder Legislativo, a través de Morena y la captura del Poder Judicial, mediante la capacidad del Poder Legislativo de cambiar todas las leyes, sin consultar con otras fuerzas políticas. Se trata de un animal que no conoce la historia de México, un animal que iguala los poderes dictatoriales del régimen con sus poderes legales”. El “oratismo” como enfermedad infantil del columnismo. Loco de atar, nos habla de una ¡autocracia democrática!
Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze (súbdito de la corona española) escriben de monarquía, dictadura y autocracia distópicas, en efecto, como bien publicó Guillermo Sheridan, “una coartada sencilla contra la responsabilidad de pensar”. Y así, desde la torcida visión de los vencidos, la militante de izquierda, la activista social, la niña que visitaba a los presos políticos en Lecumberri, la científica, gobernará como zarina, con ucases.
Héctor y Enrique, lo de ustedes ya es memez, güasa, comicidad voluntaria y, obvio, todo lo impregnan con la misma ponzoña: la mentira. Enceguecidos, los intelectuales orgánicos del Antiguo Régimen no captan que, si la Revolución mexicana fue la revolución social más importante del siglo XX, la 4T es el experimento político-social más relevante del siglo XXI.