Por Félix Cortés Camarillo
Pavel Durov, de 40 años, es un ruso del exilio que inventó, con su hermano Nikolai, Telegram, uno de esos servicios de Internet en donde cada quien dice lo que se da la gana y lo pone a disposición de quien quiera leerlo. Su servicio ya cumplió once años y yo ni idea tenia de él si no sale en los periódicos. No es de extrañarse, yo tengo mi credencial del INAPAM.
Durov vive en Dubai y mantiene además de la rusa, la ciudadanía francesa. Dicen los que a esto se dedican que su fortuna se estima en quince mil quinientos millones de dólares; y si es la mitad tampoco está mal para su edad o para la mía. Para abonar al mito, el ruso presume que es padre biológico de cien niños por el mundo, puesto que hizo donaciones múltiples de esperma cuando él y su esposa tuvieron problemas para engendrar, y su aportación certificada llegó a cien mujeres.
A mayor abundamiento, los medios le llaman “el Mark Zuckberger ruso”
El fin de semana pasado, la policía francesa detuvo en un aeropuerto a Durov, que a estas alturas puede estar ya en libertad. Hay 12 cargos en su contra, entre ellos la difusión de pornografía infantil, tráfico de menores, incitación a la violencia y el terrorismo. El asunto es que la popularidad de Telegram ( 950 millones de usuarios, el mes pasado) se debe a su secrecía. Un mensaje en Telegram está cifrado desde el emisor hasta el receptor. Nadie puede descifrar su contenido, ni siquiera (je,,je,,je) los operadores del sistema.
Esta peculiaridad hizo a Telegram muy atractivo para todo el mundo, pero especialmente para los que no quieren que NO se sepan cosas, así sean amantes furtivos, esposas infieles, ejecutivos traidores, narcoraficantes, lavadores de dinero… o terroristas.
Traigo todo esto a colación porque la persecusión de Durov y toda la cauda política y ética que conlleva, se extiende -desde la existencia de la red- al problema de la libertad de expresión, aparejado al de la impotencia de los gobiernos para someterla, cosa que gustosos harían.
La existencia de las redes sociales y su uso es, como todo, una dicotomía. Por un lado, es la extrema democratización de la información. No se trata solamente de que cada uno podemos expresar nuestro punto de vista sobre tal o cual realidad, lo cual es muy importante avance; además, el aparatito ese que llevamos cerca de la nalga o el corazón –ca´quién, ca´quién– convirtió a la mayoría de los mexicanos en potenciales reporteros de la realidad que nos circunda. Para que algo sea cierto ya no es necesario que “ya lo dijo Jacobo”. Ahí hay un testimonio directo; aunque no indiscutible.
Porque ese es el otro lado de la moneda. Se puede subir a la red no solamente cualquier mentira -porque lo digo yo- o una realidad tomada y editada desde la perspectiva del reportero urbano. Ahora, el avance tecnológico ya nos trajo la inteligencia artificial, que nos permite ver testimonios falsos de personajes verdaderos.
De todo esto se deduce solamente lo que los viejos lectores de periódicos siempre supimos, desde que lo dijo Descartes, en mi mala traducción: ”para saber la verdad es preciso dudar de todas las cosas”. En mi buena traducción: no crean todo lo que ven en el pinche telefonito.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): A propósito de todo lo anterior, más de una persona por mí apreciada, me compartió una reflexión sobe la supuesta nueva Constitución que para México tiene preparada el Cuatrote en su segundo piso.
Me puse a buscar y encontré en la liga morenademocracia.mx/proyecto-de-nacion-2024-2030, que expone “21 ejes temáticos productos de ´una amplia consulta´ para los seis años que comienzan en un mes. Alarmados, los que no hurgaron, se preocupan por cosas que son indiscutibles: el derecho a la salud universal, las escuelas de tiempo completo, el derecho al aborto legal y gratuito y otras similares. El rechazo rabioso a los Estados Unidos, a la OEA, y el apoyo a Cuba, enseña el cobre.
El documento es de la Convención Nacional Morenista (si usted se quiere inscribir, métase a la liga, que está líneas antes) del 2002, donde andaban sus impulsores Paco Ignacio Taibo e Irma Eréndira, para que se den un quemón.
Se trata simplemente de un grupo dentro de Morena que quieren presionar a Claudia a radicalizar Morena; están al extremo de los extremistas. Si me acuerdo bien de la historia, estos son los bolcheviques que no aceptaban moderación, todo o nada. Los mencheviques perdieron. Estos ultras , aunque son menos, tienen oportunidad.
Todo, y lo subrayo, depende de Claudia.